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Foto: Getty Images.

La medida es antipopular. El trigo transgénico HB4, resultado de la alianza entre el Conicet, la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y la empresa Bioceres, es un salto al vacío en términos sanitarios y ambientales. Así lo denuncia el colectivo Trigo Limpio, integrado por miles de científicos a nivel nacional. El mercado triguero mundial también pone reparos, mientras el Gobierno, con ayuda de medios adictos, ambientalistas de despacho y la ciencia empresarial, busca disfrazarlo con un discurso de “oportunidades”, “soberanía” y adaptación a la crisis climática. El desarrollo de este trigo tolerante a la sequía tomó quince años y vastos recursos públicos al servicio de una empresa que tiene entre sus accionistas a Gustavo Grobocopatel y Hugo Sigman. Por Valeria Foglia (Emergencia en la Tierra).

Mucho más breve fue el recorrido desde su aprobación por el Senasa en octubre de 2020 hasta la autorización para su comercialización en mayo pasado. El visto bueno del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca encabezado por Julián Domínguez llegó tras la luz verde en Brasil, Colombia, Australia y Nueva Zelanda.

La celeridad no se condice con los riesgos. La modificación genética del trigo no solo lo hace apto en contextos de estrés hídrico. También lo vuelve resistente al glufosinato de amonio, un herbicida quince veces más tóxico que el glifosato y prohibido en varios países. Para Trigo Limpio es “un nuevo recurso tecnocientífico para expandir un modelo de agricultura extractivista”. Científicos y referentes ambientales exigen que el Gobierno derogue la resolución 27/2022.

Emergencia en la Tierra conversó con Alicia Massarini, doctora en Ciencias Biológicas de la UBA, investigadora del Conicet e integrante de Trigo Limpio, y Patricio Eleisegui, periodista especializado y autor de EnvenenadosAgrotóxico y Fruto de la desgracia.

El modelo

Bioceres, nacida en 2001 en Rosario, busca presentar este desarrollo científico como una “cruzada soberana”. La bióloga Massarini desmiente ese marketing: “Se presenta como una empresa nacional, pero en realidad cotiza en bolsa [de Nueva York] y ha patentado este mismo trigo en otros países, de manera que es una empresa multinacional”. Junto a la francesa Florimond Desprez, Bioceres creó Trigall Genetics, una joint venture para desarrollar y comercializar variedades de trigo en América Latina.

Como empleado servicial, menos de un año después de reemplazar a Luis Basterra como ministro de Agricultura, Domínguez puso el broche a una aventura que aún tiene destino incierto. A mediados de mayo, durante una visita a Catamarca, el funcionario celebró el “desarrollo biotecnológico” y destacó que, “mientras otros países producen armas”, Argentina produce “alimentos de calidad para el mundo”. Para Trigo Limpio, este modelo agroexportador “profundiza la primarización de la economía, concentra la riqueza y privilegia los réditos a corto plazo de unos pocos por sobre el bienestar de la población”.

De acuerdo a datos de la cartera agraria, en 2021 Argentina exportó 12,2 millones de toneladas de trigo a unos cuarenta y seis países, en tanto que durante la campaña 2021/22 hubo cosecha récord: 22,1 millones de toneladas. “El mejoramiento genético del trigo es llevado adelante en su mayor parte por empresas y cooperativas nacionales de larga trayectoria, por lo que resulta necesario promover su actividad en pos de un desarrollo productivo respetuoso del ambiente”, dice la resolución 113/2022, que crea el Plan Argentina 25MT para incrementar la producción a veinticinco millones de toneladas, con dieciséis millones de estas destinadas a la exportación.

En la balanza extractivista los dólares siempre pesan más que la salud ambiental y humana, los derechos de las comunidades y la soberanía alimentaria. No hay evaluación sobre la salud del suelo o la importancia de preservar bosques nativos que detenga la voracidad del agronegocio. Desmontes sistemáticos e ilegales, pueblos y alimentos fumigados, monocultivos y sequías vienen con el “paquete” agroindustrial imperante desde el menemismo.

Desde que Felipe Solá aprobó la soja RR en 1996 hasta octubre de 2020, cuando se autorizó la primera variedad de trigo transgénico a nivel mundial, otros sesenta y dos “eventos transgénicos” fueron avalados, informan desde Trigo Limpio. Cincuenta son tolerantes a agrotóxicos, y la mayoría fueron solicitados “por nueve corporaciones transnacionales, lideradas por Monsanto-Bayer”, que es responsable por veinticinco. Mientras hay variedades transgénicas de maíz, soja y algodón tolerantes al glifosato y el glufosinato de amonio, otros eventos resisten al dicamba y el 2,4D.

