PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
82 - OEA en post Asamblea, y lo que viene
* Oscar Bazoberry Chali
En el IPDRS planificamos redactar este número de la serie Diálogos sobre la seguridad y soberanía alimentaria, tema central del 42 Período Ordinario de Sesiones de la Asamblea General de la Organización de Estados Americanos (OEA). Desde nuestra perspectiva está claro que es un tema de interés para el desarrollo rural y no solamente un asunto de abastecimiento, como se lo suele enfocar. Pero, ante los resultados, preferimos dedicar este artículo en tres aspectos de la integración regional y de las instituciones que, se supone, deberían impulsarla.
En verdad, hubo mucho ruido preparatorio, y muchos fuegos artificiales durante el evento, pero, finalmente, la Declaración sobre Seguridad alimentaria con soberanía en las Américas emanada de la OEA evitó la referencia de los actores y sujetos concretos que la promovieron, por ejemplo de los campesinos indígenas, y diluyó la definición de agricultura familiar y de la pequeña producción a unas cuantas consideraciones generales. Finalmente, el contenido de la Declaración resultó insuficiente y perdió su valor agregado, tomando en cuenta el país, el gobierno y el entorno político en que fue preparada.
Sin embargo no tenemos una visión completamente negativa, por lo menos el tema se puso en agenda y algo quedará dentro del mar de declaraciones, intereses, interpretaciones, gestos, rituales, folclore, fotografías, colores y sabores, cuya combinación es difícil imaginar cuando se alternan y conviven en un mismo espacio y tiempo. Cochabamba, la ciudad anfitriona, estaba limpia y adornada, más que otras veces, se pulieron algunos lugares públicos, y la llegada de los visitantes también dejó algunos beneficios a la población local.
Pero lo que llamó mi atención, me quedó dando vueltas y quiero compartir en este espacio, son tres temas, más amplios que el episodio de la Asamblea: a) ¿Cuán posible es el cambio dentro de organizaciones como la OEA. b) ¿Cuál es el rol de la sociedad civil en esos procesos? Y c) ¿Cuánto interés tienen los gobiernos, realmente, en la integración de nuestros países?
Cambia, todo cambia
Debo confesar que estoy en el grupo de personas que piensa que las tensiones entre cancilleres, presidentes y representaciones en los organismos multilaterales pueden ser señales de cambio, de que algo se moverá. No pongo en duda la importancia de la institucionalidad regional y global, ya que la humanidad aprendió, luego de la Segunda Guerra Mundial, que esas instancias pueden ser imprescindibles para la convivencia de las naciones, para establecer parámetros mínimos de desarrollo y para universalizar y proteger derechos. También, sin embargo, debemos aceptar que, en muchos casos y en muchos aspectos, el mundo se ha movido más rápido que las instituciones y cabe preguntarse si necesitan ajustes, dar paso a nuevas iniciativas, refundarse y ¿por qué no? desaparecer.
Si cambia la correlación en el orden mundial, si se presentan nuevos temas, problemáticas y enfoques, ¿no deberían cambiar las instituciones? ¿En qué medida? Vemos habitualmente que se crean nuevos organismos multilaterales, unos más formalizados que otros, con diversos argumentos territoriales, políticos y temáticos. A veces incluso unos confrontados con otros, algunos superpuestos y también los hay complementarios. Así se acumulan comisiones, grupos de trabajo, asambleas, cumbres y embajadores, entre otras formas y expresiones.
Pienso que nos iría mejor si los gobiernos tomaran decisiones con un análisis del conjunto, si hubiera menos organismos, si los cambios fueran más rápidos y las agendas más restringidas según el tipo de organización y, por tanto, con mayor posibilidad de seguimiento y capacidad operativa. Por ejemplo, para el enfoque de seguridad con soberanía alimentaria, basada en la sostenibilidad de los sistemas productivos y su aporte a la equidad, disminución de pobreza y fortaleza cultural, la organización más apropiada en la región es la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) porque simplemente cada día tenemos mayores influencias en nuestros sistemas productivos y alimentarios y una dispersión de acciones multilaterales que no nos permite ver la dimensión del problema, sus posibilidades, la tendencia hegemónica de algunos sectores y los problemas regionales que vamos acumulando.
Siendo realistas, para que exista un cambio de orientación y reasignación de responsabilidades, algunas organizaciones existentes tendrán que deslindarse del tema o transferirlo a la Comunidad Andina de Naciones (CAN) o al Mercado Común del Sur (Mercorsur); mientras que otras podrían subsumirse en una nueva instancia como el Consejo Agropecuario del Sur (CAS) y algunas, como la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA) encontrar una mayor correspondencia entre el orden político regional y su mandato técnico.
Vista la complejidad, nuevamente me pregunto, ¿cuán posible es el cambio? ¿Quién o quiénes serán el motor del cambio?
Rol de la sociedad civil
No cabe duda que la voz de la sociedad civil en los organismos multilaterales se ha ido escuchando de distintas maneras, hay mecanismos formales de consulta, otros menos formales pero igualmente importantes y se da una cada vez más amplia participación en eventos masivos, paralelos o alternativos a las convocatorias de representación estatal, para lo cual muchas organizaciones debaten, presentan documentos, preparan propuestas, hacen seguimiento y mantienen un buen flujo de información.
Eventualmente, en las fases previas algunos gobiernos incentivan, informan y promueven espacios de intercambio, incluso con la participación de distintos sectores de la sociedad civil en los eventos oficiales, y apoyan demostraciones públicas donde pueden transmitir sus opiniones, declaraciones y adhesiones.
