Por cada problema, una solución. Y una, a ser posible, que se pueda replicar en otra parte del mundo y sirva de la misma ayuda. Si nos referimos a los derechos de las minorías indígenas sobre sus tierras, encontramos mucho camino por andar, pues hoy en día solo un 10% de las estas comunidades poseen títulos de propiedad sobre su territorio. Y eso, a pesar de que ellos son los mejores protectores de los bosques, que a su vez son la mejor herramienta del ser humano para contener el dióxido de carbono que contamina la atmósfera.
De ello se ha hablado este miércoles en la Conferencia de Estocolmo 2017, la tercera de una serie anual sobre los derechos de las comunidades a la tierra y a los recursos. Se organizan para abordar la problemática existente en este ámbito, pues aún existen demasiadas comunidades indígenas que ven cómo sus tierras son utilizadas por otros, sobre todo gobiernos y empresas privadas, para venderlas como propias o para destinarlas a actividades como la tala, la agro industria, la minería o la extracción de petróleo. Y esto conlleva que estas minorías sean víctimas de desplazamiento forzado, violencia indiscriminada y la pérdida de su medio de vida, entre otras violaciones de derechos humanos.
Además de problemas, también existe una buena cantidad de acciones, tecnologías e ideas provenientes de mentes despiertas que están ayudando a reconocerles esos derechos y a reforzarlos. En esta Conferencia se ha dedicado un tiempo y un espacio a personas que están desarrollando nuevos enfoques e innovaciones para apoyar los derechos de propiedad legítimos. Estas son algunas:
Redefiniendo el bosque con los pigmeos
Africapacity opera en la República Democrática del Congo, un país donde la conservación de reservas naturales ha implicado la restricción —e incluso la prohibición total— de la actividad humana, sin importar que existieran núcleos de población anteriores a las demarcaciones de estas áreas. Decisiones como esta han provocado que comunidades enteras que dependían de los bosques se vieran desplazadas. Lo que Africapacity ha puesto en práctica es redefinir las lindes del Parque Nacional de Itombwe utilizando la cartografía participativa, es decir, tomando en cuenta a los indígenas que viven en él y para quienes el bosque es sagrado.
"Acompañamos al pueblo pigmeo para garantizar la protección tanto de sus bosques como de sus derechos", explica Jean De Dieu Wasso, coordinador de la organización. Africapacity ha sido el nexo que ha garantizado la comunicación entre ellos, el Gobierno y las organizaciones internacionales que protegen el parque, como el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) y WCS. Ahora las acciones llevadas a cabo cuentan con el consentimiento libre, previo e informado de estas poblaciones y esta alianza en la que los habitantes autóctonos son parte activa del proyecto y de la toma de decisiones, en vez de meros espectadores o beneficiarios, está sirviendo de ejemplo en un continente donde no se ven muchas colaboraciones así.
Indígenas cartógrafos en Colombia
¿Cómo hacer que 300.000 indígenas colombianos se beneficien directamente —y otros dos millones indirectamente— de más seguridad en la tenencia de su tierra, de menos riesgo de conflictos, de acceso a servicios públicos, de cultivos alimentarios resistentes al clima, de agua potable y de programas de seguridad energética? Poniendo en sus manos un poco de tecnología. En concreto, lo que Amazon Conservation Team (ACT) ha hecho es ofrecerles asistencia técnica y formación para que estas se familiaricen con las tecnologías de la información y las comunicaciones para poder reconocer y demarcar sus tierras. El mapeo es su herramienta. El trabajo de ACT comienza con la creación de un plano que detalla la región reivindicada por los pueblos nativos como propia y demuestra que esa comunidad la está usando. "Hemos trabajado con 50 comunidades tribales para proteger 80 millones de hectáreas de bosque", presume el presidente de la ONG, Mark Plotkin. AMC pretende aumentar poco a poco el número de pueblos indígenas de la Amazonia capaces de monitorear, administrar y proteger sus bosques tradicionales y, por extensión, aumentar significativamente el área de bosque amazónico protegido.
Vídeo sobre los indígenas Kogi, de Colombia. ACT
Una idea digna de un premio Goldman
Samuel Ngiffo fundó el Centro para el Medioambiente y el Desarrollo con una idea muy clara: realizar una gestión forestal sostenible que mejorarse los derechos comunitarios de los indígenas. Comenzó en su Camerún natal con los pigmeos baka y bayaka, una minoría muy perjudicada por la tala ilegal y por planes conservacionistas que no han tenido hasta ahora en cuenta sus necesidades. Él y su equipo han trabajado durante años para formar a estas minorías en la legislación forestal de Camerún para que sepan cómo reclamar y administrar sus tierras, y también han puesto en marcha actividades generadoras de ingresos como la apicultura y el uso sostenible de productos forestales no madereros. "No creo que las comunidades sean contrarias al principio de conservación, pues esta es parte de la cultura local en todo el continente africano. El problema es la implementación de esa conservación, que se impone a los nativos en unos términos que no acaban de comprender. "Si estas actividades se realizan teniendo en cuenta a las comunidades, serán mucho más sostenibles", opina. Su trabajo le valió en 1999 el Goldman Environmental Prize, uno de los galardones más prestigiosos del mundo.
