PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
76 - Agroindustria, una dimensión de la economía brasileña
* Walter Sotomayor
La imagen de diez cosechadoras de algodón en las plantaciones que se pierden en el horizonte ha corrido el mundo estampada en revistas internacionales como la visión de un país que se ha vuelto una potencia en el campo y que camina hacia los primeros puestos entre los mayores productores de alimentos del mundo.
La producción de algodón de gran calidad y su cosecha mecanizada es un retrato de los cambios que ocurrieron en el mayor país de Sudamérica, en el que 85% de sus 190 millones de habitantes viven en ciudades, pero muchos tienen sus esperanzas puestas en la agricultura, incluso los que esperan en viviendas precarias a lo largo de carreteras un pedazo de tierra para convertir sus sueños en realidad.
En el documento número 76 de la serie Diálogos, Walter Sotomayor describe con entusiasmo las políticas estatales de producción agroindustrial de Brasil, el "tigre sudamericano". Esta es la visión sobre unos de los rostros de la economía brasileña, invitamos a las y los lectores a mostrar los otros rostros.
La economía del campo está en franco crecimiento en Brasil. En las últimas cuatro décadas ese crecimiento ha sido constante y la producción de granos en 2011 ha superado las 160 millones de toneladas. En 2022, año en que Brasil celebrará el bicentenario de su Independencia, se espera que la producción de granos llegue a 260 millones de toneladas, lo que representa un crecimiento de 60% en la década. Los brasileños producen los cuatro alimentos básicos que son la base del consumo humano de calorías: trigo, arroz, maíz y soya. Por eso, muchos países ven con esperanza su futuro, incluso millares de extranjeros que buscan tierras para producir. Son pocos los países en el mundo con esa capacidad, es decir extensiones propias para la agricultura, de preferencia tierras planas, con agua, y un factor cada día más importante, la tecnología.
Embrapa
Los especialistas no dudan en responder que el aumento de la producción brasileña, sin una significativa incorporación de nuevas extensiones de tierra a la agricultura, es resultado de los avances tecnológicos proporcionados por la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agrícola y Ganadera (Embrapa).
La empresa, creada en 1973 por el extinto régimen militar que gobernó Brasil entre 1964 y 1985, ha proporcionado condiciones para el cultivo en gran escala en regiones consideradas hasta mediados de los años 70 como inadecuadas para la agricultura, por ejemplo el bioma Cerrado, constituido por las sabanas de la gran meseta central brasileña, donde se encuentra la capital Brasilia, ha sido incorporado al mapa de la producción y responde hoy por cerca de la mitad de la cosecha nacional de granos.
Embrapa ha producido semillas más resistentes de soya y arroz para aguantar, por ejemplo, períodos de sequía y algunas plagas o, en el caso de la soya de ciclo precoz, anticipar su cosecha y así dar tiempo para el plantío de un segundo cultivo en el mismo año agrícola.
El presidente de Embrapa, Pedro Antônio Arraes Pereira, un investigador especializado en arroz y frijoles, la base de la alimentación tradicional de los brasileños, destaca la importancia de la investigación tecnológica y la innovación para reducir los costos de los productores. "La tecnología elaborada para los frijoles abre una nueva puerta. Sabemos que hay controversias en relación a los transgénicos, pero los cambios que hacemos son inocuos para el ser humano y las plantas pueden ser más eficientes, perdiendo menos agua", dijo Arraes en una entrevista a la agencia de noticias Globo.
Embrapa está llevando adelante 180 proyectos de estudio para aumentar la productividad en el campo. Uno de los más importantes es el de la fijación biológica para los cultivos de soya mediante la asociación de leguminosas con bacterias que estimulan la producción de nitrógeno y así evitan el uso de fertilizantes químicos.
"Podemos hacer lo mismo con el maíz y la caña de azúcar", informo el coordinador de Estudios Estratégicos de Embrapa, Elisio Contini.
La diseminación de informaciones ha recibido en los últimos años un fuerte respaldo del gobierno con la creación de los Institutos Federales de Educación, Ciencia y Tecnología, que son escuelas técnicas orientadas para atender a las necesidades de recursos humanos capacitados en todo el país.
La reducción de la acidez de la tierra en extensiones planas, desde hace cuatro décadas, permitió la ampliación de la frontera agrícola en la región Centro-Oeste formada por los Estados de Goiás, Mato Grosso, Mato Grosso do Sul y parte de Minas Gerais y Bahía. La ubicación de Brasilia en este centro geográfico contribuye de manera decisiva al desarrollo de la agricultura y de la infraestructura de transportes y comunicaciones en regiones postergadas a lo largo de la historia brasileña.
