PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
213 - Negociaciones sin campesinos, indígenas y afrodescendientes: el renovado entusiasmo por el libre comercio entre la Unión Europea y el MERCOSUR
*Oscar Bazoberry Chali, Coordinador del IPDRS y Docente Investigador del CIDES - UMSA
En los últimos días del 2017, ha trascendido la novedad de los avances en las negociaciones del tratado entre la Unión Europea y el Mercosur. Asimismo, delegaciones como la argentina y brasilera, y sus respectivos presidentes, anuncian que tienen un interés expreso de firmar el tratado en el menor tiempo posible, se espera que esto ocurra durante el primer trimestre del 2018. De hecho, en estos días que circulará este artículo, se han reanudado las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea, entre el 19 de febrero hasta el 2 de marzo, se encuentran reunidos en Paraguay con claras intenciones de destrabar los puntos conflictivos.
Como en anteriores rondas, hace casi tres décadas, uno de los temas más preocupantes es el referido a los productos agropecuarios. Pero no nos engañemos, digamos claramente que su preocupación son los productos agropecuarios del agronegocio, no así los de la agricultura familiar campesina indígena afrodescendiente cuya existencia y persistencia es vital para los pueblos de Sudamérica, y por supuesto, deberían serlo para los Estados que suscriben el MERCOSUR y los tratados de libre comercio.
Los asuntos más sensibles tienen que ver con la ganadería bovina extensiva que se promueve entre los productores de carne y los productores de leche. A finales de enero del 2018, las noticias indicaban que los negociadores de la UE ofrecían una cuota de noventa y nueve mil toneladas de carne libre de aranceles a favor del Mercosur, a cambio de acceso irrestricto para los productos lácteos europeos. Esta propuesta a los agroindustriales sudamericanos les pareció un exceso.
En este juego de mercados se habla del bioetanol y en menor medida de maíz y de carne aviar. En términos de la diplomacia se reconoce que habrá perdedores en todos los campos, tanto en Europa como en Sudamérica; en términos del desarrollo podríamos decir que se trata de medir y mitigar, disminuir no el impacto, sino la velocidad de las pérdidas. Como ocurre con el tema del cambio climático, al parecer la idea es reconocer que no se puede hacer nada y lo que queda como objetivo final es adaptarse. Sin embargo, aunque el fenómeno del mercado global moderno y el cambio climático tengan el mismo origen en la sociedad industrial, habría que reconocer que las decisiones políticas sobre el mercado tienen una connotación distinta.
En el lado europeo les preocupa cuántas granjas, que suelen ser las que reciben menos subsidios y posiblemente las más pequeñas, seguirán el proceso de extinción al que fueron condenadas por las prácticas industriales y la impostura de la propiedad privada y el capital sobre el suelo. Un tema particular es la resistencia que opone particularmente los productores desde Francia, e Irlanda, secundados por los de Polonia y otros en otros países con menor peso en la agricultura, o con menor peso de sus agricultores en las decisiones políticas. Aquí, curiosamente, se discute la flexibilización laboral en el agro como una medida paliatoria a las “ventajas” que significa el mercado de trabajo en otros lugares del mundo, entre ellos Sudamérica, así con el mismo criterio un ajustes a las medidas ambientales, también como una forma compensatoria favorable a Europa. Esta discusión fue más nítida en las discusiones del tratado entre los Europa y los Estados Unidos, circunstancias en que equilibrar la balanza significaba que los países europeos flexibilizaban en el estado de bienestar y los EEUU restringían algunas formas de trabajo que en términos económicos “abaratan” sus costos de producción.
En el lado sudamericano los cálculos son menos finos pues se trata de incrementar las ventas al menor costo posible, incluso de muchos productos que no existen en cantidad suficiente y son muy difíciles de incrementar a corto plazo, o tendrán consecuencias previsibles en acumulación de tierras y deforestación. En la mayoría de los casos con prima ilusión de que la producción depende de los mercados sin mayores limitaciones naturales, tecnológicas o sociales. Quienes pierden, en general son los propios auspiciadores que a la hora de la hora tienen que rematar sus fincas y sus negocios para dar paso a los grandes capitales, algunos de ellos transnacionales, que se hacen de los beneficios territoriales nacionales del mercado global.