Aunque la novedad sea el trigo, los científicos apuntan que la reciente aprobación de China a la soja transgénica de Bioceres, con tolerancia al glufosinato de amonio y el glifosato, no solo regará el campo de agrotóxicos. También provocará “deforestación de los ecosistemas secos tropicales y subtropicales” para extender ese monocultivo. El contexto no ayuda: emergencia climática y pérdida de biodiversidad “están acercando peligrosamente a la biósfera hacia los límites de posibilidad de la vida misma”.

Glufosinato de amonio: ¿sí o no?

Si la realidad no genera adeptos, lo más apropiado desde la perspectiva oficial es “embarrar la cancha” y generar confusión con versiones contradictorias. Tras su primera declaración contra la aprobación del transgénico, Trigo Limpio se reunió con Carolina Vera, investigadora principal del Conicet y titular de la Unidad Gabinete de Asesores del Ministerio de Ciencia y Tecnología. “Argumentó que la resistencia al glufosinato de amonio era un marcador, un resultado remanente de la técnica de inserción de los genes de resistencia a la sequía, pero que la intención no era que ese trigo fuera rociado con glufosinato de amonio”, relata Massarini.

Para la científica, el planteo de la funcionaria fue “completamente contradictorio con lo que ocurrió después y con la publicidad de la empresa, que ofrece el asesoramiento para las dosis de glufosinato de amonio que se deben utilizar según cada región”. Según Trigo Limpio, en los propios fundamentos de la resolución 27/2022 afirman que este agrotóxico “proporcionará una nueva alternativa para optimizar el control de malezas en el cultivo de trigo y para aumentar los rendimientos ante situaciones de estrés hídrico”.

La bioquímica Raquel Chan, responsable del desarrollo, ensayó una respuesta similar durante una entrevista con La Nación en la que la apuntan como merecedora de un Premio Nobel. Según la científica, el “gen de resistencia al glufosinato” es apenas un marcador técnico. El herbicida “no llega a la comida que eventualmente deriva de esas plantas” y “a los fines de HB4 da lo mismo si después se aplica o no glufosinato”. Abriendo el paraguas, Chan responde que “si mañana por alguna razón se prohíbe el glufosinato, el trigo HB4 sigue siendo igual de bueno”.

Para Bioceres, como para otros pulpos de la biotecnología, el negocio es redondo: usan los laboratorios públicos para crear variedades genéticamente modificadas y, a la vez, producen y venden los herbicidas que les aplican. De esta manera, imponen el paquete tecnológico y multiplican sus ganancias al generar dependencia en los productores.

El glufosinato de amonio se ganó la mala prensa. La Unión Europea lo prohíbe desde 2009. Trigo Limpio menciona que en 2020 Tianyu Dong “demostró que la exposición a este herbicida durante el período prenatal genera una actividad locomotora reducida, produciendo un deterioro en los mecanismos de la memoria y comportamientos análogos al autismo en modelos experimentales de mamíferos”. También mencionan una investigación publicada en 2018 en la Revista Internacional de Contaminación Ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se afirma que el glufosinato de amonio altera calidad y ADN de los espermatozoides de mamíferos.

Alicia Massarini | Foto: Asamblea Río Cuarto Sin Agrotóxicos.

¿Quién se traga el verso del HB4?

Está claro que el Gobierno se propone exportar más trigo del que Argentina consume. El consenso general es que la guerra entre Rusia y Ucrania, dos importantes exportadores del cereal, abrió perspectivas para el país. Sin embargo, con el mercado europeo virtualmente bloqueado, para Trigo Limpio el destino del transgénico serán “otros países pobres (o podríamos llamarlos de zonas de sacrificio)”. Un vocero de Bioceres, en tanto, dijo a Reuters que la empresa seguirá “produciendo bajo el esquema de identidad preservada que tenemos actualmente. No vamos a comercializar las semillas por el momento”.

