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La tarde del sábado 26 de octubre se presentó en el Aula Sinodal el Documento Final del Sínodo de Obispos para la Región Panamazónica. El documento de 30 páginas consta de cinco capítulos, una introducción y una breve conclusión.

Entre los principales temas están la misión, la inculturación, la ecología integral, la defensa de los pueblos indígenas, el rito amazónico, el papel de la mujer y los nuevos ministerios, especialmente en zonas con difícil acceso a la Eucaristía.

El hilo conductor es la “conversión”, comprendida en diferentes sentidos: integral, pastoral, cultural, ecológica y sinodal.

El texto es el resultado del "intercambio abierto, libre y respetuoso", que tuvo lugar desde el lunes 7 de octubre y durante tres semanas de trabajo.

Su objetivo es contar la historia de los desafíos y potencialidades de la Amazonía, el "corazón biológico" del mundo extendido a lo largo de nueve países y habitado por más de 33 millones de personas, de las cuales cerca de 2,5 millones son indígenas.

Sin embargo, esta región, la segunda más vulnerable del mundo debido al cambio climático, se encuentra "en una carrera desenfrenada hacia la muerte", y esto requiere “una nueva dirección que permita salvarla de un impacto catastrófico en todo el planeta” indica el documento.

Capítulo I: Conversión integral

Al inicio el documento exhorta a una "verdadera conversión integral", con una vida sencilla y sobria, al estilo de San Francisco de Asís, comprometida a relacionarnos armoniosamente con la "casa común", y entrar en el corazón de todos los pueblos amazónicos.

La Amazonía posee una realidad multiétnica y multicultural, con el "buen vivir" y el "hacer el bien" como estilo de vida, es decir, vivir en armonía consigo mismos, con los seres humanos y con el ser supremo, en una sola intercomunicación entre todo el cosmos, para forjar un proyecto de vida plena para todos.

Además, se describen “los dolores y la violencia que hoy hieren y deforman la Amazonía”: la privatización de los bienes naturales; los modelos de producción depredadores; la deforestación que afecta a casi el 17% de toda la región.

Asimismo, la contaminación de las industrias extractivas; el cambio climático; el narcotráfico; el alcoholismo; la trata; la criminalización de los líderes y los defensores de la Amazonía; y los grupos armados ilegales.

Capítulo II: La conversión pastoral

Este bloque hace referencia a la naturaleza misionera de la Iglesia: “la misión no es algo facultativo porque la Iglesia es misionera y la acción misionera es el paradigma de toda la obra de la Iglesia”.

En la Amazonía, debe ser "samaritana", debe salir al encuentro de todos; "Magdalena", amada y reconciliada para anunciar con alegría a Cristo resucitado; "mariana", generando hijos a la fe; e "inculturada" entre los pueblos a los que sirve.

Es importante pasar de una "visita pastoral” a una "presencia permanente”. En este sentido, el documento sugiere que las congregaciones religiosas del mundo se instalen allí.

Asimismo, se concede gran importancia al diálogo, tanto ecuménico como interreligioso: "camino irrenunciable de la evangelización en la Amazonía", que debe partir de la centralidad de la Palabra de Dios para iniciar caminos reales de comunión.

En el frente interreligioso, el documento anima a un mayor conocimiento de las religiones indígenas y de los cultos afrodescendientes, para que cristianos y no cristianos, juntos, puedan actuar en defensa de la casa común. 

Señala, además, la urgencia de una pastoral indígena que tenga su lugar específico en la Iglesia. De este modo, se dará mayor impulso misionero entre las vocaciones indígenas, porque la Amazonía también debe ser evangelizada por los amazónicos.

Capítulo III: Conversión cultural

La inculturación y la interculturalidad son herramientas importantes para lograr una conversión cultural para ir al encuentro del otro y aprender de él.

“La Iglesia se compromete a ser aliada de los pueblos indígenas, especialmente para denunciar los atentados perpetrados contra sus vidas, los proyectos de desarrollo depredador etnocidas y ecocidas y la criminalización de los movimientos sociales”, menciona el documento.

Luego afirma: "La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que la defensa de la vida". La Iglesia debe emprender dos tipos de acción para proteger a los pueblos: una pastoral y otra de incidencia, para que los Estados protejan los derechos y la inviolabilidad de sus territorios.

Desde la perspectiva de la inculturación, es decir, de la encarnación del Evangelio en las culturas autóctonas, se da espacio a la teología india y a la piedad popular.

Sus manifestaciones deben ser apreciadas, acompañadas, promovidas y algunas veces purificadas, ya que son momentos privilegiados de evangelización que deben llevar al encuentro con Cristo.

Se rechaza la "evangelización al estilo colonial" y el "proselitismo", en favor de un anuncio inculturado que promueva una Iglesia con rostro amazónico, en pleno respeto e igualdad con la historia, la cultura y el estilo de vida de las poblaciones locales.

En este sentido, propone que los centros de investigación de la Iglesia estudien y recojan las tradiciones, lenguas, creencias y aspiraciones de los pueblos indígenas, fomentando su trabajo educativo sobre la base de su propia identidad y cultura.

Capítulo IV: Conversión ecológica

Ante "una crisis socio-ambiental sin precedentes", el Sínodo invoca una Iglesia amazónica capaz de promover una ecología integral y una conversión ecológica según la cual "todo está íntimamente conectado".

