Estaba oficialmente establecido que cada 24 de junio, deberíamos exaltar las cualidades de la raza nativa. Aunque esta conmemoración ha pasado al olvido, lo rescato en esta nota para que se sepa que los peruanos ancestrales no olvidamos nuestros orígenes. Lo llevamos muy presente. La dominación ha dejado rencores, pero estos se extinguirán cuando la reivindicación, las redima.
Por Milcíades Ruiz*
23 de junio, 2021.- Estaba oficialmente establecido que cada 24 de junio, deberíamos exaltar las cualidades de la raza nativa. Aunque esta conmemoración ha pasado al olvido, lo rescato en esta nota para que se sepa que los peruanos ancestrales no olvidamos nuestros orígenes. Lo llevamos muy presente. La dominación ha dejado rencores, pero estos se extinguirán cuando la reivindicación, las redima.
El genoma andino está esparcido en todos los ecosistemas de los Andes donde los apus moran desde tiempos inmemoriales. Desde los valles más profundos hasta las montañas cordilleranas, se mantiene latente la añoranza histórica de nuestras grandiosas culturas que contrastan con el actual sistema de opresión social. Este espíritu de recuperar la patria perdida está presente en todos los países hermanos que fueron parte del Tahuantinsuyo antes de que los “mistis” extranjeros se repartieran su territorio. Es el sello de garantía de que la lucha por la reunificación no será olvidada.
Nuestros ancestros pudieron haber sido del Chinchaysuyo, Collasuyo, Antisuyo o Contisuyo, pero en todos los descendientes ancestrales amazónicos, collas, mochicas, chachapoyas, tallanes, waris, huancas, chancas, mapuches, tiahuanaco y demás sociedades autóctonas andinas, late el fuego de la reivindicación ancestral que no se extinguirá jamás, mientras no se recupere el dominio y los valores de nuestra heredad cautiva.
Ni los más crueles y sanguinarios abusos de los expropiadores europeos que nos arrebataron nuestra patria ancestral, ni las brutales represiones de sus descendientes republicanos han podido extinguir este sentimiento que llevamos muy dentro de nuestras vidas.
Hace miles de años, los pueblos andinos surgieron y se desarrollaron autónomamente habitando territorios donde trabajaban en armonía con la naturaleza. La familia fue la base de la organización social. Así surgieron los ayllus a partir de los apus ancestrales fundadores del árbol genealógico que se fue extendiendo por valles y cuencas, generando pueblos de la misma etnia, con un mismo leguaje, organización social y cultura. A partir de los ayllus, la parentela ancestral fue gestando nacionalidades étnicas con autonomía económica, idiomática, cultural y política.
El desarrollo de la agricultura fue la base económica que permitió asegurar el bienestar sostenido de toda la etnia. El trabajo mancomunado otorgaba el derecho social al disfrute comunitario. Todo se compartía. La asamblea decidía de la forma más democrática, con la participación de todos los miembros germinales de la sociedad. Aunque los pueblos fueron creciendo y expandiéndose, esta forma de autogobierno prevaleció siempre como gestión comunitaria.
Los valores sociales provenían del reconocimiento ancestral a los líderes, del respeto a los mayores, de la cooperación y la honestidad. Todos llevaban el apellido del jefe de familia que a su vez descendía del fundador del ayllu y de los ancestros legendarios identificados con el cóndor (Condori), con la serpiente (Amaru), con el puma (Pumacahua) o con otra deidad. El líder natural tenía lazos familiares con todos y era su responsabilidad velar por todos ellos. Al no existir la propiedad privada tampoco surgían las ambiciones personales y todo mejoramiento era compartido en sociedad.
Con este sistema de vida, nuestros ancestros lograron desarrollar muchos productos alimenticios entre granos, hortalizas, frutales, raíces, tubérculos, ganadería nativa y crianzas menores, como jamás hizo civilización alguna. Desde los orígenes de la civilización andina, la coca fue el alimento básico y se cultivó como planta sagrada pues no solamente los alimentaba con sus excelentes vitaminas y minerales, sino también, les daba mayor energía para el trabajo, evitaba la hambruna en los malos años agrícolas y hasta predecía la suerte. Gracias a la coca, pudieron salvarse del exterminio total. Cultivar coca nunca fue un delito y tampoco ahora lo es. La maldad de su uso indebido vino del extranjero.
