El Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica (IPDRS) organizó el conversatorio “Reflexiones sobre la situación de la academia en el nuevo contexto brasilero y sudamericano”, como cierre de la visita del geógrafo Carlos Walter a Bolivia.
Oscar Bazoberry, coordinador general del IPDRS, explicó la alianza existente entre la iniciativa del Movimiento Regional por la Tierra y Territorio y el Laboratório de Estudos de Movimentos Sociais e Territorialidades (LEMTO) de la Universidad Federal Fluminense, en la sistematización de historias inspiradoras de acceso a la tierra y territorio, y una serie de encuentros que se han promovido junto a organizaciones y líderes de procesos brasileros. Precisamente, el momento actual, es un punto de inflexión donde necesitamos inspirarnos en las experiencias de resistencia de diferentes territorios, para contrarrestar los efectos de la agresión del extractivismo. En particular, mencionó Bazoberry, la Amazonia es una región preocupación colectiva porque diversos actores están potenciando la transformación de la frontera agrícola, en un contexto político que prima intereses económicos de grupos privilegiados.
La charla que motivaría el conversatorio estuvo a cargo del profesor Porto- Gonçalves, quien desde una agenda de investigación propia, compartió su voluntad por intercambiar criterios, renunció a la lectura de su trayectoria basada en sus hitos académicos y propuso marcar la trayectoria de lucha política desde la academia de un hijo de obreros, formado con un compromiso histórico hacia la desterritorialización, para revertir experiencias de despojo, que le afectan personalmente y le impulsan a la denuncia.
Desde este principio de humildad y explicitando la posibilidad de equivocarse en el proceso, Porto- Gonçalves compartió su buena voluntad por pensarnos en clave territorial, y reconocernos más allá de la geopolítica. Realizó una valoración de intelectuales bolivianos como Sarela Paz, Oscar Olivera, Silvia Rivera, Luis Tapia, los dos últimos presentes en el conversatorio, entre otros; y proponiendo una continuidad de trabajo conjunto.
Introduciéndose en materia, Carlos Walter, parte de la incomodidad del fenómeno Bolsonaro y se pregunta, ¿Qué fenómeno es éste? En Brasil, a inicios de 2018 no existía una antipatía o voluntad popular respecto a Bolsonaro. Él mismo, como político se autodenominaba “antisistema”, no se identificaba ni con partidos de derecha ni de izquierda. Inclusive, promovió la noción de “familia Bolsonaro”, como un partido Bolsonaro, donde tres de sus hijos lograron su ascenso político.
Se trata de un fenómeno ideológico, político cultural a entender. ¿Cómo se convierte en el líder de la octava economía del mundo? Un país de 230 millones de habitantes, que elige a una candidatura de bajo nivel en todos los aspectos. Comprender este fenómeno permitirá visibilizar la lógica de la política a nivel global.
Existen varios ejemplos de procesos electorales en el mundo, que tuvieron un desenlace incomprensible. El referéndum en Colombia para aprobar el acuerdo de paz, que hasta el día de la votación señalaba al SI; sin embargo, en los resultados ganó el NO. La elección de Trump en Estados Unidos, la gente afirmaba, “dormimos con Hilary Clinton Presidente y despertamos con Trump al poder”, y otras elecciones en Europa, que se decidieron bajo la influencia de la información movilizada en WhatsApp, Twitter o Instagram.
Bolsonaro planteó que no requería de tiempo en la televisión porque contaba con las redes sociales. Un político que durante 28 años fue invisible en la política, y cuya base social es de militares en la defensa de sueldos, con votos cautivos como un sindicalista militar.
A partir de septiembre, las televisoras hablan del escándalo del atentado que sufrió Bolsonaro, con una puñalada en el abdomen. Logran votos garantizados de las iglesias pentecostales, que habían logrado representación política formal, y varios diputados a su favor. Resulta importante analizar este fenómeno, para prevenir lo que puede suceder en otros países, es una alerta. No subestimemos el poder de líderes que no necesitan partidos, Bolsonaro utilizó una sigla sin compromiso ideológico.
