PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
294 - Efecto combinado de factores dificulta la recuperación de territorios rurales
Efecto combinado de factores dificulta la recuperación de territorios rurales
Lorenzo Soliz
Filósofo con maestría en Seguridad
Alimentaria y Desarrollo Humano, Responsable
de Proyectos del IPDRS
El efecto combinado de al menos cuatro factores dificulta y retrasa la recuperación y el desarrollo sostenible de los territorios, especialmente de los territorios rurales, en esta fase con débil incidencia de la COVID-19. La acción humana que provocó la deforestación y los incendios forestales más grandes de los últimos tiempos como estrategia de ocupación territorial y cambio del uso del suelo, y sus secuelas; los efectos del cambio climático que han recrudecido en el último año y el Fenómeno de la Niña; las consecuencias económicas y sociales que deja la crisis sanitaria, y las políticas inadecuadas para la recuperación económica, son causa de dichas dificultades.
En Bolivia la acción humana en el último año provocó la quema de más de 680 mil hectáreas de bosques solo el año 2021 (https://incendios.fan-bo.org/Satrifo/areas-quemadas-oct-2021/), mayormente en la Amazonia, Chiquitanía, Chaco y el Pantanal en la frontera boliviano-brasilero. En Brasil, también el año pasado y solo en el Pantanal y el Amazonas fueron quemadas más de 365.000 hectáreas; y en enero de este año, expertos del Panel Científico por la Amazonía reportaron que en las últimas décadas la región ha perdido un 17% de su vegetación nativa por la deforestación, muy cerca de llegar a un “punto de no retorno” que haría imposible salvarla, y la selva tropical se convertiría en una sábana, afectando a países latinoamericanos con Amazonía. (https://www.infobae.com/america/america-latina/2022/01/16/la-crisis-por-la-deforestacion-del-amazonas-una-critica-situacion-que-podria-empeorar-en-2022/).
En Argentina, en el mes de enero recién pasado, en plena temporada de verano, en la provincia de Corrientes fueron quemadas cerca de 800 mil hectáreas, incluso en zonas de pantanos, ciénagas y lagunas, contiguas a los países vecinos de Paraguay, Brasil y Uruguay, según el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, INTA (https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20220222-argentina-paraguay-incendios-verano-clima) El cambio climático se manifiesta este año agrícola 2021-2022 en el incremento de temperaturas de hasta 40 grados y más, tanto en la Amazonía como en la región de los semiáridos sudamericanos (Argentina, Bolivia, Paraguay y Brasil); sequía y un desorden en el régimen de las lluvias con altas y bajas precipitaciones según lugares, y veranillos en época de floración que afectan la producción agrícola. La sequía ha adquirido un alcance regional, afectando buena parte del Cono Sur de Suramérica. (https://www.france24.com/es/am%C3%A9rica-latina/20220222-argentina-paraguay-incendios-verano-clima). En la región andina y de valles interandinos de Perú, Colombia y Bolivia hubo precipitación pluvial localizada, intensas lluvias concentradas en espacios cortos de tiempo o sequía en otras zonas; altas temperaturas de día y bajas temperaturas durante la noche, con nevadas inusuales que provocaron inundaciones, riadas, derrumbes y turbiones afectando dramáticamente en la vida de cientos de familias, comunidades y territorios, en su alimentación, salud, economía y patrimonio. Los especialistas en la materia aún no se atreven a afirmar la relación que existiría entre el cambio climático y el fenómeno de La Niña, que se manifiesta por ya dos años consecutivos. Los testimonios siguientes dan cuenta de la difícil situación por la que atraviesas las familias de diferentes territorios.
“No sé qué vamos a hacer, este año no va haber producción, va a faltar comida. Hace cuatro años se han muerto las vacas, no sabemos con qué han muerto. Después llegó la langosta, luego la sequía, el covid, los incendios forestales y ahora otra vez la seca. Mi maíz está chiquito, no va producir si sigue sin llover” (productor del Chaco boliviano, marzo 2022).
“… qué habrá que hacer, este año no ha llovido nada en enero y tanta calor que ha hecho… y el viento tan fuerte ha aplastado y fregado los cultivos, poco van a producir este año… (productora de Cochabamba, febrero 2022 ).
