PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
182 - DE LA REPRODUCCIÓN SOCIAL A LA AGROECOLOGÍA: ORGANIZACIONES DE PEQUEÑOS PRODUCTORES BOLIVIANOS EN EL ESPACIO PERIURBANO DE LA PLATA
Este trabajo mereció el primer lugar en la categoría Artículos del Concurso Alimentos y pensamientos, siempre en agenda, que convocan anualmente el IPDRS y sus aliados. El autor, un joven investigador argentino de 28 años, describe y analiza el proceso de trabajo agrícola de las y los migrantes bolivianos en el conurbano en la ciudad de La Plata, Argentina. A partir de esa experiencia, Bártola plantea la organización como un efectivo método de resiliencia.
En la actualidad, el cordón hortícola platense representa una de las economías regionales más importantes de la Argentina como proveedora de verduras frescas. La producción está a cargo mayoritariamente de horticultores de origen boliviano [www.consuladodebolivia.com.ar/2015/06/23/el-85…), que atravesaron distintos procesos hasta consolidarse de manera preponderante como productores en esta área geográfica.
Se puede considerar que desde la década de los años 80 se comenzaron a incrementar los flujos de migración provenientes de países vecinos como Bolivia o Paraguay, población destinada al trabajo en quintas. Pero es durante la década de los 90 que se refleja un aumento en el flujo migratorio para insertarse en el espacio periurbano del área denominada “Gran La Plata” que se corresponde con la adopción de la mediería como relación social de trabajo y la difusión del cultivo bajo cubierta. (Benencia R; Quaranta G; Alegre, S; Ahrtz, F. Organización socio-productiva de la horticultura del partido de Florencio Varela. Boletín Hortícola; Año 18 No. 52; diciembre 2014).
El arribo de estos nuevos sujetos se encontró con una situación de beneficio generada por un tipo de cambio fuertemente sobrevaluado, lo cual se sumó a la exclusión que recibieron de economías empobrecidas en sus países de origen. De esta manera, se fueron constituyendo como enclaves étnicos en distintos territorios de cinturones verdes de la Argentina. (Benencia, Roberto; Argentina: migración transnacional y economías étnicas; Publicada en TODAVÍA Nº 23. junio de 2010. http://www.revistatodavia.com.ar/todavia31/23.migraciones04.html).
La mayoría de los bolivianos llegan desde departamentos fronterizos a la Argentina, como Tarija y Potosí; arribaron a La Plata y sus alrededores a partir de la segunda mitad de la década del 90, para incorporarse como peones de cosecha en las quintas o -luego de un tiempo, asumir como- medieros de las mismas. Durante esta década el predominio en la actividad siguió siendo de los antiguos horticultores (segundas y terceras generaciones de los primeros productores, migrantes de orígenes italianos, españoles y portugueses) quienes solían ser los dueños del capital, las tierras y las herramientas, y posteriormente comenzaron a establecer un vínculo laboral generalmente informal con los trabajadores (denominado por los propios sujetos como una relación “de patrón a peón”) que los mantuvo a lo largo de la década, en posiciones marginales de la economía. (Benencia, 2010).
Ante la crisis económica, sustitución de horticultores
El período mencionado sufrió una desestructuración y reconfiguración de la composición socio productiva con el fin de la convertibilidad como eje económico, que mantenía una relación cambiaria fija entre el peso y el dólar de paridad “uno a uno”. En lugar de alejar a los trabajadores inmigrantes, esto significó su creciente inserción como productores directos. Dicho fenómeno fue posible por una suma de variables propias, como las capacidades de los bolivianos para la supervivencia, lo que les permitió ir escalando peldaños en la escalera boliviana (Benencia, R.; El concepto de movilidad social en los estudios rurales, En: Norma Giarraca (coord.) Estudios Rurales. Teorías, problemas y estrategias metodológicas. Editorial 77-95; 1999), en unidades productivas de tipo familiar, junto a otras contingencias, como el alejamiento de los antiguos productores dueños de la tierra, ya sea por falta de capital y pérdida de niveles de consumo, o por no contar con un recambio generacional al tratarse de herederos con una identidad más urbana que rural, y por la irrupción de la figura del arrendamiento como novedoso elemento de estructuración socio productiva.
