Cynthia de Benito. San Andrés de Pisimbalá (Colombia).
Unidos por sus reivindicaciones comunes y separados por profundos conflictos de segregación racial, indígenas y campesinos de Colombia se enfrentan a la paradoja de trabajar juntos para implementar la paz en el país mientras sobre el terreno se disputan el control del territorio. Su punto de conflicto y unión es la tierra. Por su propiedad se enfrentan y en su defensa se encuentran y descubren su inmensa fuerza, que en ocasiones ha llegado a poner al Gobierno en aprietos, como ocurrió en agosto y septiembre de 2013 con una huelga campesina.
La capacidad de movilización exhibida hizo que pocos meses más tarde campesinos, indígenas y afrodescendientes conformaran la Cumbre Agraria, Étnica, Campesina y Popular, que les unió para reclamar con una sola voz sus derechos.
Sin embargo, cuando el lema común se apaga, surge la disputa en los territorios y la convivencia se vuelve un reto, como en San Andrés de Pisimbalá.
Este corregimiento pertenece al Cauca, un departamento situado en el suroeste del país donde la realidad obliga al diálogo: el 21 % de la población es indígena, donde se incluyen 12 etnias; el 23 % es afrodescendiente y el resto, un 56 %, campesinos.
Los datos los suministra a Efe el exsecretario de Educación del Cauca Gilberto Muñoz, que advierte que a este caso, un pequeño ejemplo de las tensiones que se viven en muchas zonas del país, hay que aproximarse con cuidado para escuchar a ambas partes.
En San Andrés de Pisimbalá hay un colegio por el que hace cinco años se inició la disputa. Los campesinos argumentan que los indígenas se lo "han tomado" para imponer su ley; los indígenas sostienen que los campesinos no quieren reconocer su derecho a una educación propia.
"Lo que está ocurriendo allí es en parte lo que está ocurriendo en el Cauca, que es un conflicto por la tierra realmente, pero que también pasa por asuntos de orden político, de orden organizativo", explica a Efe Luis Fernando Arias, consejero mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC).
Los campesinos de San Andrés coinciden con él. Para todos es claro que el "trasfondo del problema" es la propiedad de la tierra, que prefieren denunciar desde el anonimato.
"Carlos", uno de los vecinos del corregimiento, cuenta a Efe que desde que se encontraron el colegio con candados para que no pudieran entrar, los niños campesinos deben estudiar en la Casa de la Cultura sin que menores de ambos grupos se mezclen, algo que para Muñoz se explica por intolerancia hacia los aborígenes.
"Los campesinos se negaron a que la institución fuera reconocida como indígena. Se les ha pagado mientras el arriendo del lugar donde ahora estudian los niños. No es digno, pero es el enfrentamiento entre las comunidades, hay una cosa de no aceptar al otro", sostiene.
A partir de ese momento todo son desencuentros. "Marta" y "Esteban", también vecinos anónimos, afirman que el conflicto desembocó en un violento enfrentamiento un 25 de diciembre que terminó con el destrozo a machetazos de aulas improvisadas y computadores, así como ataques personales que dejaron el suelo lleno de sangre y que grabaron en vídeo como prueba.
"Hay que reconocer que de parte y parte ha habido excesos que son cuestionables desde todo punto de vista, pero el exceso de una persona no puede condenar a toda una comunidad", precisa Arias.
Desde la ONIC argumentan que también la parte campesina ha cometido acciones violentas y que toda esta situación es indeseable porque afecta "el valor simbólico, ético y moral que tiene la Guardia Indígena en el país como un actor de paz".
Y en este punto no hay divisiones, puesto que la apuesta por construir la paz en el país es clara tanto por parte de indígenas como de campesinos; al buscar la raíz del problema, ambas partes mencionan la difícil tarea de proteger sus derechos colectivos sin vulnerar los de otros grupos.
"Los derechos que los indígenas se han ganado tras años de lucha no les autorizan a violar los derechos de los demás. Los decretos que les dan autonomía nos están perjudicando a una minoría de campesinos", puntualiza "Carlos".
Para Arias, es una posibilidad que este logro de autonomía indígena haya "comprometido un poco" al campesino, pero apuesta por el diálogo entre las comunidades para que sus diferencias no sean el conflicto que pase a primer plano en Colombia si finalmente el Gobierno y la guerrilla de las FARC firman la paz.