Según voces autorizadas consultadas para esta edición, en Argentina “las aguas están divididas”, con molinos y productores a favor y en contra. Las objeciones del sector triguero no tienen que ver con la tecnología nociva y las fumigaciones tóxicas, sino con el temor a que “venga el barco de vuelta”, con todo el costo que eso significa. El riesgo comercial por la introducción de un trigo rechazado por los consumidores es muy alto: “El comprador te puede decir ‘lo quiero’ o ‘no lo quiero’. Eso siempre está presente”.

Así lo hizo saber Gustavo Idígoras, presidente del Centro de Exportadores de Cereales y la Cámara de la Industria Aceitera (Ciara-CEC), según lo recogido por Palabra de Campo durante el panel A Todo Trigo en Mar del Plata. Aunque se confiesa “ferviente admirador de las empresas que desarrollan biotecnología”, afirma que el 100 % del trigo a nivel mundial sigue siendo no transgénico. Egipto le hizo saber que, ante la ausencia de Rusia y Ucrania, espera “que Argentina pueda abastecer en gran medida la demanda de este país. Pero mostraron preocupación ante la noticia de la liberación del trigo transgénico”.

El contexto bélico lleva a Bioceres y compañía a especular con que el trigo argentino ingrese al mercado y las mesas europeas como un “peor es nada”. Aspiran a que se repita la situación del maíz argentino, que logró ingresar a España y Portugal luego de que flexibilizaran las normas que restringían su acceso por contener ciertos niveles de toxicidad. “Se juegan a que, en este contexto, el trigo entre casi de prepo, porque hay que alimentar”, reveló la fuente.

Otro límite para que la empresa de biotecnología comercialice esta variedad es la ausencia de una ley de semillas. Como explica la misma fuente, con el trigo HB4 “pasa lo mismo que con la soja. La semilla que nace de la planta es igual a la ‘madre’, es decir, a la que sembraste. Copia exactamente todo el material genético. Vos te guardás el 10 % de esos granos de soja para el año que viene y vendés el 90 %”. Las empresas no quieren renunciar a esas “regalías extendidas”: un plus por la siembra de esa misma semilla al año siguiente.

En el terreno local la aprobación del HB4 se hizo de espaldas a la sociedad, lejos de la soberanía alimentaria. “Nosotros solicitamos que se diera información a toda la sociedad y se hiciera una consulta pública conforme al marco del Acuerdo de Escazú, al cual la Argentina suscribe, que plantea la necesidad del acceso a la información en cuestiones ambientales y la licencia social respecto a las decisiones en este ámbito”, señala Massarini.

En diciembre de 2020 Trigo Limpio convocó por su cuenta a una audiencia pública, agrega la investigadora, en la que hubo intervenciones de referentes de la academia y las organizaciones sociales y territoriales. “El resultado de esto tampoco impactó en ninguna decisión, ni tampoco fuimos nunca consultados ni convocados por ningún organismo público”, reconoce.

En Brasil ocurrió otro tanto: tras semanas de deliberaciones, “finalmente se impuso el lobby de la empresa Bioceres”, se lamenta la científica. Trigo Limpio colaboró activamente con colegas brasileños, presentando en las comisiones evaluadoras informes y argumentos por los cuales el país vecino, principal mercado del trigo argentino, no debía autorizar el “evento HB4”.

La ausencia de una ley de etiquetado claro de alimentos en Argentina empeora el estado de indefensión de los consumidores de panes, pizzas, galletas y demás productos que se elaboren con ese trigo rociado con el herbicida. Sin embargo, una ley de estas características tampoco asegura que el trigo convencional no se contamine a través de la polinización, el transporte de semillas y el acopio de granos.

Raquel Chan junto a Fernández, Domínguez y Filmus 
Foto: Presidencia. 

Ciencia empresaria

Medios oficialistas afirman que la patente es “100 % estatal”, propiedad de la UNL y el Conicet. Sin embargo, “la semilla es de Bioceres”, afirman fuentes cercanas al sector. “¿Por qué se molestaría Bioceres en hacer campaña de prensa o una inversión si la ganancia va a ser estatal, de una universidad? No tiene sentido”.

Trigo Limpio enfatiza, por su parte, que, aunque han contribuido a mejorar la calidad de vida de las personas, la ciencia y la tecnología “no son neutrales” y “están atravesadas por valores e intereses” que no necesariamente aportan al bienestar general. La agrupación considera “preocupante” que se busque instalar la imagen de científicos destacados para justificar políticas “funcionales” a los sectores concentrados del poder.