A partir de la crisis económica y política de los años 2001- 2002, varias familias de bolivianos comenzaron un ascenso social al pasar de ser peones o medieros a productores directos, este fenómeno estuvo acompañado por el declive del modelo neoliberal. (García, M.; Los Minipeldaños del productor boliviano. En Boletín Hortícola. Año 14 No. 43, Diciembre de 2009).
Con la estabilidad institucional generada en el país desde 2003, los cambios políticos y económicos abrieron camino para que colectividades como las de bolivianos puedan integrarse y desarrollarse, para de esta manera ir generando una mayor visibilidad de su presencia en la actividad hortícola. A partir de este momento comenzó a aumentar el número de agricultores de origen boliviano asentados en el cordón hortícola platense: Gran La Plata, Berazategui y Florencio Varela.
Nuevos actores, viejas trayectorias: la consolidación del productor boliviano
En esta nueva etapa del cinturón hortícola platense, la predominancia de los productores bolivianos (fenómeno conocido como “bolivianización de la horticultura en la Argentina”) comienza a dejar su impronta, tanto en las estrategias de producción y comercialización, como en el ordenamiento al interior de la unidad productiva -generalmente de tipo familiar-, así como en organizaciones formales e informales que se fueron forjando.
Sin embargo, este presunto ascenso social trajo aparejada una caja de problemáticas relacionadas al valor del alquiler del suelo, la precarización del trabajo en las quintas, los costos de los insumos- a precio dólar-, la falta de políticas destinadas a las tarifas de servicios como la luz, que es un elemento indispensable para llevar adelante la producción, y los mercados de ventas de la producción donde los intermediarios inflan el precio y obtienen la mayor parte de las ganancias.
Es importante tener en cuenta que existe un proceso de diferenciación social entre los productores de nacionalidad boliviana. Hay pequeños productores que acceden a la tierra en carácter de arrendatarios, con menor capital, conforman un sistema productivo endeble, de subsistencia, frente a posibles contingencias climáticas, económicas y políticas. Y hay productores con mayores recursos y organizaciones productivas diferentes, características que les permite acumular capital. (Benencia 2014).
Por otro lado, las familias bolivianas arrastran consigo itinerarios migratorios que les permiten ir ganando experiencia y llevar a cabo prácticas en el “saber migrar” y en el “saber hacerse horticultores”. (Ciarallo, Ana María; “Se vamo’ a la de dios”. Migración y trabajo en la reproducción social de familias bolivianas hortícolas en el Alto valle del Rio negro, 1ª ed.-Córdoba: Centro de Estudios Avanzados, 2014).
Destacamos varios elementos pertenecientes a las trayectorias de vida de estos sujetos, principalmente las problemáticas y necesidades con las que se enfrentan como parte de una economía informal, lo que nos lleva a pensar en las estrategias de reproducción social a las que acuden las familias, entendiéndolas como recursos donde se generan las condiciones de vida, tanto materiales como culturales, para poder mantenerse en la estructura social, al mismo tiempo que contribuyen a la creación de nuevas prácticas y formas de ver la vida. Se trata de un proceso que paulatinamente va adquiriendo un carácter creativo y no meramente reproductivo de la vida y del trabajo.
Nuevos horizontes: Organizaciones de pequeños productores bolivianos
En el periodo que abarca del año 2004 hasta 2016 se viene registrando la participación de pequeños productores de origen boliviano en organizaciones sociales, como cooperativas y otras asociaciones del cinturón hortícola platense (Por ejemplo: Cooperativa Moto Méndez Ltda.; Cooperativa La Nueva Esperanza Ltda.; Asociación de Productores Hortícolas Independientes de la Comunidad Boliviana, etcétera). Si bien se registran algunas experiencias asociativas previas, es en este período que se acrecienta la participación de pequeños productores bolivianos en la economía regional, cuando coincidentemente comienzan a surgir con mayor fuerza las organizaciones sociales en el territorio.
Estar organizados genera condiciones propicias para establecer relaciones con el Estado y con otras instituciones del territorio, como la Universidad Nacional de La Plata y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA). Así mismo, se desarrollan relaciones entre el espacio privado y público, posibilitando instancias de participación, diálogo, visualización, asignación de recursos y oportunidades de desarrollo para el sector, además de suministrar información territorial para el diseño de políticas públicas.
