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Rostros canela y ojos café en la Amazonía boliviana: mujeres Tsimane'

 

 

 

 

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Las mujeres del pueblo Tsimane’ enfrentan una doble fragilidad: por ser indígenas y por ser mujeres. Como guardianas de la selva y los conocimientos ancestrales, sus modos de producción siguen el principio de la armonía con la naturaleza: cuidan el equilibrio natural del monte, estipulan los tiempos de la caza y la pesca, recolectan el agua y acarrean la leña para cocinar y calentar a sus familias. Las mujeres tsimane’s luchan por garantizar el acceso a la salud, la educación y el carnet de identidad de sus hijos, su principal inspiración.

“Cierro los ojos y aún veo su rostro canela, sus cabellos ondeando al viento y sus enormes ojos café mirarme. Su rostro es adusto y su mirada, esquiva. Su presencia es imponente. En su pecho un niño, en su cabeza un marico. En una mano su hijito que ya camina, en la otra un machete. Su andar firme y lento avanza delante de mí. Me mira y se sienta. Ella está con otras mujeres. Son un grupo de más de 30. El pahuichi y la mesa están llenas.


Al verse comienzan a hablar en idioma, sonríen con timidez y picardía.
El monte se transforma con el arrullo de sus voces y yo también.”
Diario de viaje (abril 2022)

Debates Indígenas, 20 de julio, 2022.- El pueblo Tsimane´ habita en 10 municipios esparcidos entre los departamentos del Beni y La Paz. El Censo Nacional de 2012 registró un total de 16.658 tsimanes, lo que significa un aumento del 56% en relación a las cifras de 2001. Estos datos ubican al pueblo Tsimane’ como la 11° nación más grande del Estado Plurinacional de Bolivia e indican su fuerte crecimiento demográfico y autoreconocimiento. Es necesario aclarar que dada la dispersión de las comunidades en la profundidad del monte, el pueblo no ha sido censado en su totalidad.

La característica principal de esta nación es que sus comunidades viven en perfecta armonía con su ecosistema. Tanto sus modos de vida y sus formas de producción a pequeña escala son altamente sustentables con el medio ambiente que los rodea. Las comunidades, vinculadas entre sí por lazos sanguíneos, son parte de la selva, se encuentran separadas unas de otras y la naturaleza está muy arraigada a sus tradiciones socioculturales.

En el último tiempo, la invisibilización del pueblo Tsimane’ ha dado lugar a la vulneración de sus derechos: al avasallamiento territorial por parte de ganaderos, madereros y colonos, se suma las dificultades de acceso a la salud, el bajo nivel educativo, los problemas de alcoholismo y la discriminación racial.

Como guardianas de la selva y del monte, las mujeres tsimane’ practican formas de producción sustentables con el medio ambiente. Foto: María Eugenia Carrizo

El país sudamericano más peligroso para ser mujer

Para comenzar a hablar de las mujeres tsiamne’s es necesario aclarar que, en Bolivia, tanto los pueblos indígenas como las mujeres son víctimas permanentes de la vulneración de sus derechos por terceros y por el mismo Estado Plurinacional. Esto provoca una doble fragilización de las mujeres tsimane´, dado que por las propias características culturales del pueblo se exacerban estas condiciones.

Si bien la normativa boliviana sobre los derechos de la mujer está a la vanguardia de la legislación regional, en la práctica su aplicación encuentra grandes dificultades al mismo tiempo que los vacíos legales impiden su cumplimiento efectivo. En este contexto, la realidad de las mujeres indígenas, originarias y campesinas sigue siendo muy endeble. Las mujeres ven vulnerados múltiples derechos: al acceso a la salud, a la educación, a la tierra, a un carnet de identidad y a la participación política.

A esta coyuntura debemos sumar los atentados permanentes contra el derecho a la vida y la dignidad: la Comisión Económica para América Latina de la ONU (Cepal) ha indicado, en 2019, que Bolivia es el país donde más mujeres son asesinadas en Sudamérica. A la falta de visibilización debemos sumar la ausencia de información oficial del Estado y la desconfianza sobre los datos que ofrecen los medios de comunicación, que son de fuentes dudosas. Además, no existe información desagregada por zona territorial o pueblo indígena.

