La zona, que fue el campo de batalla de los frentes Primero, 16 y 44 de las Farc, será el primer destino de la Expedición Colombia Ciencia y Paz 2017. La travesía arrancó ayer y Colombia 2020 los acompaña.
La frontera científica parece abrirse en el horizonte de las selvas, los bosques, las cordilleras y los ríos. Un panorama inexplorado en Colombia por cuenta de la confrontación armada entre la Fuerza Pública, las guerrillas y los paramilitares. En el triángulo natural que forma la cuenca del río Guaviare en las fronteras de los departamentos de Guaviare, Guainía y Meta arrancó ayer la primera expedición científica del posacuerdo con las Farc.
Antropólogos, sociólogos, biólogos, enfermeros, médicos, ecólogos y geógrafos, de las mejores universidades del país, recorrerán durante 18 días las trincheras naturales de la guerra para hablar con quienes sobrevivieron a la violencia.
Para ver, guiados por los lugareños, qué aves, reptiles y otras especies, han regresado a casa después de que las Farc silenciaron los fusiles, en octubre de 2016.
Las juntas de acción comunal de la zona recibieron anoche en San José del Guaviare a la expedición, con la ilusión de que sean como una especie de antorcha que ilumine el camino del Bajo Guaviare.
De ahí, la lancha rápida atravesará el río para llegar al municipio de Mapiripana (Guainía). Al día siguiente, río arriba el motor empujará las aguas para visitar a las comunidades asentadas en las márgenes izquierda y derecha del afluente.
Campesinos colonos, indígenas nukak y jiw, y afrodescendientes, agrupados en la Asociación de Trabajadores Campesinos del Bajo Guaviare (Asotracagua), participarán de la expedición como investigadores. El objetivo es visibilizar a las organizaciones asentadas en ese territorio y darles insumos para que construyan su propio Plan de Desarrollo con Enfoque Territorial, como quedó consignado en el Acuerdo de Paz.
Aunque Asotracagua es una asociación reciente, los procesos que la componen han estado históricamente allí y fueron casi exterminados por la dinámica del paramilitarismo desde el 2000 hasta finales de la primera década del nuevo mileno. Por eso, la expedición recorrerá trece veredas para reconstruir la memoria indocumentada de masacres, desplazamientos, miedos y sueños de esta región aislada del centro de poder.
Las juntas de acción comunal han sido el oxígeno de esa organización social, pero muchos de sus líderes ya no están. Algunos murieron en la masacre de Caño Jabón (Meta), en mayo de 1998, cuando los paramilitares, autodenominados Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, asesinaron a 20 personas de este caserío y quemaron la mitad del pueblo. Fue peor que la de Mapiripán (Meta).
Por eso en esta expedición las líneas de investigación serán tres: “dinámicas ecosistémicas, centradas en el tema de biodiversidad, uso y conservación de recursos naturales; dinámicas territoriales, relacionadas con la sociedad y la naturaleza; y memoria, conflicto y paz, que buscan entender los antecedentes históricos de la confrontación, pero también las proyecciones que tienen las asociaciones en la reconstrucción del tejido social”, explica Sebastián Gómez, miembro del equipo del Centro de Alternativas al Desarrollo (Cealdes), la organización que promueve este viaje, fundada sin fines de lucro y conformada por estudiantes de Ecología de la Universidad Javeriana de Bogotá y miembros de las comunidades amazónicas de Valencia (Colombia) y Sacambú (Perú).
Esta comisión de científicos se detendrá en comunidades indígenas como Siare, Corocoro, Carpintero y Caño Caimán, donde se arraigaron tres de las 34 etnias que están cerca de desaparecer en el país: sikuani, jiw y nukak, cuya lengua autóctona es el mitua y su familia lingüística la guahibo, la misma que los guerrilleros de las Farc tuvieron que aprender para poder interactuar con los nativos.
Aunque la frontera científica del Amazonas colombiano no está del todo abierta, por la presencia activa del frente Primero de las Farc (disidente del Acuerdo de Paz y que opera en esa región), en los últimos meses, cuando la confrontación entre la guerrilla y el Ejército bajó a cero, se han registrado recorridos de investigadores independientes por el Parque Nacional Natural Chiribiquete (que abarca Guaviare y Caquetá) y no se descarta la llegada de expertos que trabajan para empresas extranjeras, como ocurrió recientemente en el Guaviare.
“Nuestro interés es que la investigación esté al servicio de las comunidades que durante tanto tiempo han sido víctimas de la guerra”. Es uno de los objetivos de la expedición, menciona Gómez.
La expedición también estacionará en las comunidades campesinas de Bunquer, Bambú, Charras, Guanapalo, entre otras, las cuales nacieron producto de la colonización por la hoja de coca, la quina, el tigrilleo y el comercio de pieles que se hacía sobre la cuenca del Guaviare en las primeras oleadas de colonización en el siglo pasado.
El 15 de marzo, cuando la expedición llegue a Guanapalo, todas las juntas de la región del Bajo Guaviare se reunirán, como nunca antes, para abrazarse como Asotracagua. Un tema neurálgico a debatir es la intención de solicitar la inclusión de ese territorio en la Zona de Reserva Campesina del municipio de Calamar, que cubre predios de los cuatro municipios del Guaviare.
La expedición Colombia Ciencia y Paz 2017 llegará a Charras (San José del Guaviare) y tendrán un espacio de diálogo con la guerrilla que se reune en esta zona para dejar las armas. “La idea es conocer cuál es la visión de la insurgencia frente al proceso investigativo, cuál ha sido su relación con el territorio y sus principales consecuencias y ventajas de la presencia de ellos (porque ha habido de ambas). Asimismo, cuáles van a ser sus compromisos con las asociaciones”, destaca Sebastián Gómez.
El 16 de marzo la expedición estacionará en Guanapalo y luego tomará la lancha hacia la última vereda prevista: Damas del Nari.
Fuente original: El Espectador