II Censo Nacional Agropecuario. El gobierno acepta que la acumulación de tierra es un problema estructural del campo colombiano. Los campesinos viven en la miseria. Urge reforma agraria.
Las cifras del Tercer Censo Agrario Nacional, dadas a conocer por el Presidente de la República Juan Manuel Santos, y el director del Departamento Administrativo Nacional de Estadística, Dane, Mauricio Perfetti del Corral, muestran una verdad de a puño sostenida por los campesinos del país: la raíz del conflicto está en el latifundio.
De acuerdo con Perfetti, el Censo abarcó 1.101 municipios del país, 32 departamentos, 20 áreas no municipalizadas, 773 resguardos indígenas, 181 tierras de comunidades negras y 56 parques nacionales naturales. Sin embargo, las cifras publicadas no están suficientemente desagregadas y muestran una generalidad que permite cuestionamientos.
En cualquier caso los números son desalentadores. El 0.4% de los propietarios abarcan casi la mitad de la tierra cultivable en Colombia y la pobreza llega a un 44,7%, es decir la mitad de los campesinos están en la miseria. El campo colombiano se encuentra a merced del latifundio y la miseria.
Así lo reconoce el propio mandatario en la entrega de los resultados de la medición: “Esto lo que nos muestra es que el campo sigue en un atraso enorme frente al resto del país. Ahí se concentra la pobreza, ahí se concentra la desigualdad y por eso el país tiene que volcarse hacia al campo, si queremos ese país con más equidad que todos estamos soñando y si queremos ese país en paz”.
Histórica petición
Para el presidente de la Federación Sindical Agraria, Fensuagro, Eberto Díaz, los resultados obtenidos del censo son muestra de la política de estado contra el desarrollo rural. Una de las peticiones históricas del movimiento campesino es la desconcentración de la tierra: “Este censo en cierta medida arroja resultados que no son del todo concretos. Nosotros hemos dicho que incluso esas cifras pueden ser más inequitativas. De acuerdo a nuestras mediciones la acumulación de tierra puede estar por el orden del 63% y la medición multimodal de la pobreza en el censo no es clara. No sabemos cuál es la metodología de la medición y si en ella se tuvo en cuenta la ausencia de agua potable, la precaria infraestructura, precaria vivienda rural, la falta de energía en el campo y el nulo acceso al crédito. Antes del censo nosotros hemos venido señalando la crisis del campo y las soluciones estructurales de una reforma agraria integral”, subraya Eberto Díaz.
Pobreza
Las cifras del campo son contradictorias. El gobierno nacional presentó un diagnóstico del campo colombiano en el Plan Nacional de Desarrollo 2014-2018; allí se asevera que la pobreza, en determinadas zonas, puede ser de un 74% hasta un 80%, si se trata de la periferia rural. Pero las cifras del Dane muestran una reducción en la pobreza que llega apenas a un 44,7%.
“Hoy todas las políticas están dirigidas a fortalecer los agronegocios. La política agropecuaria del país deja a un lado el fortalecimiento de la economía campesina. El pasado 20 de julio en la instalación del Congreso de la República, el Presidente hablaba de dos proyectos estratégicos para el campo, el de Zonas de Interés de Desarrollo Rural y Económico, Zidres, y el Estatuto Rural. Pero esos dos instrumentos no servirán si no se llama a las organizaciones campesinas para diseñar mecanismos que resuelvan gran parte de la crisis del sector. Decimos que es necesaria la congelación de los tratados de libre comercio, que fueron firmados a la ligera para enfrentar los efectos que produce”, explicó Eberto Díaz.
Metodología
La metodología está cuestionada. Para el joven campesino y experto agrario, Jaime Muñoz, el censo debió hacerse de la mano de las comunidades rurales para tener un cien por ciento de efectividad y una medición más fiel a la realidad: “El censo arranca después de acordarse el primer punto agrario en La Habana, y es un contrasentido que las delegaciones de paz en Cuba acuerden que las comunidades agrarias son el pilar fundamental del desarrollo agrario integral y este censo no contó con esas comunidades pues la metodología utilizada por el Dane no se ajusta a las realidades agrarias que viven las familias campesinas”, explica Muñoz.
El Censo pudo ser la oportunidad para reconocer al campesinado como actor político y social, pero no fue así. “De nuevo fuimos excluidos de la participación y convencidos que buena parte de esos números que fueron expuestos por el Presidente y el director del Dane, están lejos de las realidades del mundo rural”, sentencia Muñoz, quien desde el departamento del Cauca, se ha movilizado en los últimos años reclamando una reforma agraria integral.
Esa realidad a la que se refiere Muñoz es la de los municipios encuestados. La cobertura operativa del censo fue del 98,9%, asegura el gobierno nacional, pero la duda se genera, según Jaime Muñoz, cuando se contrasta la visita de los encuestadores a las zonas rurales de los 1.101 municipios.
La primera etapa del censo se desarrolló en los departamentos de Tolima, Quindío, Atlántico y Risaralda y las siguientes fases dependían del acceso a la zona. Según Muñoz, “el Dane se enfrentó a los mismos escenarios difíciles de nuestros campesinos, por ejemplo carencia total de vías de comunicación y por eso creemos que no tuvo la capacidad de llegar al corazón del campesinado y encuestar efectivamente”.
Educación
Otra cifra que llamó la atención fue el desarrollo educativo del campesinado colombiano. Respecto a la población joven en un rango entre 17 y 24 años, dice el Dane, aumentó el porcentaje de personas que asiste a alguna institución educativa. Pasó de un 15,3% en el censo del 2005 a un 25,4%. Es una cifra vacía, afirma Muñoz. La institución encuestadora no hace mención específica de los campesinos que cursan el ciclo escolar completo, es decir primaria, bachillerato y educación universitaria, tiene en cuenta los jóvenes matriculados a instituciones educativas pero no mide la deserción escolar o la finalización exitosa de los estudios.
“Un elemento que no se tuvo en cuenta es que el año escolar inicia en febrero pero en la inmensa mayoría de municipios agrarios se nombran los maestros dos o tres meses después y eso lo que genera es una migración de estudiantes o un abandono. Un campesino joven tiene necesidades educativas elementales: sumar, restar, multiplicar y dividir, aprender a leer y escribir porque eso es suficiente para su vida diaria y hasta ahí llegan porque no existe un proceso educativo que garantice mayor conocimiento”, explica Jaime Muñoz.
Los voceros campesinos coinciden en exigir al gobierno nacional que tome medidas acertadas para solucionar en parte la crisis agraria. Una de ellas es implementar los acuerdos de La Habana, la eliminación de los tratados de libre comercio que han golpeado el desarrollo económico del campesinado e iniciar una reforma agraria integral que transforme las relaciones inequitativas del campo colombiano.