PRODUCCIÓN - DIÁLOGOS
12 - Lo agropolitano: visión desde España
Lo agropolitano: vision desde España
Jaime Izquierdo Vallina*
En la década de los ochenta del siglo XX se hizo patente en Europa el escepticismo sobre la eficacia de los instrumentos para el diseño de las políticas de desarrollo regional, ante la persistencia en la utilización de mecanismos, instrumentos y métodos que en gran medida habían sido sobrepasados por los cambios en las políticas económicas nacionales, como descentralización productiva, apertura económica, procesos de reestructuración y reconversiones industriales. Se generalizaron las críticas sobre los modelos industriales centralizados que no habían percibido como problema la producción de externalidades negativas en forma de contaminación o de ocupación de suelos; y en ese ambiente fueron aflorando alternativas, como la propuesta del desarrollo regional agropolitano de John Friedmann, que forma parte, como formulación temprana, de las nuevas formas de pensar y activar las opciones de desarrollo regional de actores por medio de recursos y capacidades de innovación propios.
¿Qué es lo agropolitano?
La reestructuración industrial hizo que regiones que antaño ocupaban una posición de centralidad destacada y emergieran otras en crecimiento, con capacidades específicas y flexibilidad para competir en el mercado internacional. Especialización flexible y distritos industriales redefinieron el marco de referencia y dieron origen a la segunda generación de políticas regionales de industrialización. En ese marco se impulsa la perspectiva de desarrollo regional agropolitano, todavía pendiente de llevarse a la práctica basado en el reconocimiento de que “la nueva orientación no requiere necesariamente más recursos, sino aumentar la racionalidad (eco) sistémica en el uso de los recursos y programas existentes”.
Lo agropolitano corresponde a un territorio en el que se produce, según A. Baigorri, “la fusión entre lo rural y lo urbano” y donde se percibe nítidamente “el predominio socioeconómico de lo urbano sobre una base física rural”. Sin embargo, la construcción de una región agropolitana necesita ir más allá, buscando en la fusión y complementariedad de lo rural y urbano un nuevo modelo genuino de desarrollo regional, inédito aún en Europa. Asturias, en España, es un ejemplo de ese modelo. Desde sus principales ciudades: Oviedo (220.000 Habitantes), Gijón (275.000), Avilés (83.000), Siero (50.000), Langreo (45.000) y Mieres (44.000), se llega en unos minutos a los pastizales de siega de la periferia, donde invernan vacas; y un poco más allá rondan en primavera los osos.
La propuesta agropolitana ordena los espacios agrarios siguiendo una gradación territorial desde los ámbitos estrictamente urbanos y periurbanos, a los rurales más o menos intensificados y, finalmente, a los del rural campesino llamados, de forma inexacta, espacios naturales y para los que se asigna todavía una “política de protección” a todas luces insuficiente para prevenir y corregir los problemas ecológicos que propicia el abandono campesino y la atonía del desarrollo local. Por el contrario, en lo urbano, la idea de conservación de lo agrario es meramente testimonial, salvo incipientes iniciativas, como la puesta en marcha por el Ayuntamiento de Gijón de los huertos públicos.
No obstante, algunas ciudades innovadoras del mundo más desarrollado (Vancouver, París, Londres, Nueva York, Vitoria,…) están explorando los beneficios y las ventajas de incentivar la agricultura urbana, mientras otras, por razones diametralmente opuestas y derivadas de necesidad de alimentos, también han desarrollado la agricultura urbana, la cual, destinada al consumo de la propia ciudad es un fenómeno emergente en muchas partes del planeta. El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) estima que 800 millones de personas la practican en todo el mundo. Según un estudio llevado a cabo por este organismo “las ciudades producen ya la tercera parte de los alimentos consumidos por sus habitantes, fracción que probablemente aumentará en las próximas décadas, pues puede que la agricultura urbana sea actualmente más necesaria que nunca.”
En definitiva, la propuesta de desarrollo regional agropolitano se fundamenta en una superación de los planteamientos clásicos del manejo espacial metropolitano, basados en la concentración de actividad económica, la renuncia expresa a lo agrario como parte activa de la gestión de la periferia urbana y la profusión declarativa de políticas “proteccionistas” y “conservadoras”, insuficientes para preservar al territorio de la quiebra por abandono.
El futuro inmediato
En lo político, lo agropolitano no es sólo una propuesta gubernamental. Al contrario, implica antes que nada una posición activa de la ciudadanía en la resolución de los conflictos y la superación de los problemas. La conservación del patrimonio campesino requiere una movilización activa de los herederos, de los descendientes que ahora viven en las ciudades pero que conservan recuerdos de infancia, casa y tierras en la aldea. En lo cultural y social, es preciso trabajar sobre lo que Edgar Morin denomina “la alternancia ecosistémica”, apetencia cada vez más acusada de ciudadanos urbanos por el contacto temporal con el campo.
Esa alternancia ha sido el principal argumento que explica en Europa la aparición, auge y consolidación del turismo rural y la difusión de algunas propuestas residenciales en las áreas peri urbanas. El contacto con el campo circundante a las ciudades se desarrolla en distintos ciclos ya sean de periodicidad diaria (residencia), semanal (fin de semana) o estacional (vacaciones).
Mientras que la residencia en el campo es todavía “un privilegio de categorías extremadamente acomodadas, o de profesionales que no están constreñidos por un empleo de tipo urbano muy cerrado”, mientras que el gusto por la de de fin de semana y las vacaciones rurales, se han ido extendiendo por los distintos grupos sociales urbanos, llegando incluso ya a los más populares.
Morin plantea que la creciente interrelación de los ecosistemas sociales rural y urbano, motivada por la intensificación de flujos vinculados al ocio y al gusto por una “doble vía urbano-neo-arcaica”, lleva a predecir un futuro en estrecha integración “no como alternativa, sino como alternancia, no como compromiso sino como complementariedad”. En consecuencia, grupos sociales urbanos cada vez más extensos y numerosos encuentran interés por la relajación fuera del ecosistema urbano, y se ganan el pan en este ecosistema. Es satisfacción a su modo de vida en la alternancia de las dos “culturas”, incluso de los “dos cultos: el culto de la vida urbana moderna, de su intensidad y sus libertades, y el culto de la vida urbana rústica.”
En España, la mejora de la renta en la sociedad, de las comunicaciones y de la accesibilidad espacial, como consecuencia del desarrollo de infraestructuras y el incremento del parque automovilístico; y de los cambios en los estilos de vida, han servido para propiciar lo agropolitano que, sin duda, nos sitúa ante una nueva realidad social, espacial y cultural.
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* Experto en desarrollo territorial y autor de Asturias, región agropolitana: las relaciones campo-ciudad en la sociedad postindustrial. Editorial KRK. Oviedo – España. 2008. Actualmente es Asesor de la Ministra de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino de España.
Un documento más extenso del mismo autor, relacionado a este tema, puede verse en la sección Biblioteca bajo el título: "La perspectiva agropolitana: la gestión simbionte campo-ciudad en la política regional. Una visión desde España".