Ante esta situación, ¿dónde y cómo están los campesinos, indígenas, agricultores familiares, sus productos, la afectación directa e indirecta a sus territorios, aguas, biodiversidad y los mercados que han construido, que auspician y participan? ¿Y las sociedades urbanizadas, asalariadas y sobrevivientes en el comercio minorista y los rebalses del mercado de bienes y servicios? Ausentes, desarrollando habilidades para acomodarse y sacar pequeñas ventajas de los resultados de las políticas de sus gobiernos.
No se puede dejar de afirmar, que Sudamérica está en su peor momento de orientación hacia una integración con sostenibilidad y protección de su población. Hay muchas iniciativas aisladas, algunos protagonizan procesos y apuestas, en la mayoría de los casos de corto plazo y demás de contradictora con los intereses regionales, y existen muchos mirones de palco.
La UE actualmente está negociando con los gobiernos de Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay. En tanto Venezuela, antes observador de las negociaciones, hoy se encuentra suspendida del bloque. Los otros países que tienen el estatuto de estados asociados, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú y Surinam, no pintan ni suman ni restan. La situación de cada país es diferente respecto a la Unión Europea, sus propias acciones y deliberaciones comerciales.
Sin embargo, este pretendido acuerdo, que según los deseos de Macri y Temer está a la vuelta de esquina, tendrán un efecto de arrastre para los otros países de la región, basta poner de ejemplo la impresionante expansión de la soya en Bolivia y el entusiasmo con el mercado de exportación de carne.
No está demás insistir en que este modelo de acuerdos, en los que se involucra un universo de aspectos, muchos incomprensibles, están llegado a su fin, hoy no se puede pretender seguir negociando con la mano escondida, aunque muchos afirmen su buena fe y su inteligencia superior. Tanto en el norte como en el sur, es necesario dar paso a negociaciones específicas, multilaterales, a puertas abiertas donde la sociedad pueda contrarrestar los intereses de las corporaciones y de la legitimidad / ilegitimidad de los gobiernos y gobernantes.
Bueno sería comenzar por casa, tanto la Unión Europea como los bloques sudamericanos como el MERCOSUR, que tienen una deuda con sus propios países y con su población, así como con las consecuencias de sus acciones en el resto del mundo.
En el caso del Sudamérica, los gobiernos y los bloques regionales mantienen una deuda pendiente, histórica y creciente con la población campesina indígena afrodescendiente, los negociadores se han preguntado ¿Cuál será la consecuencia de la expansión de las zonas de ganadería para la agricultura familiar? ¿Disminuirán los asesinatos de campesinos e indígenas en Brasil? ¿Disminuirá la judicialización de la protesta en Argentina y Paraguay? Seguramente éstos son temas de otro capítulo del tratado, quizá el menos importante para los que están en la mesa, por eso no se encuentran en discusión ni en la prensa.
¡Ojo! Éste es solo un ejemplo de otras decisiones que están siendo tomadas en la región en este concierto de naciones y relaciones internacionales, como es el caso de las inversiones, créditos y el mercado de la China, Rusia, y otros que están omnipresentes y no son debidamente conocidos, y ahí cada gobierno y Estado actuó a su propio criterio, interés y urgencia. Es pues, otra muestra de que la integración sudamericana, en beneficio de su población, de sus magníficos bienes naturales, se encuentra en un mal momento.
Quizá este tratado, pueda al menos servir para eso, para revisar los procesos internos, y no solo discutir la modalidad y los alcances del tratado con la UE, sino con cada uno de los países y bloques del mundo. Sé, por supuesto, que es mucho pedir, al final, a nuestras delegaciones y políticos, les sigue convocando la foto de portada.