Las mujeres dominan el arte del tejido de hilos de algodón para sus bolsones y el trenzado de las hojas de la palma de jipijapa para sus sombreros y cestas. Foto: María Eugenia Carrizo

Las guardianas de la selva

Esta realidad descripta nos interpela a quienes caminamos junto al pueblo Tsimane’ y acompañamos las luchas y necesidades de los Ĉhätidye' o parientes (como a ellos les gusta ser identificados). A la riqueza cultural de este pueblo se suma el reservorio de conocimientos en temáticas tan diversas como la medicina natural, las características del bosque, la economía sustentable a pequeña escala, el tejido de hilos de algodón para sus maricos (bolsones) o las hojas de la palma de jipijapa para sombreros y cestas.

Las comunidades usan la hoja de la jatata para techar sus viviendas, dominan el arte de la madera y poseen una gran capacidad de mimetizarse en el entorno. Además, el pueblo Tsimane’ es una nación rica en mitos y artes. Estos saberes son custodiados y practicados fundamentalmente por las mujeres. Como guardianas de la selva, cuidan el equilibrio natural del monte, estipulan los tiempos de la caza y la pesca, protegen a sus familias, se encargan del agua y acarrean la leña para cocinar y calentar a sus hijos.

Los tsimane’s son un pueblo que lucha por mantener su forma de vida y cultural en un entorno que los va cercando. Tras siglos viviendo en el monte y alejados de la civilización occidental, hoy el pueblo Tsimane’ atraviesa un proceso de asimilación cultural, colonización y aculturación. Occidente les impone categorías que no son propias de su cultura y que, en ocasiones, desacredita sus prácticas como si fueran propias de un pasado que actualmente carece de valor. De este modo, lo que debiese ser un diálogo de saberes se convierte en una asimilación violenta.

La sencillez y simpleza de su modo de vida revela la crueldad del consumismo del mundo occidental, de las lógicas despóticas de la explotación y el agotamiento de los recursos que nos brinda la Madre Tierra. Las y los parientes son el testimonio vivo de que existen otras formas de ser y de hacer, de la necesidad de pensar alternativas a la economía de mercado y su maximización de beneficios.

Las mujeres tsimane’s lideran la lucha por la sobrevivencia de su pueblo. Sus hijos e hijas son su principal inspiración. Foto: María Eugenia Carrizo

El derecho al territorio y la dignidad

Frente a esta realidad, cientos de mujeres tsimane’s luchan en sus comunidades por una vida en condiciones de dignidad, en la que sus hijos, su principal inspiración en la lucha, puedan tener acceso a su carnet de identidad para ejercer los derechos a la educación y la salud. En la Amazonía boliviana, la existencia de una escuela o una posta sanitaria no garantiza la presencia de maestros, médicos o medicamentos. En efecto, es común encontrarse con infraestructura completamente vacía y ociosa.

En estas tierras que, como señala el himno de Beni, son el “emblema de esperanza y de grandeza, la imagen del Beni, la riqueza de esta tierra feliz en promisión”, las mujeres tsimane´s libran una lucha por la supervivencia. Cuando la vida está en riesgo, el verde del monte está en peligro y la vida y dignidad se ven amenazadas, son las mujeres tsimane’s quienes empujan a sus compañeros e hijos para no bajar los brazos y luchar por su derecho ancestral a la vida y al territorio.

Esta realidad adversa hace necesario que la ley conquistada por la Marcha por el Territorio y la Dignidad en 1990, a través del esfuerzo 800 almas que caminaron 600 kilómetros durante 34 días, sea cumplida de una vez por todas. Para ello, es imprescindible que la sociedad boliviana y el Estado Plurinacional le garantice al pueblo Tsimane´ su derecho a vivir en armonía en el monte: el bosque y la selva son su casa, su fuente de caza y pesca, su área de sembradío, su farmacia, de su conexión espiritual y su cuna cultural.

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Este artículo fue escrito por María Eugenia Carrizo es profesora, psicóloga social y laica consagrada a la Compañía de Jesús. Durante los últimos 10 años, ha acompañado las luchas de los pueblos indígenas del Gran Moxos.