PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
257 - ¿Por qué el kit de alimentos del gobierno no incluía soja?
¿Por qué el kit de alimentos del
gobierno no incluía soja?
Luis Rojas – Heñói
La velocidad en la expansión de la inesperada pandemia del coronavirus, ha venido a desnudar rápidamente muchas de nuestras fragilidades sociales, en nuestro país, así comoen otros tantos. A la desastrosa situación de los sistemas públicos de salud, e incluso de las finanzas públicas, que para afrontar una emergencia como esta solo puede recurrir desesperadamente a más deudas del Estado, se deben sumar otras dimensiones muy deterioradas.
Es el caso de la crítica situación alimentaria y productiva en el Paraguay, “un país eminentemente agropecuario, que alimenta a 60 millones de personas en el mundo”[1], según los publicistas del modelo agroexportador. En este país eminentemente agropecuario, 300 mil familias carecen de tierras, 840 mil personas viven subalimentadas, y miles tienen problemas de desnutrición, obesidad y otras enfermedades vinculadas a la mala alimentación. Todo esto en un país con millones de hectáreas de tierras fértiles, abundante agua dulce, una biodiversidad prodigiosa y la mayor producción de energía eléctrica per cápita del mundo.
Recursos sobran. Para algunos. Para otros faltan. Paraguay es el campeón mundial de la desigualdad en la distribución de tierras, una pequeña oligarquía terrateniente, nacional y extranjera, controla más del 80 % de las tierras, y las destinan a la producción de soja y maíz transgénicos; ganadería para exportación de carne; directamente a la especulación inmobiliaria; o a actividades ilícitas como el narcotráfico y cultivos ilícitos. En simultáneo, miles de campesinos, campesinas e indígenas han tenido que abandonar el campo para explotarse en trabajos informales en las ciudades, vender algo en las calles, prostituirse, delinquir, o irse del país, en busca de lo que aquí no encontraron. Es el Paraguay del coronavirus, donde hijos de familias ganaderas y afines van a Francia a esquiar en sus vacaciones, y disfrutar de un buen champán francés, mientras los hijos de los barrios populares envían mensajes de WhatsApp, pidiendo donaciones de víveres para sus ollas populares, que calmen el hambre durante la crisis.
La población mayoritaria padece un sistema alimentario deficiente, porque el modelo productivo agroexportador está en función a los intereses de la reducida y angurrienta élite, y no al pueblo mayoritario. Hay recursos públicos y privados para apoyar a los agronegocios, no para la agricultura campesina. El 94 % de la tierra cultivada corresponde a rubros empresariales, destinados principalmente al mercado internacional. La soja se destaca con 3,5 millones de hectáreas y casi 10 millones de toneladas anuales. La gran ganadería con unas 14 millones de vacas sobre 17 millones de hectáreas. En contrapartida, menos del 6 % de la tierra pertenece a cultivos campesinos, como la mandioca, porotos, maíz nativo, maní, frutas y hortalizas. Obra y gracia de la sojización y vacunización[2] del país, apoyadas por el crédito y la represión estatales.
El coronavirus desnudó nuestra fragilidad alimentaria. Como no abastecemos el mercado interno con producción nacional de productos básicos, éstos rápidamente empezaron a encarecerse: en 2 semanas, el precio de la cebolla en los supermercados aumentó 148 %, la papa 138 %, la naranja 58 % y el tomate 6 %[3]. Mientras las importaciones desde Brasil se reducían por disposiciones del vecino país, los productos argentinos quedan como única opción para salvarnos de una hambruna mayor. La dependencia de empresas y producción extranjera han hecho añicos la seguridad y soberanía alimentaria del Paraguay. El histórico y saludable contrabando es solo una expresión de esta auténtica vergüenza nacional.
Lo que no importamos es soja (si sus semillas transgénicas y sus agrotóxicos anexos); tampoco la comemos, no es parte de nuestra cultura alimentaria. Por eso cuando el gobierno anunció socorrer a la población empobrecida con kits de alimentos, incluyó en ellos 2 kilos de azúcar, pan, poroto y aceite, 5 kilos de fideo y harina, un kilo de sal, 12 litros de leche y 2 latas de carne en conserva, además de jabones[4]. No se acordaron de incluir la soja, que alimenta a 60 millones de personas más allá de nuestras fronteras. Mejor dicho, a cerdos y aves que alimentarán personas en otras latitudes. O mejor aún, que saciarán el hambre de personas, porque en rigor, carne derivada de balanceados transgénicos y antibióticos, no puede llamarse alimento.
Nuestra tierra y agua destinada a la soja, la que no puede ir a nuestro kit de alimentos. Ahora el gobierno anuncia que no habrá kits, sino 230.000 gs. por transferencia telefónica, para 330 mil familias pobres[5], para poder ir al Súper. Un poco de carne, azúcar, sal, aceite, yes yes, pan, jabón y papel higiénico, y pará de contar, no da para más. El libre mercado fija los precios, generalmente en favor del patrón.
¡Qué modernidad! Compraremos comida y jabones con el celular; racionaremos la compra para aguantar la pandemia; mientras, enviamos soja y carne al resto del mundo, y escuchamos al ministro Mazzoleni en televisión, contándonos cuantos se han enfermado y cuántos han muerto hoy. De coronavirus. No de hambre o malnutrición, eso no tiene cámaras ni micrófonos.
Referencias
[1]https://www.ohchr.org/SP/NewsEvents/Pages/DisplayNews.aspx?NewsID=20843&LangID=S
[2] Referente al ganado vacuno.
[3]https://www.ultimahora.com/suben-precios-frutihorticolas-y-el-mag-culpa-los-proveedores-n2876492.html
[4] https://npy.com.py/2020/03/que-contienen-los-kits-y-como-me-anoto-para-recibirlos/
[5]https://www.ultimahora.com/gobierno-reemplaza-kits-alimentos-dinero-mas-300000-familias-n2876845.html
Foto portada: ecovisión
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