PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
88 - Soberanía alimentaria, un objetivo posible
La joven autora de este texto, SEGUNDO PREMIO en la categoría de artículos del Concurso Alimentos y pensamientos, siempre en agenda, argumenta con apasionada convicción la hipótesis de que el mundo sería perfectamente capaz de alimentarse a sí mismo a través de una ecuación virtuosa entre respeto a la naturaleza, producción de alimentos y control del consumismo capitalista.
Soberanía alimentaria, un objetivo posible
Katherine Fernández*
En el escenario actual los temas relativos a la seguridad y soberanía alimentaria son parte de una competencia entre dos protagonistas mundiales clave. Uno de ellos goza los poderes que le otorga el dominio del modelo económico con todas sus dinámicas. El otro tiene un poder que no ejerce, que es el de la sabiduría suficiente para brindar alimentación natural y económicamente accesible a toda la humanidad. El primero va deglutiendo al otro en los términos más básicos de la colonización, a través de dos brazos estratégicos: la biotecnología y el desarrollo entendido como crecimiento individualizado.
En esa disputa el primer actor tiene una composición diversa que incluye al empresariado privado transnacional, al sistema financiero mundial y a los gobiernos que asumen entre sus políticas públicas alimentarias los lineamientos de la libre oferta y demanda del mercado. Por su parte, el segundo actor está conformado por una fracción de la sociedad que tiene relación corporal directa con la tierra y la naturaleza, capaz de asegurar los elementos suficientes para vivir en un esquema de intercambio armónico con todos los elementos de su entorno vital, que es, a la vez, distinto y opuesto al dominio de ser humano.
Este panorama bipolar ha ubicado en una especie de intersección al grueso de la población, convertido prioritariamente en consumidor. Consumidores de alimentos, vestimenta, vivienda, tierra, placeres, sentimientos y hasta de seres humanos. .
Nunca como ahora un modelo económico ha sido capaz de agotar la biología del planeta con la fórmula de estímulo al consumo como canal que encauza el destino del dinero en la misma dirección, que tiene como consecuencia su concentración en una zona del mundo. La producción industrial de alimentos procesa cantidades enormes de insumos transformados en comida destinada a la venta, pero, si no se vende en un tiempo limitado, se bota. Se desechan miles de toneladas de alimentos que quedan fuera del alcance de la humanidad que no las puede pagar y, de esta manera, se consolida el poder del productor quien, además, acapara los insumos para su elaboración e influye en los precios de toda la cadena productiva. Esto desequilibra la producción campesina indígena, ya que las y los productores no pueden vender ni intercambiar el resultado de su trabajo porque el sistema no le permite utilizar sus propias dinámicas económicas, incluso las primarias, como el trueque.
En síntesis, quien tiene el dominio de la fórmula económica y sus cambios, tiene el poder, y generalmente no son los gobiernos, sino los capitales privados, que toman distintas máscaras accionarias en todos los países y tienen al sistema financiero internacional (banca, ONG, etc.) como su instrumento ecopolítico.
La alimentación, entendida como complejo productivo y no solamente como cadena, está sufriendo la introducción de una serie de mecanismos para asegurar el dominio desde las semillas, para enfrentar la crisis de materia prima ocasionada por el cambio climático y para mantener el poder de la producción y el comercio. Estos mecanismos son, por ejemplo la tecnología transgénica, los biocombustibles, el comercio de bonos del carbono, la introducción de la cultura crediticia en los agricultores, el entorno de la economía verde y la manipulación de la información para justificar la concentración de la producción alimentaria en la industria como si fuera la única opción para abastecer de alimentos al mundo.
Alternativas en debate internacional
En la competencia entre dos poderes bipolares surgen alternativas que se van combinando, entre la recuperación de saberes y prácticas antiguas y la ciencia y pensamientos que responden a los problemas generados por la economía capitalista de concentración, que termina creando el problema de la falta de alimentos para la humanidad y también planteando supuestas soluciones.
El sistema de las Naciones Unidas, conformado por los gobiernos del mundo es uno de los escenarios de discusión de alternativas ante la llamada crisis alimentaria que, en realidad, es una crisis de distribución y disponibilidad de alimentos. En las numerosas Convenciones y Cumbres surgieron acuerdos y protocolos, que se van quedando en niveles simbólicos, porque no se aplican a la realidad. Mientras ésta es diversa, concreta y compleja, las propuestas manejadas por las transnacionales determinan las políticas, normas y decisiones de los Estados primermundistas que dan línea al resto del mundo.