La ganadería autóctona, proporcionaba carne sana para la alimentación y materia prima para la vestimenta, calzado y otros enseres de uso general. La crianza del cuy no solo proporcionaba carne de alto valor nutritivo sino también, permitía diagnosticar graves enfermedades internas. La manufactura de harinas y deshidratados complementaban la seguridad alimentaria. Las plantas medicinales otorgaban la seguridad de la salud.
Pero nunca lo hicieron por lucro ni ambición individualista, toda vez que la economía giraba en torno al beneficio común, sin apropiación privada de los medios de producción. Sus proezas en medicina, arquitectura, ingeniería agrícola, textilería, cerámica, metalurgia y más, realizadas en faenas comunitarias, no tienen parangón con otras civilizaciones del mundo. Ninguna como la andina, ha aportado tanto al bienestar de la humanidad y alimentación mundial. La papa se come en todo el mundo, como otros alimentos de origen andino.
El profundo conocimiento de la naturaleza y sus principios, generó la filosofía de cosmovisión andina que se tradujo en ciencia astronómica y tecnologías de aplicación práctica en todas las actividades de la vida diaria. Crearon su propio sistema para medir el tiempo y un calendario anual completo. Con admirable exactitud, ubicaron el momento preciso del solsticio de verano y el de invierno así como, los equinoccios de otoño y primavera. La ciencia astrofísica lo ha corroborado.
El solsticio de invierno en el hemisferio sur de nuestro planeta ocurre indefectiblemente 21 de junio de cada año, fecha en que nuestro planeta cambia de inclinación (23,5° de inclinación) con respecto al sol, determinando la noche más larga del año, pues el sol tarda en aparecer. Es el año nuevo andino que marca el fin del ciclo anual y el comienzo de uno nuevo. De allí que, hasta hoy, celebremos la fiesta del sol o el Inti Raymi, como gesto de gratitud y esperanza.
Y cómo no estar agradecidos del astro sol, si todo en la vida depende de su presencia. Nos libra de la oscuridad eterna y engendra la vida que germina emergiendo de la madre tierra. La temperatura, las lluvias que traen agua, el clima en que se desarrolla todo ser vivo, la recarga de energía que nos provee diariamente, la protección de la salud, la madurez de los frutos, la prosperidad de las cosechas y en fin, todos los procesos vitales, se lo debemos a su influencia. Su veneración no era el resultado religioso de falsedades improbables sino, la convicción comprobada sustentada en la cosmovisión andina como fuente de sabiduría y filosofía.
Pero los ayllus originales evolucionaron y fueron inevitables las confrontaciones guerreras propias de toda expansión territorial. Se gestaron diversas culturas de integración regional cuyos restos arqueológicos generan hoy, asombro y admiración mundial. Sin embargo, las guerras de conquista entre andinos no cambiaba el sistema social imperante en los ayllus y naciones originarias. Los jefes ancestrales o, curacas seguían representando a los pueblos conquistados, manteniendo toda la estructura social y económica, aunque reconociendo la sujeción a la etnia aglutinadora predominante.
Todo ese desarrollo autárquico se fue forjando hasta llegar al Tahuantinsuyo bajo el liderazgo de los Incas. El gobierno territorial generó un Estado político social que mantuvo el sistema de autogobierno, reconociendo la autonomía local de los ayllus y la autoridad de sus curacas. El intercambio de productos era bajo la modalidad de trueque y no, por afán de lucro. No había lugar para la corrupción ni para la apropiación del trabajo ajeno como negocio porque el sistema no lo permitía. El Tahuantinsuyo fue en su tiempo, el Estado más desarrollado de nuestro continente hasta el siglo XVI, sobre una base totalmente propia, autosuficiente y forma de autogobierno comunitario desde la base social.
Ese esplendoroso desarrollo autónomo se cortó a partir del año 1532, con la llegada de invasores del continente europeo que sometieron al Tahuantinsuyo con el poderío de sus armas de fuego. Ellos trajeron e impusieron otro sistema de vida, de organización social y de gobierno. El lucro como forma de vida, la propiedad privada de la tierra y medios de producción, el dinero como factor de clasificación social, la explotación humana a costa de la fuerza ajena. Superpusieron el individualismo sobre lo comunitario, lo privado sobre lo social, estimulando la sustracción de riquezas minerales, el despojo violento de la propiedad ajena y la apropiación engañosa del intercambio desigual mediante el comercio. Sembraron la maldad de la usura y la codicia. La política fraudulenta y la falsa democracia. Las leyes de sometimiento social y el ordenamiento social según el poder económico.
