Con el inicio del 2010 a la par se cierra la primera década del siglo XXI, que ha sido un ciclo importante en la vida del Ecuador.
Al inicio mostraba un país confuso y pesimista, mas al concluirlo presenta un país inserto en una tendencia de renovación, aunque con fragilidades, pero con la vitalidad de debates sociales y políticos de trascendencia regional y continental.
La década estuvo marcada por la búsqueda de caminos alternativos.
La componenda entre los partidos Social Cristiano, democracia cristiana y social democracia, expresada en la Constitución de 1998, se desmoronó como castillo de naipes. El proyecto de hegemonía se quebró.
Recordemos los primeros meses del 2000, marcado por las secuelas de una de las peores crisis, quiebra bancaria y éxodo al exterior, tanto que el 21 de enero el Parlamento era tomado por una movilización indígena, que horas después pactaba con un sector de militares, provocando la caída de Jamil Mahuad.
Cada año fue afirmando una corriente creciente y profunda de la sociedad ecuatoriana, de sus clases y capas populares, también de sus estratos medios e incluso parte de la élite, por dejar atrás las modalidades oligárquicas de reproducir la economía y la política, así como la constatación del agotamiento del recetario neoliberal.
La singularidad y fortaleza del proceso ecuatoriano provinieron de los sectores que habían sido excluidos durante siglos, desde la época colonial hasta la republicana, los pueblos y nacionalidades indígenas, que mantienen con fuerza las demandas de plurinacionalidad, multiculturalidad, y exhiben una filosofía de vida, reconocida como cosmovisión, con muchas potencialidades, frente a la crisis de las formas especulativas y destructivas.
También tuvieron rol destacado los planteamientos de los movimientos de mujeres, el discurso crítico de las corrientes ecologistas y de derechos humanos. Y la resistencia de los diversos sindicatos, especialmente de los servicios públicos, por los derechos de los trabajadores y la soberanía nacional.
Fue destacada la labor de síntesis y sistematización de una intelectualidad atenta y comprometida con estos movimientos sociales y culturales.
Tales componentes abrieron paso a corrientes de cambio; cuestionando al Estado nación y reconociendo la plurinacionalidad; cuestionando el monoculturalismo e impulsando la interculturalidad; cuestionando la dependencia y defendiendo las soberanías; cuestionando la desigualdad y promoviendo las equidades; reconociendo la pluralidad en los sujetos sociales; recuperando como horizonte el sumak kawsay (buen vivir); impugnando los mecanismos de despojo de los recursos naturales y fomentando los derechos de la naturaleza y el agua.
Esta propuesta hoy es la columna vertebral de la nueva Constitución, el gran aporte de la década y el desafío enorme para el conjunto del país, mandato político para la élite gobernante, programa de lucha y derechos para las clases populares.
Esto implica enfrentar asignaturas pendientes del proceso histórico ecuatoriano: la primarización productiva, la restricción de la democracia y la inequidad en el acceso a los recursos.
Francisco Hidalgo Flor es Investigador Social
(Publicada en el diario "El Telégrafo" edición 9 de enero del 2010 )