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Estudio sobre inseguridad alimentaria revela que quien siembra también pasa hambre.

La inseguridad alimentaria se presenta cuando una persona no tiene acceso regular y permanente a los alimentos y puede clasificarse en leve, moderada y severa. Con base en esta definición, la investigación desarrollada por la Red Brasileña de Investigación en Soberanía y Seguridad Alimentaria (Red PENSSAN), en asociación con Ação da Cidadania, ActionAid Brasil, Fundación Friedrich Ebert – Brasil, Instituto Ibirapitanga, Oxfam Brasil y Sesc, revela que, en dos años, más de 14 millones de personas en Brasil pasaron a vivir con hambre, totalizando 33,1 millones de brasileños en esta situación.

El país, que ya ha sido un referente internacional en políticas públicas para combatir el hambre (entre 2004 y 2013), en 2020 concentraba el 9% de los hogares con residentes en situación de hambre. En 2022, el 15,5 %, o 33,1 millones de personas no tienen qué comer, y más de la mitad (58,7 %) de la población sufre inseguridad alimentaria.

Entre los diversos datos alarmantes, destacamos la contradicción que sería el recrudecimiento del hambre entre quienes siembran, los campesinos. En las zonas rurales, la inseguridad alimentaria (en todos los niveles) estaba presente en más del 60% de los hogares. Leonel Wohlfahrt, educador de la FASE en Mato Grosso, analiza que esta escasez de alimentos en las zonas rurales es el resultado de la falta de apoyo en las políticas públicas en los últimos cinco años, lo que hace que las familias campesinas no puedan producir ni en cantidad ni en diversidad de alimentos.

Otro aspecto que destaca Leonel es el cambio climático, que para él profundizó el problema del aislamiento por la pandemia. “En Mato Grosso, especialmente en el Pantanal y el Cerrado, estamos viviendo una sequía intensa y una distribución diferente del agua [un período con mucha agua, otro muy seco]. Se necesitan políticas públicas para aprender a convivir con ello, dado que durante la sequía y los incendios se perdió mucho material genético, semillas, plantones, pequeños animales. La recomposición de esto lleva tiempo y es necesaria la intervención pública. Por otro lado, los precios de los alimentos aumentaron. La inseguridad alimentaria severa [hambre] en el estado de Mato Grosso es del 18,6%, muy superior a la media nacional. Por otro lado, la agroindustria está dando vueltas diciendo que alimenta a la gente, incluso la gente aquí se muere de hambre. Tal contradicción. El campo se muere de hambre”.

“No se puede seguir diciendo que el agro es tech, que el agro es pop, si es este mismo agro el que usa más agua, deforesta, usa más pesticidas, contribuye al cambio climático y dificulta el manejo de los agricultores familiares”.

sobre el estudio

Las entrevistas se realizaron entre noviembre de 2021 y abril de 2022, en 12,745 hogares, en áreas urbanas y rurales de 577 municipios, en 26 estados y el Distrito Federal. La Seguridad Alimentaria y la Inseguridad Alimentaria fueron medidas, una vez más, por la Escala Brasileña de Inseguridad Alimentaria (Ebia), que también es utilizada por el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE). La encuesta anterior, de 2020, mostró que el hambre en Brasil había vuelto a niveles equivalentes a los de 2004.

En Brasil en 2022, solo 4 de cada 10 hogares logran mantener el pleno acceso a los alimentos, es decir, están en condición de seguridad alimentaria. Los otros 6 hogares se dividen en una escala, desde los que siguen preocupados por la posibilidad de no tener alimentos en el futuro hasta los que ya tienen hambre. Según la encuesta, en números absolutos, hay 125,2 millones de brasileños que han experimentado algún grado de inseguridad alimentaria. Se trata de un incremento del 7,2% desde 2020, y del 60% respecto a 2018. “Las medidas tomadas por el gobierno para contener el hambre hoy son aisladas e insuficientes, ante un escenario de alta inflación, sobre todo en alimentos, desempleo y la caída de los ingresos de la población, con mayor intensidad en los segmentos más vulnerables”, evalúa Renato Maluf, coordinador de la Red PENSSAN.

El continuo desmantelamiento de las políticas públicas, el empeoramiento del escenario económico, el recrudecimiento de las desigualdades sociales y el segundo año de la pandemia del Covid-19, tornaron aún más perverso el panorama de esta segunda encuesta. “Los caminos escogidos por la política económica y el manejo temerario de la pandemia solo podrían conducir a un aumento aún más escandaloso de la desigualdad social y el hambre en nuestro país”, señala Ana Maria Segall, epidemióloga e investigadora de la Red PENSSAN.

“Si, por un lado, la evidencia presentada en este Informe refleja este ambiente de degradación social y, por lo tanto, de retrocesos institucionales que contribuyeron al empobrecimiento de la sociedad brasileña en el contexto de la pandemia de Covid-19, por otro lado, indican la amplitud de los desafíos que implica superarlos. La sinergia entre la inseguridad alimentaria y otras inseguridades que hoy afectan la supervivencia humana da una clara dimensión a la agenda de reconstitución del aparato institucional y reorientación de las estructuras económicas y políticas hacia la reducción de las desigualdades y la mejora de las condiciones de vida. Para ello, no bastará solo con reactivar la economía a través del crecimiento, sino su reconexión con principios de igualdad, el rescate de los derechos humanos, incluyendo la alimentación adecuada.