Los invasores provenían de sociedades que habían evolucionado a formas de poder de dominación con gran desarrollo de las armas de guerra, navegación, y acumulación de riquezas. Predominaba la acumulación de oro y plata como fuentes de poderío de un reino o monarquía. El rey o emperador era el gobernante todopoderoso de un sistema de dominación brutal sobre sus súbditos. Era el que otorgaba la posición social de cada cual según sus títulos de nobleza. Amparaba las creencias religiosas para afianzar su dominación, haciéndolas obligatorias para los gobernados, en colusión con los jefes de iglesias que atribuían al emperador origen divino.
La riqueza acumulada, daba a las monarquías europeas poder militar, comercial, y capacidad para prosperar en todos los aspectos. Este, era el objetivo de apropiarse de otros territorios para sustraerles sus riquezas como ocurrió con el descubrimiento de nuestro continente. Los enfrentamientos entre monarquías europeas eran frecuentes, haciendo prosperar el arte de la guerra que se desarrolló mucho más con las armas de fuego usando pólvora. Fue con esa ventaja que, los conquistadores españoles pudieron vencer y tomar posesión del Tahuantinsuyo, arrebatándonos nuestra patria ancestral.
Destruyeron el Estado Incaico y su autonomía de desarrollo comunitario. Desde entonces toda la población autóctona fue obligada a trabajar para el engrandecimiento de otro país en vez de hacerlo para el propio. Al perder su sistema de autogobierno, nuestro territorio fue anexado al imperio español y en cumplimiento del “Estado de Derecho Monárquico”, la vida de la sociedad autóctona pasó a depender de las decisiones de un gobierno lejano, situado en otro continente. La economía nativa perdió su desarrollo autónomo y cambió de orientación en función de la economía monárquica extranjera. Se dejó de lado la agricultura, priorizándose la producción metálica y el comercio. Nunca más la sociedad andina recuperó su autonomía y aún hoy, es una lucha pendiente.
El Tahuantinsuyo era la patria de nuestros ancestros y fue avasallada. El Estado de Derecho Incaico fue reemplazado por el Estado de Derecho Monárquico cuya aplicación en las colonias sometidas, se tradujo en virreinatos dependientes del imperio español. De este modo, los conquistadores e invasores posteriores se atribuyeron el derecho de apropiarse de las tierras de los ayllus, confiscar todo tesoro de oro y plata, imponiendo tributos a la población nativa para el sostenimiento del imperio español. Esa dominación colonial descuartizó el Tahuantinsuyo dividiendo a los pueblos andinos en diversos virreinatos. Aun hoy, existen naciones ancestrales de un mismo origen genético e idioma y sin embargo, habitan países distintos. La reunificación es también otra aspiración pendiente.
Pero además, la población autóctona fue obligada a sufragar los sueldos de las autoridades virreinales o, “corregidores” mediante el abusivo sistema de “repartimientos” de mercadería no deseada e inútil entre las familias nativas. Estas estaban obligadas a pagarles elevados precios bajo penas severas y despojo de sus pertenencias. Los colonialistas establecieron el trabajo forzado de “mitas” obligando a toda familia nativa a dar una cuota humana para el trabajo esclavizante en las minas y talleres manufactureros. Esta obligación abusiva causó el exterminio de gran parte de la población autóctona.
Nuestros ancestros lucharon sin cesar en todas partes, rebelándose contra los abusos virreinales, pero la historia ha ocultado siempre la heroicidad de los pueblos andinos. Solo la rebelión masiva encabezada por Túpac Amaru II, no pudo ser ocultada y su trascendencia histórica llega hasta nuestros días porque la liberación andina quedó inconclusa. Pese a las sangrientas represiones, las sublevaciones prosiguieron en todos los pueblos andinos durante todo el coloniaje y hasta nuestros días, porque es preferible morir por la libertad antes que seguir soportando tanta injusticia. Son muchas las rebeliones ignoradas por la historia oficial, escrita a conveniencia de los opresores.