Mientras tanto, la afectación por la COVID-19, especialmente en los territorios rurales, prácticamente va desapareciendo, y las familias y comunidades rurales continúan realizando sus actividades de recolección y producción, así como las actividades económicas sin interrupción desde la anterior gestión agrícola. Por ejemplo, la recolección o zafra de la castaña en Brasil, Perú y Bolivia se desarrolla con absoluta normalidad. “Aquí los extractivistas estan concentrados en la recolección de la castaña sin dificultad, como todos los años” (dirigente nacional de CNS-Brasil, marzo 2022). De igual manera el trabajo de los miles de pequeños productores de los valles interandinos o de otras zonas de los diferentes países sudamericanos.
Pese a ello, “…el covid nos ha afectado, no tanto a la salud ya que hemos soportado, lo que más nos ha afectado es a la economía, la producción de alimentos, la educación y también a la organización. Ahora que parece que ya está pasando esa enfermedad, ahora tenemos que recuperar, pero el tiempo no nos está acompañando, no hay lluvia, pero en otros lados está lloviendo demasiado, está haciendo estragos… (dirigente guaraní de Ivo, Chaco boliviano)
Respecto de las políticas de recuperación económica, ya son conocidos los esfuerzos de los gobiernos nacionales por su machacona reiteración de transitar el mismo rumbo del extractivismo y su ímpetu por el crecimiento económico. La COVID-19 no sirvió en absoluto para repensar rutas alternativas de desarrollo de nuestros países, y es utilizada una y otra vez como pretexto y argumento para justificar e imponer, entre otras cosas, políticas gubernamentales so pretexto de recuperación económica, afectando precisamente al desarrollo de los territorios locales.
En la Panamazonía, la extracción del oro no es una novedad, lo novedoso son las nuevas oleadas de masiva extracción del metal impulsadas por las políticas de reactivación, sin importar los efectos sobre el territorio y su población y a veces con complacencia de sectores de la población local, todo en nombre de la recuperación económica tras la crisis sanitaria. Lo mismo ocurre en los Andes con otros minerales y con los hidrocarburos y la agropecuaria basada en la ampliación de la frontera agrícola en el Chaco y Amazonía. Pero estas mismas políticas no están apoyando medidas que sí pueden enfrentar los efectos de cambio climático, dinamizar las economías y mercados locales, generar empleo y hacer uso productivo y sostenible de los recursos naturales como el suelo, agua y la biodiversidad. Y si hay algún apoyo éste es marginal y hasta contradictorio, como los programas que impulsan la ganadería y la producción de granos en la Amazonía con base en la deforestación y quema del bosque primario. En Bolivia el cambio del plan de uso de suelos, PLUS, del Beni, indefectiblemente convertirá bosques en pastizales y cultivos de granos, situación similar se impulsa en la Chiquitanía. En el Chaco, la sequía y la histórica postergación de inversión pública para resolver de manera estructural la falta de agua –y no la COVID-19- retrasan su desarrollo.
Así, estos cuatro factores combinados dificultan la recuperación y el desarrollo sostenible de territorios locales (territorios indígenas, municipios o jurisdicción estatales locales, cuencas u otros); y la población rural, especialmente la que vive mayormente de las actividades agropecuarias y de la sociobiodiversidad la tiene muy difícil durante este y los siguientes años.
Como ha advertido el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC por sus siglas en inglés), en febrero recién pasado en su nuevo Informe, el cambio climático afecta ya a la producción y disponibilidad de alimentos, exponiendo a millones de personas a la inseguridad alimentaria. Y por ello la denominada agricultura familiar es clave para enfrentar el cambio climático y responder a las necesidades alimentarias de la población mundial. No obstante, no se trata de mantenerla en las condiciones actuales sino de potenciarla, renovarla con tecnología adecuada según las condiciones agroecológicas de cada territorio; previniendo y preparándose frente a las múltiples amenazas y riesgos naturales y antropogénicos a los que está expuesta; con cualificación de los recursos humanos y políticas de mercados y laborales adecuados a los contextos actuales; dinamizando los mercados locales; medidas y prácticas de mitigación y adaptación al cambio climático; incentivando y premiando con medidas fiscales la generación de actividades económicas, servicios y empleo rural no agropecuario; promoviendo y facilitando un mejor uso de la conectividad ya disponible en muchos territorios; promoviendo la educación y el cuidado del medio ambiente. Con estas y otras medidas, los territorios y su población podrían gradualmente salir del estancamiento en que se encuentran en los espacios locales como efecto combinado de los cuatro factores mencionados.