Matopiba
La consolidación del Centro-Oeste brasileño ha estimulado el desarrollo en la última década de la región conocida como Matopiba, una zona que comprende parte de los estados de Maranhão, Tocantins, Piauí y Bahía. Como en otras fronteras agrícolas, allí se observa la presencia de agricultores oriundos del sur del país, familiarizados con las nuevas técnicas de producción en gran escala. Con el uso de tecnología la producción de Matopiba llegó a 12,2 millones de toneladas de granos, es decir a 8% de la producción nacional, con perspectivas de amplio crecimiento.
El desafío para esta nueva frontera agrícola es la precariedad o la inexistencia de transporte. El ex ministro de Agricultura, Reinhold Stephanes, reconoció que allí los agricultores tuvieron que construir carreteras para retirar la producción de sus propiedades y lamentó que el Estado esté ausente en esa región para suministrar las condiciones básicas de estímulo a la producción.
Al margen de la tecnología, que ha hecho viable la producción en regiones consideradas hasta hace poco inservibles para la agricultura, otros factores contribuyen de forma decisiva para el éxito de la actividad económica en el campo. Una línea es la del crédito agrícola estatal, que procura estimular tanto la agricultura extensiva como la agricultura familiar; otra, la estabilidad jurídica, que tiene expresión por medio de instituciones representativas de grandes y pequeños productores, además de una aguerrida bancada en el Congreso, muy atenta a los intereses del sector.
Exportaciones
Las exportaciones del sector agrícola y ganadero, que incluyen tanto productos in natura como industrializados alcanzaron un valor récord de 94.590 millones de dólares en 2011. Los sectores más destacados fueron el llamado complejo soya, el azúcar y el alcohol y las carnes con destino a la Unión Europea, China, Estados Unidos, Rusia y Japón. Pese a ser uno de los principales productores agrícolas del mundo, Brasil es también un importante importador de alimentos. En 2011 sus importaciones alcanzaron un valor de 17.080 millones de dólares.
El extraordinario desempeño de las exportaciones del sector agrícola ha sido impulsado por una creciente demanda de alimentos, principalmente en los países emergentes como China, India y Rusia, al margen de los tradicionales compradores. Esa demanda se ha reflejado en los precios: la tonelada de café que era vendida a US$ 964 en 2001 pasó a costar US$ 4.600; la soya, de US$ 173 paso a US$ 495, en el mismo periodo; el azúcar de US$ 197 pasó a US$ 573 y la carne vacuna de US$ 2006 para US$ 5077.
Biocombustibles
Un estímulo a la producción de soya y otras oleaginosas es la producción de biocombustibles. El gobierno ofrece una demanda firme y un mercado seguro en expansión. Una ley obliga a añadir 5% de biodiesel al diesel utilizado por los camiones de carga. Con eso, la producción ha crecido. En 2007, Brasil producía 400 millones de litros de biodiesel; en 2011, esa producción saltó a 2.500 millones de litros.
El Ministerio de Agricultura definió zonas con clima más favorable a la producción para siete oleaginosas: algodón, maní, colza, óleo de palma, girasol, ricino y soya. Pero en el momento, la soya responde por más de 70% de la producción de biodiesel.
La política de la producción de biodiesel y alcohol combustible se encuadra en el objetivo general trazado para la agricultura brasileña: añadir valor. Por eso, muchos especialistas recomiendan la producción de biodiesel que genera empleos en el país y utilidades más elevadas en vez de la exportación de la soya en grano a precios más bajos. El presidente de la Unión Brasileña de Biodiesel, Juan Diego Ferrés, espera que Brasil duplique su actual producción de 2,5 millones de litros de biodiesel hasta 2015. En 2011 la soya utilizada para producir biodiesel representó 10% de toda la cosecha anual.
Agroindustria
Agregar valor ha sido también una fórmula para el crecimiento de la agricultura familiar, especialmente la que tiene acceso a nuevas técnicas de producción gracias a la asociación en cooperativas. Un ejemplo es la cooperativa Copacol, formada por pequeños productores del interior del Estado de Paraná, en una zona próxima a la frontera brasileño-paraguaya.
Tradicionalmente productora de pollos, la cooperativa carnea diariamente 300 mil aves por día, con la perspectiva de ampliar esa operación a 490 mil por día en 2013. Copacol produce también soya, trigo, maíz y café, pero es más conocida por la carne de pollo procesada, embutidos y productos lácteos. La novedad es que en 2008 sus asociados iniciaron la producción de pescado. La cooperativa carnea 20 toneladas diarias de tilapias, que pueden ser encontradas en los mercados de todo el país en forma de filetes congelados.
