PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
201 - Luces y sombras en la década del Día Internacional de la Democracia
La Paz, Bolivia
15 de septiembre de 2017
Luces y sombras en la década del Día Internacional de la Democracia
Lorenzo Soliz Tito
IPDRS
Este 15 de septiembre se cumple la primera década desde que la asamblea general de la Organización de las Naciones Unidas proclamó el 15 de septiembre como Día Internacional de la Democracia, invitando a los Estados miembros, al Sistema de las Naciones Unidas y otras organizaciones regionales, intergubernamentales y no gubernamentales a conmemorar el Día, una oportunidad para examinar el estado de la democracia en el mundo.
Existe amplia información que da cuenta del estado de la democracia en los diferentes países y regiones, y de los cambios y persistencias en la percepción y comportamiento de la ciudadanía en relación a la democracia. Por ejemplo, Latinobarómetro indica que desde el año 2010, el apoyo a la democracia baja gradualmente del 61% al 54% en 2016. Al mismo tiempo, quienes se declaran indiferentes al tipo de régimen aumentan -“…nos da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático”- en el mismo periodo, del 16 a 23%. Entre tanto, quienes prefieren el autoritarismo alcanzan al 15%, dos puntos porcentuales menos que en 2011. (http://gobernanza.udg.mx/sites/default/files/Latinobar%C3%B3metro.pdf)
Aún con estos cambios, la democracia sigue gozando de respaldo y como la mejor opción para la ciudadanía en países Latinoamericanos.
No obstante, en los últimos dos años, la democracia ha sido puesta a prueba una y otra vez en la región. La crisis política y social de Brasil, con la destitución de su Presidenta Dilma Rousseff del Partido de los Trabajadores en un juicio político, condujo al ascenso del conservador Michel Temer al gobierno. El cambio de gobierno en la Argentina, con la elección en segunda vuelta del empresario Mauricio Macri también de tendencia conservadora, acabó por recomponer las posiciones y tendencias políticas así como reconfigurar las relaciones de poder en la región. El triunfo electoral de la oposición en Venezuela en las elecciones legislativas y una aguda crisis política con una Asamblea Constituyente forzada e impuesta por el gobierno, presentan una especie de empate entre fuerzas gobernantes y sectores que las respaldan, por un lado, y la oposición movilizada y con importante respaldo, por el otro.
En Bolivia, donde Evo Morales intentó mediante referéndum de modificación de la Constitución y aún intenta por otras vías su reelección después del 2019, y el Ecuador, con la elección también en segunda vuelta de Lenin Moreno como sucesor del ex presidente Correa, se mantienen los denominados gobiernos progresistas.
En Perú fue electo igualmente en segunda vuelta el exbanquero Pedro Pablo Kuczynski y Colombia presenta la novedad más importante por la firma -luego de un referéndum cuyos resultados obligaron a modificar el contenido- del Acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).
Si bien los cambios mencionados –a excepción de Brasil- se producen mediante procesos electorales y la participación de la ciudadanía que fortalecen la joven democracia en la región es claro que continúan un conjunto de agendas y temas pendientes que no se han logrado resolver o superar hasta ahora.
Como se sabe, el último decenio la región Sudamericana tuvo una época de bonanza con crecimiento económico basado en la exportación de materias primas y cuya renta contribuyó a disminuir la pobreza y mejorar los indicadores de desarrollo humano. No obstante, hay varios temas de agenda pendiente y déficits que en democracia aún no se han podido superar y constituye todo un reto: la inequidad y las diferencias entre sectores sociales, entre las áreas rurales y urbanas y la situación de territorios específicos muestran grandes diferencias y desigualdades, incluyendo el acaparamiento de tierras u otros recursos naturales. Hay zonas o territorios en que la inseguridad alimentaria -sea por limitaciones en el acceso físico o acceso económico- y la pobreza son persistentes pese a las políticas sociales.
Otros temas de agenda pendiente son el cumplimiento de los derechos. La democracia no se puede fortalecer sin el respeto a los derechos humanos, a los derechos de los pueblos indígenas, a su territorio, a su cultura y su participación social y política, incluido sus formas de autogobierno y autodeterminación, constitucionalizadas y normadas sea en países con gobiernos denominados progresistas o conservadores.
Igualmente la falta de independencia de poderes, donde los poderes judicial y legislativo siguen controlados y supeditados al poder ejecutivo, sumados a la ineficiencia, burocracia y corrupción.
También la criminalización y judicialización de la protesta, la persecución, división y doblegamiento de las organizaciones contestatarias al poder establecido, estos no pueden ser signos de profundización de la democracia, sino todo lo contrario.
Otro tema de agenda pendiente es la eliminación de la corrupción, calamidad que ha penetrado las esferas estatales, y los sistemas políticos. Los destapes del financiamiento ilícito de la política y la corrupción salpican a empresas, partidos políticos y gobernantes actuales y del pasado en varios países de la región. El caso más bullado actualmente es el de Odebrecht, pero hay muchos otros que suman la larga lista de los escándalos de corrupción, como la de la reciente renuncia del Vicepresidente uruguayo.
La postergación y falta de atención a estos y otros temas de agenda urgente puede erosionar los avances y las bases de la institucionalidad y de la democracia aún en construcción en los diferentes países de la región sudamericana.
A ello se suma que la fórmula economía y política que sustentó a los gobiernos progresistas y no progresistas en la década pasada ya no sería posible en el contexto actual. Los años que se avecinan serán intensos en tensiones, conflictos y movilizaciones, en un contexto de crecimiento económico bajo en que se intensificaría la disputa por las disminuidas rentas de las materias primas. La gobernabilidad, estabilidad y democracia serán puestas a prueba nuevamente en cada país y en la región.