PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
226 - Las semillas viajeras
LAS SEMILLAS VIAJERAS
Vivian T. Camacho H. [*]
Cada pueblo ha preservado sus memorias ancestrales, prácticas rituales, ceremonias para honrar a la vida, a la tierra que nos cuida y alimenta, para el Tawantinsuyu (traducido como “los 4 pueblos del sol” del idioma Quechua, territorio amplio que ocupa: Ecuador, Perú, Bolivia, Norte de Chile, Norte de Argentina, parte de Colombia y Venezuela) aún vivos como territorio, quedan vigentes los encuentros de sabiduría e intercambio que fortalecen a las comunidades.
Organizaciones como Pratec y Ceprosi difunden desde hace más de veinte años el respeto, reconocimiento y promoción de los saberes ancestrales para la vida comunitaria. Responsables de estos reencuentros con las ceremonias ancestrales como horizonte para la humanidad hacia el “encariñamiento” con la vida que somos y que nos rodea desde nuestra cosmovisión andina. Son varias escuelas rurales y comunidades que participan, reciben y cuidan de la ceremonia comunitaria para las Abuelas Semillas. Gracias a los esfuerzos de maestros y maestras que decidieron reaprender de su propio lugar de origen indígena campesino, retornando a su comunidad desde hace más de veinte años, caminan más allá de la enseñanza académica monocultural universitaria actual para reencontrarse con la fuerza de la espiritualidad ancestral, nos convocan a recordar el camino sagrado de las Abuelas Semillas.
Raqchi, ubicado en la provincia Canchis de Cusco - Perú, se encuentra el centro ceremonial del templo de Wirakocha; que recibe cada luna llena de junio para reiniciar el ciclo del Tata Inti (este último traducido del quechua como Padre Sol) a las Abuelas Semillas acompañadas de su comunidad humana y espiritual.
Las comunidades organizadas reciben a los visitantes del Antisuyu, Kontisuyu, Chinchaysuyu y Qollasuyu, también participan otros pueblos de otras culturas y países como Ecuador, Colombia, Venezuela, México, Argentina, Chile; bienvenidos todas las personas que con un corazón y mente abiertas asisten dispuestas a compartir, intercambiar y bendecir las semillas que llegan (las abuelas en la comunidad aclaran que las semillas son las que deciden venir y gracias a su cariño las personas son llamadas para participar de su encuentro. La primera vez que llegué a Raqchi al dejar mis semillas para la ceremonia dije “he traído mis semillas desde Cochabamba, las dejo para el intercambio” y la abuelita que las recibe me mira y dice “hija, vos no has traído las semillas, ellas te han traído a ti para que las acompañes”) desde sus territorios para que regresen renovadas a seguir cuidando de sus comunidades.
Todas las fotos de colección propia.
Las semillas son celebradas con adornos de flores, bendecidas en ceremonia realizada por los maestros y maestras de las comunidades de los pueblos invitados, acomodados en ronda empieza el festejo con cantos y danzas, con fuego sagrado, sahumadas con distintos aromas de incienso y hierbas medicinales.
Se inicia el recorrido por el camino del Qapaq Ñan, ruta arqueológica que nos conduce hacia el templo de Wirakocha, donde se saludan a los guardianes del camino, a los Apus y Achachilas, desde la cosmovisión andina, no es solamente una ruta o camino para transitar de un pueblo a otro, también es el camino de la sabiduría y la justicia, que debe ser recorrido con espíritu humilde pidiendo que los dones que nos hacen las personas se manifiesten en nuestro ser, para apoyar al cuidado de la comunidad, de la vida en este sagrado tiempo-espacio Pachamama.
Las Abuelas Semillas son cargadas en andas, plataformas en forma de Chakana que es la cruz andina cuadrada que simboliza el Tawantinsuyu y sus 4 pueblos, como también la conexión del mundo visible junto al mundo invisible que hacen prosperar la vida en nuestro planeta dentro de la galaxia en este universo. Decoradas con flores caminan sonriendo y visitando ellas mismas a los lugares sagrados, así dialogan, saludan al mundo espiritual, para luego al entrar al lugar central de la ceremonia y recibir con gran alegría los rayos de Tata Inti y de Mama Quilla.