En su campaña Bolsonaro enunciaba que el sistema político está podrido, que había que cambiar todo, y ese discurso era tradicionalmente de la izquierda. Ahora se reencarna en la extrema derecha. Somos conscientes que los errores del Partido de los Trabajadores (PT) son inmensos, pero no son suficientes para explicar el fenómeno Bolsonaro.
Uno de los errores del PT fue la falta de movilización social para impedir el “impeachment” de Dilma, para la defensa del legítimo mandato de Dilma. También el “impeachment” preventivo de Lula, para evitar que pueda elegirse, pues ya contaba con 36 % de la preferencia en encuestas. Su prisión abrió un vacío en el campo político, que vino a llenar la derecha.
Bolsonaro tiene dificultades para gobernar, su mayor oposición es él mismo, dice algo en la mañana y lo desdice en la tarde. Su dominio está basado en la privatización de la economía, acabar con la seguridad social como responsabilidad del Estado, dejar la economía en manos del capital financiero. Mientras tanto, en educación, en 4 meses tuvimos dos ministros, el último no tiene proximidad con el conocimiento; en ese ámbito, las políticas nacionales dividen las responsabilidades según las instancias, la enseñanza básica está en manos de los municipios. Y el ministro de educación declara que el Gobierno Federal debe invertir en la enseñanza básica, afirmación que sería anticonstitucional.
El problema viene de antes, las inversiones en ciencias humanas en Brasil no pasaban de 2 %, esto ocurrió en gobiernos anteriores. No requerimos de Bolsonaro para subestimar las ciencias humanas. Brasil brinda condiciones privilegiadas en la universidad, altos salarios, becas, oportunidades, etc., y a pesar de ello, la universidad demostró poco compromiso social con los pueblos, y esta forma de operar desde la academia genera frustración social, por eso Bolsonaro encuentra eco a sus críticas. Las universidades no son defendibles en su generalidad, a excepción de algunos centros de investigación en Bahía, Para, la Frontera Sur, con propuestas comprometidas.
Bolsonaro está obligando a la universidad a politizarse. En el pasado, los militares tuvieron un papel protagónico en la instalación de la universidad, los programas de becas fueron creados por militares, en la post guerra se motivaron por tener tecnología de punta para manejar energía nuclear. El proyecto nacional desarrollista tuvo protagonismo de las universidades, por ejemplo, Petrobras creada en los años 50, está vinculada a un centro de investigación universitario en Rio de Janeiro, para desarrollar tecnología. La Empresa Nacional de telecomunicaciones tiene la UNICAMP, un centro de investigación financiada con dinero público, al igual que la EMBRAER, Empresa Brasilera de Producción de Aviones. La empresa Brasilera de Telefonía, junto a la universidad de Bahía que aportaba con información en telefonía. Con el neoliberalismo se quebró la relación con las universidades, porque se privatizaron las empresas, y las universidades quedaron sin un rol definido.
¿Qué pasó con el gobierno de Lula? Expandió la universidad, dobló los cupos, y promovió el ascenso social. En este momento, la universidad produce profesionales que ascienden en la economía propia, sin vínculo o compromiso social. Al mismo tiempo, los pueblos indígenas tienen cupos universitarios, pero al pasar por allí, se desvinculan de sus luchas históricas.
La universidad debe ser un espacio de compromiso con la sociedad, su acceso libre es un desafío nuestro. Bolsonaro con sus críticas al marxismo cultural, responde al discurso de la derecha a nivel global, eso representa el ataque a grupos sociales como mujeres, pueblos indígenas, afrodescendientes, comunidades transexuales, entre otros.
Con estas alertas lanzadas, se le preguntó sobre los pueblos indígenas, la disponibilidad de la tierra y la seguridad jurídica para ellos. El profesor Porto- Gonçalves reflexionó sobre la persistente disputa de los recursos naturales y la proliferación, de la minería y el cultivo de commodities como aquel patrón de acumulación de capital que no se transforma hace décadas, ni en el Brasil, ni en el resto de la región.