La humanidad, durante miles de años ha sido capaz de adaptar y domesticar semillas que han ido dando origen al arte del ser agricultor y agricultora.
Pueblos enteros se han especializado en dicho arte para alimentar a sus habitantes y con el tiempo se han ido expandiendo tanto las semillas como el conocimiento para hacerlas más productivas. Y junto a ese noble trabajo, también se han domesticado animales para labrar la tierra; así las técnicas para la agricultura han sido desarrolladas, mejoradas y adaptadas a cada lugar. Todo esto se ha realizado en armonía con la naturaleza, teniendo en cuenta la orientación con el sol y la luna para la siembra, y también en complementariedad con seres vivos, como por ejemplo las abejas, un ser que era y es algo esencial para la polinización. Así, los distintos pueblos celebraban el amor por la vida, agradeciendo a dioses y diosas por las buenas cosechas.
En la actualidad la relación con la vida se transforma, ya no hay mística, ahora todo es económico.
En los últimos 30 años, el avance tecnológico ha significado una cierta ventaja para la humanidad, porque se trata de mejorar y facilitar la producción agrícola; sin embargo, las nuevas tecnologías están en mano de grandes empresas transnacionales que han acumulado y concentrado la cadena de producción y distribución de alimentos en el mundo: una monopolización que se defiende bajo la publicidad de combatir el hambre en el mundo. Una gran mentira, aunque los medios masivos de comunicación no lo muestren, el hambre ha aumentado.
Las corporaciones del agronegocio, en nombre del productivismo, han destruido millares de hectáreas de bosques, montes, montañas; han desplazado familias campesinas indígenas enteras, han desviado ríos, para así imponer sus monocultivos de organismos genéticamente modificados (OGM) a base de agrotóxicos.
Las abejas, las personas, animales, plantas se envenenan con los agrotóxicos que riegan a los árboles, a la soja, maíz, plantaciones de banana, etc.
Estas empresas, con su poder económico, no solo publicitaban sus falsas soluciones, sino que también han dominado espacios nacionales e internacionales para incidir en las decisiones de organismos multilaterales a favor de ellas mismas, invisibilizando y despreciando las formas de agricultura familiar, campesina, indígena.
Ha sido una gran batalla y victoria para nuestras organizaciones campesinas poder tener voz en ámbitos internacionales donde se toman decisiones que afectan nuestro día a día en los territorios de vida y producción.
La Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo – La Vía Campesina , es un movimiento continental de coordinación y lucha de mujeres y hombres del campo, en defensa de los derechos humanos, económicos, culturales, sociales y políticos, de los pueblos en la defensa de la producción y vida campesina y la propiedad social y comunitaria de la tierra y los bienes naturales; así priorizamos la defensa de la agricultura campesina y el carácter estratégico de la lucha por la soberanía alimentaria, la reforma agraria integral, la igualdad de género, el cuidado de la madre tierra, la defensa de los bienes naturales, las semillas como patrimonio de los pueblos, la agroecología y biodiversidad, donde la agricultura sea con campesinas y campesinos en el campo. Con esos principios en alto, es que trabajamos articuladamente con otras organizaciones aliadas para llevar otra campaña, la nuestra, a ámbitos internaciones como ante la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, ONUAA, o más conocida como FAO, organismo especializado de la ONU que dirige las actividades internacionales encaminadas a erradicar el hambre.
Inicia el decenio
Luego de transcurrir el Año Internacional de la Agricultura Familiar, campesina indígena, en el 2014, donde se ha pretendido visibilizar el importante papel socioeconómico, ambiental, cultural en la lucha por la erradicación del hambre y la pobreza, la FAO anuncia nuevas acciones.
El 20 de diciembre de 2017, la Asamblea General de las Naciones Unidas adoptó un proyecto mediante el cual dicha Asamblea proclamó 2019-2028 como el Decenio de las Naciones Unidas para la Agricultura Familiar, e hizo un llamamiento a la FAO y al Fondo Internacional para el Desarrollo Agrícola (FIDA) para liderar la implementación de la iniciativa. El año 2019 marca el comienzo del Decenio de la Agricultura Familiar, que pretende atraer mayor atención sobre las personas que producen más del 80 por ciento de los alimentos del planeta, pero que ellas mismas, paradójicamente, son a menudo las más vulnerables frente al hambre.
Como CLOC – La Vía Campesina, consideramos que el decenio de la agricultura familiar se constituye como una valiosa oportunidad para poder discutir políticas para el campesinado a nivel internacional, conjuntamente con la declaración de Derechos Campesinos. Contamos con dos herramientas a nivel internacional que tienen el potencial para fortalecer a las y los campesinos.