Nosotros como comunidad humana también somos semillas de nuevas posibilidades para la vida, de nuevas alegrías y bendiciones para las comunidades a las que pertenecemos. En palabras de los sabios y sabias que guían la ceremonia nos recuerdan que somos parte de aquello que amamos y cuidamos profundamente, las Abuelas Semillas junto a nosotros se encargan de cuidar nuestras vidas produciendo alimento, que refleja el amor infinito de la Madre Primera: Sumaq Ñusta Pachamama, la más hermosa madre tierra. Sin ella no tendríamos nada en absoluto, todo lo que nuestros ojos pueden observar, pese a que haya sufrido transformaciones físico-químicas, todo ha salido de su vientre. Ella nos alimenta, nos viste, nos cobija, a ella retornaremos en cuerpo, cuando sea nuestro tiempo de regresar al camino de las estrellas que los Apus han marcado en nuestros pies.
Estos mensajes son compartidos en medio de la celebración con cantos y danzas que la niñez y la juventud campesina expresa con sus coloridas prendas, propias de su cultura y su ancestralidad. La noche es recibida y nos acompaña la luz de luna llena velando a las Abuelas Semillas que cubiertas en ambiente de silencio, conversan toda la noche con las semillas jóvenes para decirles las formas en las que deben cuidarnos.
Amanece y luego del frío congelante al que nos sometemos por velar a las semillas, agradecemos profundamente el primer rayo de sol que llega a calentar no solamente nuestros cuerpos sino la vida misma en la tierra. Con una ceremonia sencilla, dulce, se agradece a todos y todas quienes han llegado desde lejos dejando sus casas, sus familias para venir a acompañar a las abuelas semillas, nos despedimos con abrazos y música; mientras va ocurriendo el intercambio de las semillas, cada quien recorre la ronda de semillas, explicando cuál es la semilla que deja, toma otra semilla y así nuevamente el territorio vivo que somos se reintegra y las semillas regresan a sus comunidades; ellas piden que por favor les ayudemos a caminar porque tienen la misión de alimentar a la humanidad, nadie debe pasar hambre, siempre se produce lo necesario para que podamos vivir en paz.
Estas memorias de las Semillas Viajeras son una invitación a participar desde cualquier territorio de vida y acompañar la siguiente luna llena en Raqchi, o tal vez puedas reencontrarte con tu comunidad para intercambiar y bendecir las semillas que alimentan allí donde vives.
Ante el pensamiento monocultural que se impone globalmente, basado en un materialismo enfermizo que mercantiliza el hambre del mundo desde el monocultivo y los agrotóxicos como opción productiva, las comunidades campesinas guardianas del alimento, velando por la salud y la vida eligen la agroecología, la producción natural junto a prácticas, saberes productivos; con urgencia se ve la necesidad de reencontrar la fuerza ancestral que mantiene a los pueblos en pie pese a la destrucción siglo tras siglo.
Algo intensamente humano que la mente académica occidental monocultural no ha logrado comprender y por tanto niega y menosprecia, son justamente la emocionalidad, la espiritualidad propia de la humanidad, no es de una sola religión o una sola cultura, sino de la gran humanidad diversa, múltiple, variada que puebla este amplio mundo.
Desde reencontrarnos con nuestra identidad ancestral humana profunda nace el recuerdo de ser una sola familia, un Ayllu o comunidad de vida, nos afectamos mutuamente y al tomar consciencia de ello surge la responsabilidad del cuidado entre nosotros y hacia las nuevas generaciones. Cada quien aporta desde aquello que sabe hacer para construir dignidad y alegría en el lugar que nos haya sembrado la vida. De esta manera proponemos reconstruirnos como seres comunitarios al cuidado de la salud y la vida en este planeta.
Una semilla del gran amor por la humanidad que hace 50 años se sembró en Bolivia nos convoca a “ser siempre capaces de sentir en lo más profundo cualquier injusticia cometida contra cualquiera, en cualquier parte del mundo”, esta frase de Ernesto Guevara, conocido como Che Guevara resume el reencuentro de esta comunidad humana que busca sanar y espera ver el amanecer de un nuevo tiempo mientras vamos transitando la noche neoliberal, tanteando las respuestas, arañando en la tierra nuevamente para encontrar las herramientas necesarias y transformarnos, donde respetando quienes somos se pueda respetar a los diferentes, desde la justicia social, el amor a nuestros pueblos, se pueda alcanzar un mundo equilibrado y pleno.
Siguiendo a Mahatma Gandhi y la frase “sé el cambio que quieres ver en el mundo”. Como seres comunitarios es necesario reconocer que somos el cambio que queremos ver en el mundo, ahora es nuestro tiempo de vivir y florecer.
[*] Vivian Tatiana Camacho Hinojosa, Médica Cirujana de profesión y Partera Quechua de corazón, Coordinadora de Salud de los Pueblos Bolivia. Promotora de Medicina Tradicional Ancestral, Parto Respetado y Agroecología. Comunicadora indígena; integrante y colaboradora de Radio Alter-Nativa Lachiwana y Koka Tv. .