PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
308 - La última oportunidad para nuestros bosques y para nuestra gente
La última oportunidad para nuestros bosques y para nuestra gente
Gonzalo Baptista Mercado
Comunicador del IPDRS.
Hace pocos días, el IPDRS en coordinación con la Unidad Educativa Técnico Humanístico Mariano Justiniano Orbe del municipio del Sena ubicado en la Amazonía boliviana, realizó un concurso denominado “Mi querida Amazonía”. En el concurso, los estudiantes pusieron a prueba los conocimientos adquiridos en varios procesos de capacitación.
Por un lado, desarrollamos la iniciativa de los bosques educativos, en la que los niños niñas y adolescentes conocen su bosque como extensión de su escuela, en un afán de que puedan convertirse en una especie de cuidadores/as, protectores/as de la naturaleza. Por otro lado, desplegamos una campaña de prevención de desastres naturales y de origen antrópico, en la cual que los estudiantes y los profesores fueron parte de un proceso de capacitación liderada por profesionales en gestión de riesgos.
No obstante, nos surgen algunas preguntas como: ¿Qué tan pertinente es hacer estos esfuerzos y/o generar estos espacios? ¿Por qué hablar con los estudiantes sobre gestión de riesgos? ¿Qué tan importante y cuánto impacto tendrá? Lo cierto es que no eres consciente de la magnitud del problema hasta que lo ves con tus propios ojos. Solamente al recorrer el tramo del Municipio de Puerto Rico al Sena puedes ver cómo la gente chaquea, le prende fuego al bosque con el objetivo de deforestar, limpiar el espacio y ocuparlo para actividades productivas que, en muchas ocasiones, no equivalen ni a la mitad del daño que se le hace al medio ambiente; mucho menos son conscientes de cómo el humo opaca el hermoso paisaje amazónico.
En Bolivia, según el Viceministro de Defensa Civil Juan Carlos Calvimontes, en sus últimas declaraciones en septiembre, los incendios forestales afectaron unas 854.724 hectáreas; haciendo un recuento, en 2021 los incendios alcanzaron 4,2 millones de hectáreas, en 2020 se registró 5,2 millones hectáreas incendiadas y en 2019 se quemaron más de 5,3 millones, considerada la más grande de los últimos años.
Lo preocupante es que no es el único territorio donde sucede esto. A lo largo del año, se han perdido cantidades enormes de espacios verdes, en Colombia, por ejemplo, entre enero y marzo de este año, se deforestaron 50.400 hectáreas, superando las 45.500 hectáreas reportadas para el mismo periodo de 2021, y la cifra de los últimos 21 años ya supera los 3 millones de hectáreas, según el Ministerio de Ambiente de ese país. Por otro lado, en Paraguay, el Informe Reporte Nacional de Cobertura Forestal y Cambios de uso de la tierra de 2017 a 2020, publicado recientemente por el Instituto Forestal Nacional (INFONA), revela que durante 2005 y 2020, alrededor de 4,37 millones de hectáreas de bosque se han deforestado y transformado en otros usos de la tierra, principalmente, para actividades relacionadas a agricultura y ganadería.
Por todo esto, no es novedad que, si bien las agendas mediáticas hablan del tema, no dejan de ser noticias a vuelo de pájaro, que no hacen eco sobre las consecuencias y pérdidas irrecuperables. No existe un seguimiento de parte de las agencias de información, el periodismo de investigación es casi inexistente al respecto, pero acaso, ¿Es culpa de los medios que no les interesa el tema? ¿Es posible acceder a los datos? ¿Existe algún interés de por medio que limita estos esfuerzos?
Podemos plantearnos muchas más interrogantes y debemos admitir que hay mucha debilidad en cuanto a campañas de prevención, concientización y comunicación al respecto. Es inevitable sentir que los esfuerzos de las instituciones, que sí lo hacen, no son suficientes frente a la inmensidad del problema. Tampoco son suficientes las determinaciones de las organizaciones de la sociedad civil, organizaciones indígenas y campesinas, mientras no exista normativa y voluntad política para proteger los bosques y los territorios.
A nivel estatal, en varios países de la región existen ciertas normativas de poco alcance que están ahí para tener tranquila a la opinión pública. Mientras que, en la práctica, estas no son respetadas ni se implementan bajo control institucional. A la vez, se aprueban leyes para hacer excepciones a la norma, y así, abrir paso a la deforestación, al cambio de la planificación de uso de suelos y el chaqueo sin control, respondiendo a intereses privados de grandes empresas, estatales o no, con la excusa de desarrollo y progreso.
Nos queda claro que el problema no se va solucionar de la noche a la mañana. Entonces usted, estimada lectora o lector, se preguntará ¿de qué sirve hablar de esto, si no hay nada que hacer? Por el contrario, sí podemos hacer algo, podemos dejar de prender fuego a los chacos, dejar de quemar la basura y la ropa vieja; en este ámbito, hasta el apagar la colilla del cigarro cuando termine de fumar ayuda. Además, ayuda el apoyo a los sistemas alimentarios campesinos e indígenas, la corresponsabilidad con los precios justos y el consumo responsable. La agricultura intensiva y la ganadería extensiva son un lastre que sostenemos las sociedades de consumo, remiten al mercado internacional y las exportaciones, y nunca a la soberanía alimentaria.
Por otro lado, no debemos olvidar que, la información es poder. Como aquellos estudiantes de la Amazonía, si reconocemos nuestro bosque no sólo como una despensa para la recolección de productos para la comercialización, si contabilizamos las variedades y especies de árboles, plantas, animales, insectos, y recaemos en los riesgos de que toda esta biodiversidad desaparezca. Si logramos comprender los servicios de la biodiversidad para las comunidades humanas, en términos de agua, alimentos, oxígeno, seremos conscientes de lo que implica afectar el equilibrio ecosistémico, y nos brindaríamos de mejor forma a proteger, cuidar, resguardar este tesoro natural.
Desde el Instituto planteamos el Concurso anual para jóvenes de esta gestión, abordando la temática del devaste territorial. Buscamos visibilizar la realidad que enfrentan las familias, comunidades y territorios rurales frente a este tipo de adversidades, y así, poder compartir las iniciativas de cuidado y resguardo de los diferentes ecosistemas. Buscamos conocer alternativas a los procesos más agresivos de manejo del bosque e incluso, la restitución de ellos. Uno de los objetivos de este concurso es elevar la voz de las y los jóvenes, pues son quienes tendrán que tomar la delantera por su futuro.
Muchos dicen que estamos en recta final, que la crisis climática está en un momento de gravedad importante y que, de no frenar los agravios a la naturaleza, se impondrá la cuenta regresiva para el agotamiento del planeta. Desde mi opinión aún no es demasiado tarde, pero sí es cierto que debemos escuchar las alertas, posicionarnos y darle una última oportunidad para nuestros bosques y nuestra gente.