Al reconocer "las heridas causadas por el ser humano al territorio”, se deben buscar "modelos de desarrollo justo y solidario". Es decir, adoptar una actitud que vincule el cuidado pastoral de la naturaleza con la justicia para las personas más pobres y desfavorecidas de la tierra.

La ecología integral no debe ser entendida como un camino extra que la Iglesia puede elegir para el futuro, sino como la única manera posible de salvar a la región del extractivismo depredador, del derramamiento de sangre inocente y de la criminalización de los defensores de la Amazonía.

Los derechos humanos deben ser defendidos y promovidos, como exigencia de fe. En este sentido, se denuncia su violación, se asumen y apoyan, las campañas de desinversión de las compañías extractivas que causan daños sociales y ecológicos a la Amazonía.

Los Estados deben dejar de considerar la región Amazónica como una “dispensa inagotable”. Por el contrario debe desarrollarse un "nuevo paradigma de desarrollo sostenible" que combine el conocimiento científico y el tradicional, en el que los criterios comerciales no estén por encima de los criterios ambientales y de los derechos humanos.

La Iglesia es aliada de las comunidades amazónicas y camina con ellas sin imponer una forma particular de actuar, reconociendo la sabiduría de los pueblos sobre la biodiversidad contra toda forma de biopiratería.

El documento reafirma el compromiso de la Iglesia en la defensa de la vida "desde la concepción hasta su ocaso", y en la promoción del diálogo intercultural y ecuménico para contener las estructuras de muerte, pecado, violencia e injusticia.

Se propuso la definición de "pecado ecológico" como "una acción u omisión contra Dios, contra el prójimo, la comunidad y el ambiente", contra las futuras generaciones y contra la virtud de la justicia. 

La propuesta es que el Observatorio Social y Pastoral Amazónico trabaje con el Celam, la CLAR, Cáritas, la Repam, los episcopados nacionales, las iglesias locales, las Universidades Católicas, la CIDH, y otros actores no eclesiales, en conjunto con los representantes de los pueblos indígenas.

También se propuso la creación de una oficina amazónica dentro del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral.

Capítulo V: Nuevos caminos de conversión sinodal

El último capítulo planteó “superar el clericalismo y las imposiciones arbitrarias, fortalecer una cultura de diálogo, escucha y discernimiento espiritual para responder a los desafíos pastorales”, como características para la conversión sinodal.

Las formas de ejercer la sinodalidad son variadas y deberán ser descentralizadas, atentas a los procesos locales, sin debilitar el vínculo con las Iglesias hermanas y con la Iglesia universal.

La sinodalidad se traduce, en continuidad con el Concilio Vaticano II, en la corresponsabilidad y la ministerialidad de todos, en la participación de los laicos, hombres y mujeres, considerados "actores privilegiados".

“Que el obispo pueda confiar, por un mandato de tiempo determinado, ante la ausencia de sacerdotes en las comunidades, el ejercicio de la cura pastoral de la misma a una persona no investida del carácter sacerdotal, que sea miembro de la comunidad", indica el documento.

El Sínodo apuesta por una vida consagrada con rostro amazónico, a partir del fortalecimiento de las vocaciones autóctonas: entre las propuestas se destaca la itinerancia de los consagrados, junto a los más empobrecidos y excluidos.

Un gran espacio en el Documento está dedicado a la presencia y la hora de la mujer. La madre tierra tiene un rostro femenino y en el mundo indígena las mujeres son "una presencia testimonial y responsable en la promoción humana".

El Sínodo aboga por que se escuche la voz de las mujeres, para que sean consultadas, participen en la toma de decisiones, contribuyan a la sinodalidad eclesial, asuman con más fuerza su liderazgo en la Iglesia, y que ésta lo reconozca y promueva reforzando su participación en los consejos pastorales o "incluso en instancias de gobierno".

Las mujeres son a menudo "víctimas de la violencia, física, moral y religiosa, incluido el feminicidio". Por tanto, se reafirma el compromiso de la Iglesia en la defensa de sus derechos, especialmente con respecto a las mujeres migrantes.

El Sínodo se propone rediseñar la organización de las Iglesias locales desde un punto de vista panamazónico, es decir, redimensionar las vastas áreas geográficas de las diócesis, agrupando a las Iglesias particulares presentes en la misma región y creando un Fondo Amazónico para el sostenimiento de la evangelización.

Para responder de manera auténticamente católica a la petición de las comunidades amazónicas de adaptar la liturgia valorando la cosmovisión, las tradiciones, los símbolos y los ritos originarios, se pide al Organismo de la Iglesia en la Amazonía que constituya una comisión competente para estudiar la elaboración de un rito amazónico.

Dicho rito debe expersar "el patrimonio litúrgico, teológico, disciplinario y espiritual amazónico”. Este se sumaría a los 23 ritos ya presentes en la Iglesia Católica, enriqueciendo la obra de evangelización.

Finalmente, para favorecer el proceso de inculturación de la fe, el Sínodo expresa la urgencia de formar comisiones para la traducción y redacción de textos bíblicos y litúrgicos en las lenguas de los diversos lugares, “preservando la materia de los sacramentos y adaptándolos a la forma, sin perder de vista lo que sea esencial”.

La música y el canto también deben ser fomentados a nivel litúrgico. Al final del Documento se invoca la protección de María, Madre de la Amazonía, venerada con diversas advocaciones en toda la región.