Sin embargo, han ido surgiendo movilizaciones sociales y debates paralelos, básicamente indígenas y campesinos, con el desafío del cambio climático, que está acelerando la necesidad de medidas de acción directa con propuestas ajenas al modelo económico hegemónico. A continuación se enuncian algunas.
Madre tierra versus medio ambiente
La definición de Madre Tierra se recuperó del pensamiento andino para entender que, en el complejo vital, la tierra es origen y el fin de la vida, en una transformación biológica permanente, que establece una relación circular donde los seres vivos están interrelacionados entre sí, mundo animal, vegetal, tierra, agua y aire en una relación permanente de intercambios que hacen funcionar la vida en el planeta, con un componente fundamental: el de los sentimientos y los afectos entre los seres y la tierra. De esta manera, la tierra no es un objeto, sino un ser vivo, superior al ser humano.
Con ese principio, la definición clásica de recursos naturales también va quedando obsoleta, y pasa de la concepción de materia aprovechable a la de fuente de vida. En este sentido, el pensamiento sobre la Madre Tierra supera el concepto de medio ambiente, que se quedó en el nivel racional, frío y material con que el modelo capitalista acostumbra a explicar la realidad, para referirlo al entorno vital.
Armonía frente a sustentabilidad
Uno de los principios de vida del pensamiento indígena campesino es mantener una relación armónica con la naturaleza, recibir de ella la alimentación necesaria para vivir y propiciar que pueda recuperarse de manera natural para seguir siendo fértil. Esto implica que no se la sobre explote para responder a una demanda creciente, sino que, por ejemplo en la agricultura, la práctica de la rotación implica que se cultive una parte de la tierra por un lapso y luego se la deje descansar un tiempo prudente para recuperar su fertilidad. Otro ejemplo de la selva, se caza un animal para comer bajo la idea de que cuando el cazador muera, su cuerpo abonará la tierra de la cual los hijos del animal se alimentarán. Así estas relaciones se inscriben en el esquema circular de interdependencia vital.
Por esta razón el principio de armonía supera el de sustentabilidad, que es un concepto surgido en el momento en que la industria necesitaba mantener o recuperar espacios para asegurar la producción de materias primas, una vez que la tierra había agotado su capacidad y entró en etapas erosivas. La sustentabilidad se maneja actualmente como una noción relacionada a la aplicación de transgénicos; ligada al monocultivo o la necesidad de patentar descubrimientos y procedimientos productivos para monopolizar su manejo.
Sin embargo, la naturaleza no necesita de acciones humanas que la conviertan en sustentable, porque ella misma asegura en sus propios procesos vitales el abastecimiento de fuentes de existencia para todos los seres vivos.
Vivir bien y desarrollo sostenible
En términos generales los conceptos sustentable y sostenible se manejan como sinónimos. El desarrollo sostenible es justamente un producto conceptual de la industria. Su alternativa es el pensamiento de Vivir Bien, entendido como una forma de vida que supera al individualismo y concibe a la satisfacción de las necesidades básicas de una persona y el goce de la vida como un fin colectivo, es decir que nadie puede considerar que ha alcanzado calidad de vida si el otro que comparte su entorno vive mal. Lo mismo se aplica a la relación del ser humano con la naturaleza, si se la daña para satisfacción propia, tampoco puede concebirse que la persona viva bien.
La interrelación de dependencia entre el Vivir Bien de las personas entre si y de éstas con la naturaleza debe ser equilibrada y recíproca, por lo tanto, el concepto rompe con la definición convencional de desarrollo sostenible porque éste utiliza la naturaleza como objeto a favor del ser humano asumiendo que, simplemente, se le puede compensar cualquier daño que se le haya ocasionado.
Interculturalidad y globalización
La globalización surgió como un fenómeno de uniformización de la humanidad en una misma cultura y una sola identidad. Aunque todavía es un concepto discutido, en un determinado momento se intentaba consolidar la condición de consumidores de las personas, para asegurar el funcionamiento de la industria como única fuente proveedora de objetos y medios de vida. Sin embargo, esa concepción trajo conflictos en las sociedades, cuando hizo crisis por planteamientos de recuperación de identidades específicas.
El concepto de interculturalidad surgió desde los pueblos que se encuentran fuera del primer mundo, para establecer las diferencias que existen entre una persona y otra y entre sus colectivos culturales, distinguiendo la diversidad de pensamientos, prácticas, creencias, costumbres y, sobre todo, de alimentos; las formas de producirlos y de asimilarlos. Diversidad que expresa también la riqueza de opciones que posibilitan la vida, y que enfrenta el peligro de extinción frente a la globalización.