Las plataformas conformadas por instituciones no gubernamentales y organizaciones de base proponen agendas, toman posición y reivindican un mayor protagonismo en temas especializados y específicamente definidos, como ocurrió recientemente en Cochabamba con el de seguridad y soberanía alimentaria. Hay otras instancias que, con mayor disimulo, actúan bajo la sombra y extienden la capacidad de influencia que tienen en algún gobierno concreto hacia el conjunto de la organización.
Dentro de ese amplio abanico de participantes y de formas de participación, unos cuantos pueden reivindicar algún éxito, pero, en general, los resultados son decepcionantes, por lo menos si se los compara con las expectativas generadas. Llegado a este punto, debemos preguntarnos si las expectativas están mal planteadas o, en la práctica, no se han afinado los mecanismos de incidencia o la voz de la sociedad civil no tiene cabida en estos espacios sino, tal como plantean los reglamentos, a través de sus representantes oficiales, que son los gobiernos.
Ciertamente, quienes creemos en la importancia de las instituciones multilaterales y mantenemos las expectativas de que cumplan un rol importante en procesos de equidad, lucha contra la pobreza y en la integración regional, estamos en la obligación de realizar un análisis crítico a los mecanismos que se están volviendo tradicionales en la movilización de la sociedad civil global.
Ahora mismo, en pleno RÍO +20 el activismo mundial es esperanzador, tanto que casi retiro mi pregunta, pero decidí mantenerla porque sabemos que esto pasará y, entonces, habrá un nuevo mega evento, y luego otro...
¿Qué papel debemos y queremos tener, más allá del que nos asignan los actores gubernamentales y la diplomacia multilateral?
Interés de verdad
Bajo el supuesto de que los gobiernos sostienen a organismos multilaterales porque tienen como objetivo mayor lograr grados de integración y de universalidad positiva, no podemos menos que sorprendernos ante la dispersión en el debate, el localismo de la cobertura de prensa y la fugacidad de los acontecimientos alrededor de cada evento de éstos, llámese conferencia, asamblea, encuentro o cumbre.
El actual contexto económico de los países de Sudamérica muestra abundancia de recursos en las arcas de los gobiernos y "oportunidades de inversión" en la región, lo cual quiere decir, en términos simples y directos, que hay mercados crecientes y altos precios para las materias primas, especialidad en la producción de los países sudamericanos, que ahora aparecen más atractivos para las inversiones en comparación con otras regiones del mundo.
No está demás señalar que algunos países han ganado cierta independencia económica y política, lo que influye en una innegable modificación de los objetivos de la multilateralidad, que en un período anterior tenía un rostro principalmente relacionado a las acciones de desarrollo.
En la ecuación de gobiernos con más dinero y posibilidad de retomar el control sobre aspectos esenciales en la gestión económica y social de sus países, con perfiles y ambiciones cada vez más audaces mirando y asumiendo posiciones en el mundo global, el multilateralismo se está transformando.
Indicativamente, algunas pistas señalan que gran parte de la cooperación internacional para el desarrollo pasará por los organismos en un marco cada vez más evidentemente relacionado con el clima de inversión y la apertura de mercados; el mundo, se dice, necesita un respiro a su crisis económica y nuestros países todavía tienen algo de aire. Por ello, países y gobiernos más fuertes en la región aprovecharán la oportunidad para internacionalizarse, globalizarse y tomar una posición aventajada en la economía del mundo. No por ello, la discusión dejará de concentrarse en las características y los grados de articulación, hegemonía y supeditación de unos países sobre otros, y de unas regiones sobre otras.
En el contexto prefigurado no parece que las características de una nueva multilateralidad vayan a avanzar en términos de integración, sino más bien tenderán a moverse hacia acuerdos comerciales, energéticos, transporte y otros aspectos vinculados con la reconfiguración del orden económico en la región y su relación con el mundo.
Sin embargo, no hay que olvidar que hay aspectos de la vida, del desarrollo y de las libertades humanas que transcienden fronteras, como ocurre con seguridad y soberanía alimentaria, la sostenibilidad ambiental y los derechos humanos, sociales y políticos, cuyos contenidos se deben introducir en los reajustes naturales (por los cambios de contexto) y necesarios (por nuevas oportunidades, amenazas y expectativas) de una multilateralidad tendiente a la integración en aspectos sustancialmente políticos con una visión de corto, mediano y largo plazo.
En este campo, los movimientos sociales y las Organizaciones no Gubernamentales, entre otros agente, tienen un rol importante, y los Estados y sus representantes tienen una responsabilidad indelegable, por eso es urgente provocar reflexiones que nos saquen del activismo y la inercia de seguir las mismas consignas de siempre. No debemos perder de vista que es prudente y necesario apuntalar y pedir cuentas a nuestros gobiernos, que muchas veces se escudan en el orden mundial, para justificar sus limitaciones y contradicciones en la atención de los problemas que atingen a su población y, al mismo tiempo, apuntalar y pedir cuentas a los organismos multilaterales que efectivamente logran un grado de influencia, aunque sea por simple indiferencia, evitando en los dos ámbitos que la participación de múltiples actores así como sus espacios de relacionamiento, creativos aunque dispersos, terminen diluyendo las responsabilidades y disipando los propósitos.
* Sociólogo, experto en desarrollo rural. Dirige el IPDRS y es coordinador de la maestría de desarrollo rural del programa de post grado CIDES - UMSA en La Paz, Bolivia.