La cooperativa Coamo, establecida en los estados de Paraná, Santa Catarina y Mato Grosso do Sul, con más de 24 mil asociados y cinco plantas de producción de aceites, exportó el año pasado 1.150 millones de dólares.
La industrialización del campo es una nueva realidad que trae beneficios para grandes y pequeños y los sucesivos gobiernos se han empeñado en crear condiciones para añadir valor a la producción. Actualmente Brasil exporta cerca de 1.500 productos diferentes para casi todos los países del mundo.
Ese espíritu buscó imprimir también la Presidenta Dilma Rousseff a sus socios del Mercosur, en la última reunión del grupo, a fines de diciembre de 2011: "Aspiramos ser más que meros proveedores de materias primas alimenticias, o de minerales o petróleo. Eso es muy importante, pero queremos ser algo más. Queremos generar conocimientos por medio de políticas que contemplen una integración regional profunda basada en el trabajo calificado y en la producción de ciencia, tecnología e innovación. Queremos que nuestras cadenas productivas sean integradas, para garantizar el desarrollo de todos".
Insumos
Para proseguir en el camino del crecimiento, las autoridades brasileñas han buscado cada vez más autonomía en fertilizantes y defensivos agrícolas. Desde hace mucho las herramientas y máquinas agrícolas de fabricación brasileña son parte del desarrollo del país. Pero aun hay una fuerte dependencia en la importación de materia prima para la producción de fertilizantes.
La intensificación de la producción de los yacimientos de fosfatos debe reducir la dependencia de 49% a 12% y la del nitrógeno de 78% para 33%, en razón de las inversiones realizadas por dos de las mayores empresas brasileñas. La Vale, segunda mayor empresa minera del mundo, acaba de anunciar el comienzo de la producción de potasio tras arrendar derechos de Petrobras por 30 años en el estado de Sergipe, en la región noreste del país. La estatal Petrobras es responsable por la producción de abonos nitrogenados.
Logística
Uno de los desafíos más difíciles para los agricultores brasileños es el transporte de sus productos debido al modelo adoptado en el país en que el transporte por carreteras es predominante. "Hoy, 65% de la carga nacional es transportada en carreteras. En Estados Unidos es solo de 32%. Por las hidrovías solo se transporta 8% de la carga, mientras en Estados Unidos llega a 25%. Una tonelada de granos, transportada a lo largo de mil kilómetros de carreteras cuesta US$ 42, mientras en hidrovías solo US$ 18. Eso ha sido un desastre para nosotros en términos de competitividad internacional", dijo en una reciente conferencia Katia Abreu, presidenta de la Confederación Nacional de la Agricultura.
Uno de los planes más ambiciosos del gobierno es crear una nueva espina dorsal en el país con un ferrocarril que lo atraviesa de norte a sur y dos ramales perpendiculares, el primero en la región noreste y el segundo en la meseta central.
El ambiente de optimismo que se percibe en el campo parece haber adormecido un poco al Movimiento de Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST), que ha luchado contra el modelo de agricultura implantado en el país, contra el capitalismo, contra las empresas transnacionales y, principalmente, contra la agricultura de escala. El movimiento perdió fuerza ante la demanda de gente para trabajar tanto en la agricultura como en las obras del Programa de Aceleración del Crecimiento, que construye carreteras, represas hidroeléctricas y estadios por todo el país.
La reducción del ímpetu del movimiento puede ser explicada, en parte, por el menor entusiasmo demostrado por Dilma Rousseff en relación a Luiz Inacio Lula da Silva, con los programas gubernamentales de inclusión social, responsables por la incorporación de 40 millones de brasileños a la clase media.
El máximo dirigente del movimiento, João Pedro Stédile, le recordó a la Presidenta, en el reciente Foro Social de Porto Alegre, que todavía hay 180 mil familias a la orilla de algunas carreteras en el país a la espera de tierra para trabajar. El dirigente también criticó fuertemente el nuevo Código Forestal, que establece límites a la deforestación, por amnistiar a quienes han causado devastación, y ha insistido en llevar adelante el asentamiento de familias en módulos agrarios de 2 hectáreas.
Dilma Rousseff respondió afirmando que su gobierno desea también llevar adelante la reforma agraria, pero que ésta tiene que producir frutos, ser eficaz. "Yo quiero productores, quiero que la gente viva de sus ingresos", respondió la presidenta, con dureza. "Ustedes hacen parte de los movimientos sociales, yo soy gobierno", concluyó.
* Walter Sotomayor es periodista, fue editor de diarios brasileños y corresponsal de agencias internacionales de noticias, asesor de prensa en la representación de Unesco en Brasil, en la Confederación Nacional de la Industria y en la Secretaria de Asuntos Estratégicos de la Presidencia de la República. Actualmente trabaja como consultor de comunicación.
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