Los nuevos productores comenzaron a organizarse alrededor de problemáticas comunes como los altos costos de insumos- atados a la relación peso-dólar-, las desventajas en torno a la comercialización a través de intermediarios, la condición de inestabilidad sobre el alquiler de tierras o las pérdidas materiales producidos por cuestiones climáticas.
Sin embargo, es factible hallar experiencias que van más allá de unirse bajo un fin reivindicativo -solucionar un problema determinado-, y buscan sostenerse en el tiempo desplegando sobre el territorio un desarrollo propio como agentes sociales; por ejemplo, la conformación de cooperativas, asociaciones o colonias agrícolas, la búsqueda de una producción agroecológica y el reemplazo de insumos agro-tóxicos por saberes propios de la comunidad, lo cual nos permite señalar al menos una doble función del surgimiento de las organizaciones en el cinturón hortícola platense.
Por ello, consideramos un supuesto fundamental que la organización es, en parte, una respuesta frente a las problemáticas sociales que afectan a los productores hortícolas de menor capital, pero también una instancia de creación con valores compartidos, que busca transformar la realidad social a partir de establecer nuevas lógicas populares, comunitarias o colectivas.
En esa consideración es necesario analizar en qué medida los agentes sociales, al participar colectivamente, se encuentran desplegando estrategias de reproducción social y, a partir de asentarse en el territorio, cómo buscan transformarlo por medio de las organizaciones. Interpretamos que, al organizarse, los pequeños productores se encuentran generando un modelo novedoso en el periurbano del partido de La Plata, tanto como estrategias de movilidad y asentamiento -ligadas a sus necesidades para la reproducción- y, al mismo tiempo, nuevas instancias de producción -sociales, culturales y territoriales -en el periurbano del partido de La Plata, a partir de relaciones colectivas y comunitarias que intentan forjar una nueva lógica solidaria dentro del sector.
¿Las organizaciones son el inicio de la transición a una agricultura resiliente?
Según la escala jerárquica del concepto, se puede inferir, que los países desarrollados presentan un A través de una investigación que venimos llevando a cabo y que excede los fines de este artículo, nos proponemos conocer qué importancia están teniendo las organizaciones sociales en el territorio para la reproducción social de los pequeños productores. Éstos experimentan nuevas maneras de entender la economía del periurbano del partido de La Plata, ya que plantean una alternativa a las racionalidades económicas hegemónicas.
En este punto podemos ver algunas experiencias que comenzaron a manifestarse en las organizaciones en trabajo conjunto con técnicos del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria- como el Programa Cambio Rural- y extensionistas de la Universidad Nacional de La Plata, que van en sentido de generar una transición hacía la agroecología. Se busca en esta relación la generación colectiva de conocimiento entre los saberes técnicos y académicos de las instituciones y los conocimientos campesinos e indígenas de los agricultores.
Debemos tener en cuenta que para que esta transición agroecológica sea posible y no se vea reducida a experimentos en pequeñas parcelas, las experiencias deben implementarse en sistemas de bajos riesgos, minimizando las incertidumbres económicas, culturales y ambientales.
Si, como pretendemos en la hipótesis, está clara la negación al sistema productivo actual, su solución debe corresponderse con un cambio estructural que implique políticas públicas que puedan disputarle el rol preponderante que tiene el mercado, que obliga a la aplicación del paquete tecnológico en su totalidad para poder competir. Esto se construye a partir de un conocimiento acabado de las problemáticas del sector, con políticas que protejan y potencien las iniciativas que ya se vienen dando, aisladamente, en algunas quintas.
Para el cambio hacia una agricultura resiliente nos parece indispensable el rol que pueden cumplir las organizaciones de pequeños productores en lugar de productores individuales, pues sólo de manera colectiva podremos construir canales de comunicación y de acción con el sector, pudiendo resistir el embate del mercado que tiende a una agricultura de grandes productores propietarios, eficientes e individuales, acercándose a la figura del empresario, y vaciando el capital cultural que dispone la agricultura.
*Las opiniones expresadas en este documento son responsabilidad del autor y no comprometen la opinión y posición del IPDRS.