PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
292 - Estructura pecuaria, desarrollo y tecnologías pecuarias
Estructura pecuaria, desarrollo y tecnologías pecuarias
Jhaquelin Dávalos Escobar
Profesional en ciencias de la educación, realización cinematográfica y responsable de Intraprendizaje
del IPDRS.
Alrededor de la década de los setenta y ochenta, se construye en Bolivia una estructura pecuaria dual, con una presencia extensiva de bovinos en el oriente y una presencia mayoritaria de ovinos y caprinos, que coexisten en condiciones de minifundio, en occidente. Esta dualidad no solo tiene asiento en la tenencia desigual de tierra sino también en la forma de crianza animal.
Estructura pecuaria actual
De acuerdo al SENASAG, para el 2011, Santa Cruz (28%) y Beni (42,5%) concentran 70,5 % del total de bovinos del país. En cambio, entre La Paz (36 %), Cochabamba (15,5 %), Oruro (15,45 %) y Potosí (17,5 %) alcanzan 54,42 % del total de ovinos. Los datos reflejan un esquema pecuario dual cuya variación tiene que ver, según investigaciones alimentarias, con que la carne bovina va reemplazando a la carne ovina por sus niveles colesterol y ácido úrico; sin embargo, el resultado atiende también a la extensiva distribución de tierra para el oriente del país.
En este análisis no ahondaremos en la producción avícola, superior a todas las actividades pecuarias (bovina, caprina, ovina y de camélidos) con 89 % para el año 2011, de acuerdo a Albarracín en su texto “Análisis de la Construcción de la ruta de desarrollo sectorial” (2013), porque, desde mi punto de vista, su crecimiento no se debe al acceso a la tierra —aunque, lógicamente, tiene que ver con la provisión de granos, acceso al agua y su transformación con energía eléctrica— sino con su carácter tecnológico-extractivo.
Actualmente, la actividad avícola es posible por la radicalización de los principios modernos. Hoy se puede reconocer una crianza avícola industrial basada en la explotación de las aves que viven en espacios reducidos, hacinadas, pollos sometidos a picadoras por representar un gasto, aves sometidas a luz artificial de 24 horas ininterrumpidas para alterar su ciclo biológico, y así, lograr mayor “productividad” a costos muy altos, costos que alteran la ética humana. La producción avícola evidencia el papel de la tecnología y su capacidad de desplazar y modificar elementos constitutivos de un sistema de producción.
Desarrollo: estructurador del acceso inequitativo a la tierra
Barraclough, en su texto “¿Progreso para quien?”, sostiene que toda “…estructura agraria consiste, esencialmente, en relaciones de poder institucionalizadas entre individuos y grupos sociales para el control y el uso de la tierra y la distribución de productos” (1981:380). Es decir, toda estructura pecuaria responde a una tensión histórica entre actores que pugnan por tomar o participar del poder. Así sucedió con la Reforma Agraria DE 1952 que, si bien logra reordenar el acceso a la propiedad de la tierra, tiene a una élite privilegiada que busca recomponer sus pérdidas bajo un proyecto encubierto: modernizar los cultivos de las comunidades indígenas y vertebrar de vías el oriente del país.
Aparentemente se reivindica a la población indígena, pero en su matriz filosófica se enlista al proyecto modernizador y desarrollista, como se explica en el libro “Los barones del oriente” (Ximena Soruco, 2008) “…muchas familias enriquecidas con la goma se trasladaron a otros puntos del mercado interno (La Paz sobre todo), otras familias nacionales y extranjeras fueron atraídas a Santa Cruz en este u otros momentos de acumulación (política agraria de 1953, dotación de tierras, sobre todo en los gobiernos de Banzer y Jaime Paz, ciclos del azúcar, algodón y soya); es decir, su composición interna se ha modificado considerablemente durante el siglo XX. De igual manera, los diferentes contextos favorables para su consolidación (auges de precios internacionales y una política económica estatal propicia desde 1953) y otros que les tocó sobrellevar, especialmente los momentos nacional-populares (Revolución de 1952 y victoria de Evo Morales el 2005), le han dado una acumulación histórica sin precedentes en Bolivia. Las élites paceñas (renovadas en 1899 y 1952), aunque más poderosas económicamente y con voluntad hegemónica nacional, tuvieron momentos de cuestionamiento y fueron derrotadas. Las nuevas élites que surgieron de estos procesos, entonces, tuvieron que ‘pactar’ su discurso con los sectores populares que los interpelaban, situación que no ha vivido todavía la élite cruceña”.