El mapa que compromete al presidente de Indonesia
Todo se ve mejor si está sobre un mapa. Y mucho más si hablamos de un país con más de 17.000 islas y donde los conflictos por la posesión de la tierra están a la orden del día. Esto pensaron desde la Red de cartografía de las comunidades de Indonesia cuando desarrollaron el portal Tanahkita.id, que significa nuestras tierras en idioma bahasa. Se trata de un minucioso mapa del país en el que se pueden localizar los conflictos relacionados con la propiedad, dónde se están produciendo reclamaciones comunitarias, dónde hay terrenos forestales susceptibles de ser declarados propiedad de una población... "Ya hemos mapeado 10,2 millones de hectáreas", asegura Dewi Sutejo, su directora. Es una plataforma abierta, gratuita y viva, pues se actualiza según el devenir de los acontecimientos. Su principal ventaja es que se pueden organizar, a una simple vista de pájaro, estrategias para asegurar los derechos de los indígenas sobre su tierra, aunar esfuerzos para trabajar en una misma zona, por ejemplo, o para implementar y monitorizar programas gubernamentales de reforma agraria y silvicultura social.
Hay dos motivos por los que este proyecto nació: para apoyar el trabajo de defensa de los derechos indígenas, la resolución de conflictos agrarios y territoriales por una parte. Por la otra, para facilitar al Gobierno el cumplimiento de una promesa que realizó su presidente: devolver a las comunidades indígenas 21 millones de hectáreas. "Con esta web queremos mostrar y empujar al Gobierno para que use los datos para implementar su promesa", asevera Sutejo.
Alguien que piensa en las viudas
Las kenianas son el centro de atención de Kelin, una organización que se dedica a capacitar a los líderes comunitarios en la mediación de conflictos y en los derechos de ellas. Sobre todo, ha fijado su atención en las viudas, a las que instruye sobre el modo de buscar soluciones o ayuda en caso de que se vean envueltas en un conflicto de propiedad. Para ellas ha diseñado un folleto simplificado que aclara cuestiones de sucesión y de derechos sobre la tierra para evitar infracciones. Todos sus casos se han documentado y en la actualidad colaboran con el Poder Judicial para formalizar el proceso.
Periodismo y redes sociales contra abusos
Periodistas, científicos, diseñadores, expertos en seguridad y en tecnología que viven África forman Timby, un colectivo que apuesta por la responsabilidad ciudadana. Estaban hartos de ver en las noticias los mismos problemas: abusos de empresas, corrupción, políticos deficientes, destrucción del medioambiente... Y ante esa impotencia, creatividad: "Queríamos saber cómo las comunidades que sufrían estos problemas hacían llegar sus voces, no solo a las organizaciones sino también a los medios", explica Anjali Nayar, periodista y miembro de esta organización. En concreto, se fijaron en Liberia, país que ha sufrido una guerra civil durante 14 años. Allí, los activistas del Instituto de Desarrollo Sostenible querían intentar proteger los recursos naturales del país y las comunidades que dependían de ellos. Para ellos desarrollaron un juego de herramientas digitales, una aplicación en la que se pueden investigar y compartir resultados, que permite informar sobre algún acontecimiento señalado de manera segura y fácil: Timby (This is My BackYard o Este es mi patio trasero).
Timby entra en funcionamiento con una App desde la que se puede informar sobre cualquier asunto desde cualquier punto del mundo. Esa información va a una base de datos desde la que se puede comparar, contrastar y verificar. Finalmente, una tercera herramienta ayuda a dar forma a una historia atractiva para los lectores.
"Detrás de lo datos hay historias, y esos datos pueden tener más significado si podemos traducirlos en cosas que la gente entienda", concreta Nayar. "Eso sería Timby, una herramienta muy simple para que las comunidades puedan crear narrativas muy simples y ponerlas en manos de la prensa, de asistentes legales, gobernadores, legisladores o enviarlas por correo electrónico".
Drones para resolver conflictos de tierras
"No somos una organización en defensa de los derechos sobre la tierra ni una empresa de drones; somos una organización especial sin ánimo de lucro con el objetivo de que la tecnología robótica esté disponible para todos", aclara Adam Klaptocz, fundador de WeRobotics. Aunque no sea su principal objetivo, esta organización sí que ayuda a defender los derechos indígenas sobre sus tierras usando drones para cartografiar. Estos datos luego son usados por ONG y Gobiernos, que así tienen un respaldo más preciso a la hora de diseñar e implementar políticas. El objetivo, dice Klaptocz, es obtener más datos, más rápido y de forma más barata.
FUENTE: EL PAÍS