Chan es la celebrada cara visible del trigo transgénico de Bioceres, corporación con la que el Instituto de Agrobiotecnología del Litoral colabora desde comienzos de los 2000. En 2020 la científica firmó junto a Federico Trucco, CEO de Bioceresun estudio de caso sobre el rendimiento del trigo y la soja con tecnología HB4.

A los sectores que presentan evidencias científicas que contradicen “estas miradas hegemónicas, reduccionistas y sin licencia social” se los presenta “como obstaculizadores del desarrollo del país”, advierte Trigo Limpio.

La estrategia del colectivo es, en palabras de Massarini, “informar a la sociedad de aquello que es invisibilizado por los medios hegemónicos, y por otro lado seguir difundiendo la idea de que hay otras maneras de producir y consumir, amigables con el ambiente y la salud”.

Hay otra manera

La administración del Frente de Todos tiene la necesidad de ponerle un sello verde a su política extractivista. Así, la megaminería es “sustentable”, el fracking es una “tecnología puente” hacia la transición energética y el trigo HB4 es la alternativa ante la sequía extrema causada por la crisis climática.

Para el periodista Patricio Eleisegui la creación de la Dirección de Agroecología no implica una apuesta del Gobierno en ese sentido. Con conocimiento de causa, considera que esto obedeció al peso que “por abajo” ejercieron los territorios, Renama (Red Nacional de Municipios y Comunidades que fomentan la Agroecología) y otros nodos agroecológicos.

“Siempre tuve la sensación de que el Gobierno la termina definiendo a regañadientes, con un poco de respaldo de Basterra en su momento, pero después totalmente tirado por la borda con la elección de Julián Domínguez”, analiza.

Antes que “poner en discusión el statu quo”, para Eleisegui estas dependencias agroecológicas buscan cumplir con la obligación de “mostrar una alternativa”. Lo confirmó cuando abordó a Javier Rodríguez, ministro de Desarrollo Agrario bonaerense, quien negó enfáticamente que el programa Promoción de la Agroecología significara apostar al 100 % a estas prácticas.

Para el autor de Envenenados, este posicionamiento se puede extender al ámbito nacional: aunque muestra la agroecología, “la decisión de la gestión de Alberto Fernández es promover el agronegocio tal como lo conocemos, acentuar lo que se ha hecho en los últimos veinticinco años en términos de liberación de transgénicos y paquetes tecnológicos con uso de agrotóxicos“.

La dirección agroecológica debe “remar contra la corriente“ y sortear la escasez presupuestaria de la gestión de Domínguez, que en palabras de Eleisegui representa la vuelta “del agronegocio duro, el agronegocio transgénico con centro en Rosario». Para el especialista no están claras las perspectivas de la modesta dependencia ante “un aparato gigantesco que está yendo justamente para el lado contrario”.

Trigo Limpio reclama que el Congreso sancione leyes que impulsen la agroecología. Para la bióloga Massarini la salida son estas prácticas “de pequeña y mediana escala capaces de producir alimentos sanos a precios razonables”.

El “tratamiento interdisciplinar”, la participación popular y el diálogo entre saberes científicos, ancestrales y comunitarios son fundamentales. Por sí misma, la ciencia no puede ser la única en dar respuestas a los problemas socioambientales del presente, en especial porque muchos de sus desarrollos contribuyen a la crisis ambiental.

Aunque el agronegocio sigue siendo casi indiscutible en los medios concentrados, Massarini se esperanza con la existencia de “muchas publicaciones y espacios independientes, sin conflictos de intereses”, dispuestos a hablar de agroecología, “la promesa de un futuro con cierta calidad de vida que permita transitar y quizás superar esta crisis ambiental sin precedentes”.

Foto: Adam Gault | Getty Images

Hechos

  • En octubre de 2020, el Senasa aprobó el trigo transgénico HB4 a través de la Resolución 41/2020.
  • Argentina fue el primer país en aprobar este trigo para consumo humano.
  • La comercialización estaba sujeta al OK de Brasil, principal mercado del cereal argentino, que se produjo en noviembre de 2021.
  • En 2022 lo habilitaron Colombia, Australia y Nueva Zelanda.
  • La Unión Europea aún no respondió las presentaciones para su aprobación.
  • Argentina tiene un lamentable récord mundial: se aplican 525 millones de litros de agrotóxicos por año, doce litros por habitante.