El documento del decenio de la Agricultura Familiar de las Naciones Unidas fue construido junto con otras organizaciones a nivel internacional, la FAO, el FIDA y los gobiernos que apoyan esta iniciativa, y consideramos desde el campesinado que tiene varios puntos importantes.
Dentro de estos puntos importantes está la valoración a la producción campesina y familiar, entendiendo que ésta produce el 80 por ciento del alimento mundial. Está a la vista que los sistemas alimentarios de las multinacionales del agronegocio han dejado un sinnúmero de problemas en muchos aspectos: contaminación con agrotóxicos, pérdida de la biodiversidad, desertificación, degradación, acaparamiento de tierras; y todo esto ha conducido a un aumento significativo del hambre y la malnutrición a nivel internacional y del cambio climático.
Es por esto que se reconoce a nivel internacional a la agricultura familiar por su gran capacidad de revertir esta tendencia, de producir alimentos sanos, agroecológicamente y con biodiversidad. Citando al director general de la FAO: “La agricultura familiar es fundamental para el desarrollo sostenible en muchos aspectos, incluyendo la erradicación de la pobreza, el hambre y todas las formas de malnutrición, además de la preservación de los recursos naturales y de la biodiversidad”, afirmó Graziano da Silva en la reunión ministerial sobre agricultura familiar de la Comunidad de Países de Lengua Portuguesa (CPLP).
Los puntos esenciales de las políticas públicas “diferenciadas, efectivas e intersectoriales”, señaló Graziano da Silva, incluyen garantizar el acceso de los agricultores familiares a los recursos naturales y a los medios de producción, en particular la tierra y el agua, y la promoción de mercados más inclusivos a través de instrumentos de compras públicas de productos de la agricultura familiar. Destacó, además, que los países deben fortalecer los instrumentos de protección social y ofrecer incentivos públicos a las iniciativas de adaptación al cambio climático como, por ejemplo, las prácticas relacionadas con la agroecología. También destacó la importancia de promover la independencia económica de las mujeres rurales y la inclusión de los jóvenes. Señaló, asimismo, que es fundamental trabajar en la construcción de marcos legislativos e institucionales para consolidar la seguridad alimentaria y nutricional.
El documento de plan de acción del Decenio de la Agricultura Familiar contiene puntos de suma importancia para el campesinado. Los pilares trasversales del mencionado documento son: apoyar a la juventud y garantizar la sostenibilidad generacional de la agricultura familiar (Pilar 1 transversal); fomentar la equidad de género en la agricultura familiar y el papel de liderazgo de las mujeres rurales (Pilar 2 transversal).
Nuevas relaciones sociales de producción y alimentación
Estamos en un momento en el mundo, en el que se juega entre las grandes empresas agropecuarias, las grandes economías del agro que quieren exclusivamente incidir en las políticas internacionales, para seguir beneficiándose económicamente y mercantilizar el alimento, acaparando las tierras y los bienes naturales; y, por otro lado, las organizaciones campesinas, de la pesca artesanal, indígenas, pastores, que creemos en la soberanía alimentaria de los pueblos, que generamos alimentos sanos y nutritivos, que generamos la mayor cantidad de trabajo en el campo y respetamos los ciclos de la madre tierra en nuestra producción.
En este contexto, y entendiendo que la década también discutirá con el sector privado y los productores del agro negocio y gobiernos, es nuestro desafío como CLOC – LVC generar las mejores condiciones para que puedan tener lugar las discusiones y que se enfaticen las políticas de soberanía alimentaria, agroecología y reforma agraria popular.
Desde la CLOC – LVC, mucho hemos podido construir en estos 25 años de organización continental. No solo desarrollamos y promovimos la lucha contra las transnacionales y el modelo hidro-agro-minero exportador y de la agricultura industrial que atenta contra los derechos y la vida de las campesinas y campesinos, sino que hemos construido, formulado alternativas concretas en los territorios para fortalecer nuestro modelo de producción campesina indígena.
Las universidades campesinas, los institutos y escuelas de agroecología, las cátedras y otras instancias populares que han permitido fortalecer la formación política, deben seguir multiplicándose y expandiéndose en el campo y en la ciudad.
El decenio es una oportunidad para seguir profundizando nuestro trabajo colectivo, para incidir en la construcción de nuevas relaciones sociales de producción y alimentación desde la perspectiva campesina indígena, y nuevas relaciones sociales entre hombres y mujeres del campo y la ciudad. Porque es necesario superar este modelo económico, político, social y cultural –que tiene sus antecedentes históricos en el colonialismo en América Latina, entrelazada con el patriarcado, el racismo y la discriminación–, rumbo a la construcción de una nueva sociedad.