Nuestros ancestros fueron obligados a seguir las costumbres europeas y a vestirse a la usanza española eliminando toda veneración al sol, a la madre tierra y a los apus ancestrales pues eran consideradas como prácticas subversivas. Los ayllus fueron desarraigados de sus terruños y amontonados en campos de concentración conocidos como “reducciones de indios”. Por ser los curacas quienes lideraban las rebeliones se les despojó de su autoridad natural suplantándola con la de “alcaldes de vara” a la usanza española. Estos eran designados por el “corregidor” entre los traidores y adulones de la autoridad virreinal.
Es innegable que la cultura extranjera de la dominación colonial superpuesta sobre la nativa trascendió en la vida andina en muchos aspectos. Aunque el acceso a la escritura y la lectura fue escaso, la integración a un grado superior de desarrollo económico-social, elevó la base de los conocimientos andinos ya existente. Sin embargo, la crueldad de esa incorporación abrupta fue detestable por el procedimiento genocida de los invasores y la segregación racial absoluta durante siglos en la que los pobladores autóctonos eran apátridas en su propio suelo, tratándolos despectivamente como “indios” (que no lo eran) o, “naturales” sin nacionalidad. Esa segregación racial contra los andinos ancestrales se mantiene hasta nuestros días porque nuestros opresores todavía mantienen su poder.
Pero por otro lado, el sistema monárquico se hizo insoportable en Europa e incompatible con el progreso social. El descontento contra las arbitrariedades y privilegios de la nobleza imperial hizo surgir rebeliones sociales. Justicia, libertad, igualdad, se escuchaba por todas partes pidiendo la abolición de dichos privilegios. A pesar de la represión sangrienta esa lucha fue incontenible, haciendo estallar el régimen monárquico hacia finales del siglo XVIII. Una nueva fuerza social apareció enarbolando la libertad de comercio contra el monopolio de la nobleza. Era el engendro del capitalismo.
De este modo, en Europa se modificó el Estado de Derecho Monárquico entrando en vigor el Estado de Derecho Capitalista. Desde entonces, la persona vale por su dinero y no por sus títulos de nobleza. El nuevo sistema de gobierno tomó la forma de república representativa del pueblo pudiente económicamente, aunque no tuviese título de nobleza. Los caudillos de las demandas antimonárquicas pasaron a ser los políticos que desde entonces asumieron el gobierno de los países.
Esos ideales emancipadores fueron adoptados por los súbditos españoles nacidos en las colonias pues estaban resentidos por los privilegios otorgados en los negocios, a los españoles de origen europeo, ya que estos, tenían monopolio comercial y preferencia en los altos cargos virreinales. La ola de la independencia fue estimulada y financiada por reinados enemigos de España con cargo a obtener beneficios económicos de los nuevos países independientes. La lucha por la independencia de los virreinatos culminó con el establecimiento de nuevas repúblicas. Nació así, la República del Perú como estado independiente sin sujeción al Estado monárquico español.
Pero no se trataba de la liberación del Tahuantinsuyo. Era simplemente, la independencia del virreinato que se separaba de España en beneficio de los colonialistas que se adueñaron del Tahuantinsuyo sin devolver el territorio a la población nativa. Era la emancipación de los amos pero no de los nativos avasallados. El Estado virreinal solo cambió de nombre adoptando la forma republicana. La aristocracia virreinal pasó a gobernar el nuevo estado republicano conservando sus títulos de nobleza, esclavos y vasallos yanaconas indígenas. La aristocracia virreinal copó todos los cargos del poder político y militar de la república.
Para la población autóctona, su situación no cambió porque el Tahuantinsuyo no fue liberado de sus opresores y los descendientes colonialistas siguieron en posesión de la patria ancestral que arrebataron a la población nativa. Posesionados de la maquinaria estatal de dominación, el gobierno aristocrático republicano mantuvo la contribución indígena y la servidumbre feudal de explotación, arrebatando más tierras a los nativos para construir sus feudos. Los supuestos patriotas nos despojaron de nuestra heredad. Sus descendientes hoy, se aprestan a celebrar a lo grande, el bicentenario de esa independencia que no fue de los pueblos andinos sino de los opresores de estos.