La globalización plantea una relación desigual porque solamente una parte del mundo pauta la "manera de vivir" mientras el resto se adscribe a ella. En cambio, la interculturalidad plantea el respeto a los orígenes de las formas y el intercambio equitativo entre las personas sobre opciones, formas, metodologías y prácticas de relacionamiento, comportamiento, economía, organización, creencias y, sobre todo, la libre elección.
Soberanía alimentaria en el sistema mercantil
En el panorama de cosmovisiones contradictorias la soberanía alimentaria surge y lucha por abrirse paso, con el objetivo del pleno ejercicio del derecho humano a la alimentación, Esto supone lograr el acceso libre de los seres humanos a los alimentos, cuyos precios reflejen el esfuerzo que significa producirlos y estén sujetos a mecanismos de intercambio equitativo.
El origen de la demanda de soberanía alimentaria viene, justamente, del campesinado internacional, que plantea que el planeta tiene las condiciones físicas para dar a la humanidad alimentos producidos de manera tradicional, sin elementos ajenos al ciclo reproductivo natural de la tierra, en el que intervienen las variaciones climáticas estacionales, el ciclo hídrico y la mano del hombre en relatividad. El factor determinante para que este acceso sea posible es que se elimine el manejo industrial de los alimentos y que sus distintas transformaciones también sean manejadas en un nivel de provisión necesaria, de acuerdo a la cantidad que un cuerpo necesita para vivir, no de acuerdo a la cantidad que la industria necesita vender para concentrar el poder económico.
La tendencia actual del debate sobre soberanía alimentaria es que su aplicación significaría un desequilibrio en las economías nacionales pero, en términos generales, las políticas de autoabastecimiento cambiarían los índices de desnutrición y mortalidad que ocurren por falta de alimento, lo cual, finalmente, es el fin sustancial de cualquier Estado.
En su definición básica la soberanía alimentaria es la posibilidad de que la población decida sobre su alimentación desde la producción u obtención por recolección; la transformación y la circulación, hasta la elección del tipo de alimentos que necesita y desea. A este proceso se añaden dos elementos fundamentales: Primero, la posibilidad de confiar en que los alimentos sean sanos y saludables, con una estructura normativa legal que asegure que no se vulnere el derecho humano a la alimentación de calidad. Y segundo, que haya información suficiente para que las personas sean capaces de elegir alimentos sanos y saludables.
Hoy por hoy, una población que es solo consumidora puede decidir convertirse otra vez en un conjunto de personas que elijan libremente, con información suficiente a través de canales educativos y mediáticos.
Aunque parezca imposible, este complicado proceso se inició ya con conceptos como el consumo responsable, y acciones concretas, como las movilizaciones indígenas y campesinas en distintas partes del mundo, demandando el respeto a sus derechos agrarios y territoriales, y denunciando el abuso de la industria a través de la difusión de documentales, investigaciones científicas independientes e informes técnicos a través de redes sociales.
Otro rasgo del proceso es que el primer mundo paga cada vez mejores precios por importación de alimentos orgánicamente producidos y transformados y el grado de demanda de las certificaciones posibilita que éstas sean menos burocráticas. También se puede destacar la elaboración de leyes y normas nacionales, como en los casos de Bolivia y Ecuador, que elaboraron nuevas Constituciones, incorporando principios y valores como el Vivir Bien, el derecho humano al agua, a la alimentación o los derechos de la Madre Tierra. Aunque en la práctica gubernamental estos principios no se estén aplicando todavía, marcan una diferencia en el pensamiento y la concepción del tipo de país que desean ser, y está planteada legalmente la posibilidad de construir políticas públicas en esos marcos.
Estas Constituciones se convirtieron en referentes para otros países y forman parte de los debates internacionales, lo cual plantea la apertura a la posibilidad de un camino todavía costoso, frente a una industria que invierte ingentes recursos en publicidad para convencer a la gente de que sus productos no solo son buenos, sino que son imprescindibles para vivir.
Finalmente, el poder tradicional y la sociedad consumidora, tienen la posibilidad de enfrentarse al poder industrial para recuperarse y demostrar que se puede vivir con dignidad, soberanía, goce y transformación de la economía dependiente en una nueva alternativa que ahora el planeta necesita para contrarrestar el cambio climático.
(*) Licenciada en Ciencias de la Comunicación con intereses y experiencia en foros de debate especializados en seguridad y soberanía alimentaria y defensa del medio ambiente.
Este texto mereció la designación del SEGUNDO PREMIO en la categoría artículos en el Concurso Alimentos y pensamientos, siempre en agenda, gestionado por el IPDRS, con auspicio de ICCO y Oxfam, en julio de 2012.
Las opiniones expresadas en este documento son responsabilidad de la autora y no comprometen la opinión y posición del IPDRS