Eva Vergara/AP
Detrás de los restos calcinados de lo que fuera la casa de Tarcila Becerra los caballos gimen por sus quemaduras, hay corderos con patas quebradas por tratar de huir de las llamas y en el suelo no queda ni una brizna de pasto para alimentar a las pocas gallinas que sobrevivieron.
Las llamas que bajaron por los cerros arrasaron con su ganado y pertenencias en el mayor desastre forestal de la historia de Chile.
"Fuimos a defender esas casas (las de sus vecinos) y cuando llegamos acá el fuego ya estaba. Tratamos de defenderla pero tenía las llamas demasiado grandes y tuvimos que salir", contó a The Associated Press Becerra, de cuya casa de ladrillos y cemento sólo quedaron algunas paredes en pie.
La mujer y sus hermanos trabajan como empaquetadores de fruta pero no saben si sus patrones los recibirán después de faltar más de una semana mientras cuidaban la vivienda y el ganado que le daba de comer al grupo de siete adultos y una beba de dos años y medio.
La situación de los Becerra refleja la de centenares de personas de Pumanque, 215 kilómetros al sur de Santiago, y otras comunas aledañas que perdieron sus fuentes de trabajo por los peores incendios forestales de los que se tenga registro en Chile. La mayoría son pequeños ganaderos y agricultores.
En Pumanque, lugareños sin ningún tipo de protección golpean con ramas las llamas para apagarlas mientras las mujeres tiran agua con pequeñas botellas. Los pocos helicópteros que trabajan en la zona dejan caer agua y rescatistas y bomberos construyen zanjas para frenar el avance del fuego. Pero a veces tanto esfuerzo resulta inútil: un pequeño aumento en la velocidad del viento, ceniza ardiente o pavesas que atraviesan carreteras y un nuevo incendio comienza.
El ministro de Obras Públicas, Alberto Undurraga, anunció el lunes la llegada de maquinaria para enterrar a los centenares de animales que murieron calcinados.
Es tal la voracidad del fuego que la presidenta Michelle Bachelet gestionó ayuda internacional de Perú, España, México, Canadá y Brasil. También arribará un grupo de expertos estadounidenses en combate de incendios y fondos del gobierno de ese país para reponer equipamiento a los brigadistas de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), que siempre están en la primera línea de fuego junto a los bomberos. Argentina enviará cascos blancos y México unos 55 brigadistas.
Sólo en la última semana los incendios en las regiones de O'Higgins y el Maule, en el centro sur chileno, han consumido más de 130.000 hectáreas de bosques y pastizales y un número inestimable de ejemplares de fauna silvestre.
En uno de los bosques que bordean la ruta de la comuna de Marchigue, 180 kilómetros al suroeste de Santiago, la AP observó conejos huyendo de la tierra caliente y columnas de humo que emanaban de la tierra a la espera de que un aumento en la velocidad del viento las convirtiera en lenguas de fuego.
Bachelet dijo que Chile vive "el mayor desastre forestal de nuestra historia" pero que, como en otras ocasiones, "tenemos el coraje y la solidaridad para hacerle frente".
Aarón Cavieses, director ejecutivo de la Conaf, explicó que hay brasas o cenizas encendidas "que alcanzan hasta siete kilómetros por delante" del fuego, lo que ayuda a extender los incendios que son combatidos por unos 4.000 hombres.
Entre la noche del domingo y el lunes el fuego avanzó 100 hectáreas hacia el sur y se acerca a decenas de empresas vitivinícolas.
Las condiciones climáticas tampoco ayudan. La Dirección Meteorológica pronosticó que esta semana seguirán las altas temperaturas, los fuertes vientos y la baja humedad, que favorecen el surgimiento de nuevos focos.
La temporada de incendios forestales se adelantó dos meses y según la Conaf desde julio un total de 2.808 siniestros consumieron 221.000 hectáreas, un 2.200% más que entre julio de 2015 y junio del año pasado.
El lunes había 122 incendios en todo el país de los cuales 64 estaban controlados.
La cordillera de los Andes desapareció del horizonte de Santiago por efecto del humo y las cenizas cubren casas, vehículos y muebles y se siente irritación en ojos y nariz.
Muchos han cuestionado la supuesta tardanza del gobierno para declarar la zona de catástrofe, que simplifica la burocracia y agiliza la entrega de ayuda económica y material. El alcalde de Santa Cruz, Wiliams Arévalo, es uno de ellos. "Si tenemos un ministro del Interior tiene que tener los coj.... para decretar zona de catástrofe en el minuto", dijo a la prensa.
Bachelet sostuvo que "estamos haciendo todo lo humanamente posible" pero "conspiran los ocho años de sequía que tienen lugares con pastizales muy secos, las altas temperaturas y los vientos que cambian bruscamente".
Fuente: AP