Sus descendientes hoy, se aprestan a celebrar a lo grande, el bicentenario de esa independencia que no fue de los pueblos andinos sino de los opresores de estos.
Los colonialistas no devolvieron el territorio hurtado a la población andina ni devolvieron el gobierno del país expropiado. Los opresores colonialistas se disfrazaron de patriotas republicanos para seguir gobernado como hasta ahora, usurpando nuestros derechos legítimos como peruanos ancestrales. Esta república no la reconocemos como nuestra porque es espuria y contiene todos los vicios capitalistas que la hacen insoportable e indignante por el alto grado de desigualdad social, pobreza, corrupción y entreguismo de nuestras riquezas a la voracidad del capitalismo globalizado.
Todo es falso en esta república que mantiene en la postración a los andinos ancestrales y usurpa su representatividad. Su democracia representativa es falsa e hipócrita pues no refleja la composición social de nuestra sociedad. Los gobernantes y sus partidos políticos suplantan la representación de los sectores sociales, excluyéndolos del acceso al poder. Ellos se amparan en un sistema electoral fraudulento para usurpar la representatividad política de los sectores sociales a los que explotan. Es inaceptable que los opresores representen a los oprimidos. Es absurdo que sus lacayos políticos asuman la representación de los oprimidos andinos.
Esta república mantuvo las mal llamadas “reducciones de indios” cambiándolas de nombre como “comunidades indígenas” y luego “Comunidades campesinas” a las cuales mantiene hasta hoy en estado primitivo, en la más indigente situación de abandono. Parte de la población nativa se refugió en los lugares más altos de la cordillera huyendo de los abusos de los opresores, y cuando ya se creían libres de los codiciosos opresores aparecen de pronto ahora como inversionistas extranjeros ambicionando las riquezas de nuestro subsuelo.
El saqueo de nuestras riquezas prosigue como en el virreinato con la complicidad de nuestros gobernantes. Nos dicen que los inversionistas extranjeros traen progreso, trabajo, carreteras y otros anzuelos. Lo que nosotros vemos, es que nos dejan daños ambientales, envenenan nuestras aguas, contaminan alimentos cultivados y pastos para los animales. Nuestra salud se deteriora con los gases y residuos mineros, al paso que nuestro hábitat natural es destruido.
Mientras las riquezas están bajo suelo, somos los dueños, tenemos aire puro y ambiente natural sano. Tan luego son extraídas estas riquezas ya no nos pertenece. Se lo llevan los inversionistas mineros al extranjero como en el virreinato, en tanto que, los pueblos de las rutas mineras siguen padeciendo pobreza como puede verse en los asientos mineros más antiguos. Entonces si los beneficios no compensan los daños, ni las pérdidas de recursos y vidas humanas, es preferible que nuestros cerros se queden como están ya que así, nuestro hábitat se mantiene limpio en estado natural.
Actualmente, un nuevo tipo de colonialismo impera en el mundo. Son las grandes corporaciones capitalistas las que invaden nuestro territorio y nos esclavizan sustrayendo nuestras riquezas con la complicidad de los políticos tradicionales corruptos y vende patria. Seguimos siendo colonias dependientes de las potencias económicas que mediante tratados onerosos, intercambios desiguales, inversiones para sustracción de riquezas e intervenciones políticas y militares nos imponen su dictadura internacional.
Pero, por nuestra visión cósmica ancestral sabemos que, al igual que la etapa monárquica, también el capitalismo se acabará. Todo lo que nace, se desarrolla hasta alcanzar su plenitud, tras lo cual, decae y se extingue. La etapa capitalista de la humanidad ha entrado al ocaso de su vigencia y será reemplazado por un nuevo sistema acorde con las aspiraciones sociales contrarias a la dominación del dinero, donde los intereses comunitarios primarán sobre los intereses individualistas, como en nuestra patria ancestral.
No será para siempre que los descendientes del colonialismo y la opresión capitalista mantengan secuestrada a nuestra patria ancestral. No cesaremos en nuestra lucha por la reivindicación de nuestros valores ancestrales y la recuperación de nuestra heredad. Los tiempos buenos volverán, también el autogobierno sin intermediarios, en el que primen los interese comunitarios sobre los intereses particulares. Hemos resistido por siglos la oprobiosa maldad de los invasores europeos y sus descendientes, pero no han logrado eliminar nuestra rebeldía ni nuestro propósito de recuperar lo que es nuestro.