En este punto, se produce un quiebre importante porque no estamos hablando de una estructura pecuaria dual diferenciada geográficamente entre ovinos/occidente y bovinos/oriente, sino de una estructura pecuaria ovinos/minifundio y bovinos/latifundio, en función del acceso a la tierra y de la reconfiguración de nuevas y recicladas élites. Cabe aclarar que no estamos hablando de bovinos llegados con la colonia, bovinos criollos, sino de una población bovina “mejorada genéticamente”,
A partir de aquí, se produce la vertebración del oriente del país para sustituir la importación de carne vacuna mediante haciendas ganaderas de corte capitalista. Se impulsa el consumo de carne, de acuerdo a parámetros del mercado, de acuerdo a parámetros nutricionales ideados por organismos internacionales como la OMS y la FAO. Dichas políticas se enmarcan en el deseo de erradicar la pobreza, pero se ubican a un nivel no estructural, sin el tema tierra; sin embargo, tienen la capacidad de hurgar en la mentalidad y gusto alimentario, las nociones de lo saludable que inciden en la demanda alimentaria y en la persistencia de que la producción de carne bovina a gran escala es justificada.
La oveja cara negra en la historia ovina
Un aspecto que tiene que ver con la colonialidad es el incremento de la producción ganadera bajo el justificativo de la mejora nutricional de la población. Sin embargo, la lactosa, por ejemplo, no necesariamente se adecúa al régimen alimenticio de todas las personas, tampoco el consumo de carne es tolerable en todos los casos. Es decir, no podemos hablar de una forma universal de comer, por lo tanto, la demanda del incremento en la producción ganadera debería relativizarse, más si tomamos en cuenta el alarmante el dato que asegura que “la actividad ganadera es responsable del 18% de los gases de efecto invernadero (GEI) que se emiten a la atmósfera, cifra que está por encima de las emisiones del sector transporte” (FAO, 2006).
Por otro lado, la historia ovina en Bolivia, retrata muy bien cómo el desarrollo actúa como eje continuador de lo colonial en distintos tiempos.
La historia ovina en los Andes trata de una persistente introducción genética. Con la colonia se introdujo la raza ovina Churra y Manchega (España), seguida de las razas Targee, Merino (Francia) y Corridale (Nueva Zelanda), y hoy se habla de la introducción de las razas Hampshire y Suffolk (Inglaterra), como un signo de modernización y mejora de la producción ovina. Esta innovación pecuaria, de acuerdo a las voces femeninas, responsables de su crianza, muestra efectos sociales, culturales y de género.
De acuerdo a doña Petrona Vázquez, citada en mi libro la “Oveja cara negra. Un estudio sobre educación y modernización de la crianza de ovejas en el altiplano boliviano” (Jhaquelin Dávalos, 2021), la oveja cara negra presenta desajustes genéticos que complejizan su crianza (partos complicados, marcha lenta, mayor exigencia alimentaria) y desata conflictos por la tierra debido a la necesidad de mayor espacio para producir pastos introducidos.
Con esto quiero poner en evidencia que la importación genética en la historia de Bolivia, para el caso ovino, se dio sin importar los contextos locales y en contradicción con el principio de sustitución de importaciones que el desarrollo, desde un enfoque estructuralista, pregonaba, porque se importa material genético, una y otra vez, bajo la idea que los animales criollos son "ontológicamente subdesarrollados”, como decía el padre y veterinario Bernardo Fulcrand (2010), en su libro “Las ovejas de San Juan”.
Una preocupación por preservar el ganado criollo de ovinos y otras especies no debe suponer una resistencia a lo nuevo, sino una plena conciencia de que la adaptabilidad se logra en cientos de años y requiere de una asistencia técnica, además se debe reunir una serie de características estructurales, como acceso a tierra para dar respuesta a una demanda selectiva del forraje.
Lo que estoy sugiriendo es que el rol del desarrollo ha sido estructurador en el acceso y tenencia de la tierra, y en la actualidad, persiste como un elemento de continuidad colonial porque se basa en tecnologías de animal extractivas. Por eso, conviene valorar cómo construir instituciones agropecuarias para lograr verdaderas transformaciones y verdaderas reformas agropecuarias.