La veneración a nuestro pasado andino, al grandioso Túpac Amaru II y a nuestros héroes ancestrales ocultados por la historia oficial, sigue firme como la piedra labrada que nos dejaron nuestros antepasados. En nuestros genes llevamos la aptitud y capacidad para crear maravillas mundiales como Machu Picchu. Somos de la misma cantera genética de Túpac Amaru, Túpac Catari, Tomasa Condemaita, Micaela Bastidas y demás patriotas tahuantinsuyanos.
Nuestra utopía no consiste en retroceder en el tiempo. Sino en un sentimiento nacional de justo derecho, de reivindicar nuestros valores de bien común y asumir el gobierno de nuestra heredad a la luz de nuestro tiempo. Acabemos con la postergación de los peruanos ancestrales, sean estos de pura sangre, cholos o mestizos. Reconocemos que en el Perú actual existe una pluralidad étnica y muchos peruanos provienen de etnias de otros continentes que llegaron como esclavos durante el coloniaje, como jornaleros cautivos, como inmigrantes de toda forma. Todos somos peruanos con los mismos derechos y deberes.
Pero lo que reclamamos es equidad. No es justo es que los nativos sean oprimidos por los inmigrantes, que las minorías gobiernen, posterguen y discriminen a la mayoría, como son los peruanos ancestrales. Por justicia nos asiste el derecho de representación mayoritaria en toda instancia de gobierno. Los peruanos ancestrales estamos en la ciencia como también en todas las especialidades profesionales y tecnológicas. Estamos capacitados para dirigir nuestra heredad y compartir equitativamente con todas las etnias. No necesitamos que intermediarios políticos nos representen porque lo podemos hacer directamente por mandato de nuestras asambleas.
No solamente reclamamos nuestros derechos de identidad ancestral, también la autenticidad histórica que acabe con la segregación de nuestros héroes andinos. Nuestra aspiración va mucho más allá del simple indigenismo. Nuestras prácticas milenarias y costumbristas no pueden ser pretextos para mantenernos bajo sepultura sin salida a la modernidad. Tenemos el mismo derecho de todo humano de acceder al disfrute del nivel de vida de las sociedades desarrolladas. Es preciso erradicar toda segregación a los pueblos originarios y a sus descendientes ancestrales en todos los aspectos del desarrollo humano. El actual “Estado de Derecho” es segregacionista, genera injusticias y desigualdad social. No habrá paz social mientras este, no sea cambiado profundamente.
Reclamamos equidad política porque el actual sistema electoral determina una democracia fraudulenta que suplanta la voluntad popular. Esta seudo democracia es la que por casi dos siglos mantiene en la postergación a los peruanos más auténticos. Esto debe terminar. Lucharemos por un sistema político distinto donde la democracia no sea solo nombre sino, la expresión auténtica del pueblo gobernando con la participación de todos los sectores sin discriminación racial, religiosa o de poder económico. Nosotros no buscamos la violencia. Son las injusticias y los abusos de nuestros opresores los que la generan. Solo actuamos en defensa propia.
El actual sistema electoral es antidemocrático. Por ello propugnamos un nuevo sistema sobre la base de la representación directa de los pueblos mediante nuestras asambleas locales, distritales, provinciales y nacionales. Queremos gobernar nuestros valles y cuencas por elección directa sin injerencias afuerinas. Con autonomía de desarrollo y libre disposición de nuestros recursos naturales. Queremos un nuevo Estado democrático en que todas las etnias tengan acceso al poder según la proporción de su masa poblacional en cada ámbito geográfico.
Queremos una nueva república que se rija por los valores ancestrales de honestidad y de beneficio común. Los intereses del conjunto deben estar por encima de los intereses particulares. Pero la única manera de garantizar una democracia verdadera es mediante una república popular que reemplace a la decadente república del dinero. La Asamblea Nacional de representantes del pueblo deberá ser la máxima autoridad de nuestra sociedad.
(escrito el 22 de junio, 2021)
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*Milcíades Ruiz es especialista en desarrollo rural. Dirige el portal República Equittiva: https://republicaequitativa.wordpress.com/ - Otra información en https://republicaequitativa.