Retrato de Jade Gualinga, Kichwa de Sarayacu - Pastaza. Foto: Jorge Amador López
¿Hasta cuándo nuestros dirigentes de turno seguirán tomando a las organizaciones como botín político para sus candidaturas y participación en contiendas electorales? ¿Cuándo entenderán nuestros dirigentes que el Sumak Kausai no es una ideología política? Justo cuando esta oscura civilización se desmorona en pedazos, se pudre, apesta y lanza con patadas de ahogado su guerra biológica, los pueblos indígenas contamos con ese gran pensamiento humanista, generador de vida, conocido como Sumak Kausai.
Por Letty Viteri*
Quienes se quejan y lamentan por el estado de los centros de salud en los territorios, olvidan que los pueblos indígenas hemos superado epidemias como el sarampión, la viruela y la disentería a través de nuestra medicina ancestral.
En las profundidades de la selva, el aislamiento como medida de bioseguridad y las plantas medicinales son las principales herramientas contra el coronavirus. Frente a una civilización occidental que se cae a pedazos, los indígenas contamos con ese gran pensamiento humanista conocido como Sumak Kausai.
“He fracasado con mi hermano y toda mi familia la estamos pasando fuerte. Mi tío ha sido el más afectado, casi se muere. Pensamos que no había remedio porque así dijeron todos, pero ahora me doy cuenta de que hemos estado viviendo encima de una gran farmacia de remedios selváticos. Con eso nos estamos curando todos”, me cuenta Rumi por teléfono. Se siente responsable por la muerte de su hermano.
Tras más de 90 días de dictadura planetaria establecida por el COVID-19, se han conocido a través de redes sociales, revistas y noticieros una infinidad de declaraciones de las organizaciones de los pueblos indígenas amazónicos, en relación con los registros del número de afectados por el virus. Al mismo tiempo, varios foros virtuales analizan los efectos en la vida de los pueblos.
Unos describen situaciones dramáticas, llenas de sentimientos de desprotección y desolación, e implorando ayuda cual limosneros, así como consta en la leyenda: “Ayuda al achuar de Ecuador luchar contra el COVID-19 en la Amazonía oesterna ya que amenaza con devastar comunidades indígenas. Donar aquí".
Las unidades de salud se encuentran desprovistas de medicinas e insumos médicos, sin el debido equipamiento para atender a pacientes que padecen la enfermedad.
Otros, románticos ecologistas, presionan al gobierno solicitando medidas cautelares para proteger a los pueblos en aislamiento voluntario o solicitando la intervención inmediata y dejando en manos de la autoridad sanitaria la vida de las comunidades.
En otros casos, el Gobierno Comunitario decidió declarar la emergencia sanitaria, deduciendo que la mitad de la comunidad se encontraba infectada por el virus. Todos coinciden y enfatizan que las unidades de salud se encuentran desprovistas de medicinas e insumos médicos, sin el debido equipamiento para atender a pacientes que padecen la enfermedad.
Sin duda, se trata de un panorama que ilustra el abandono histórico del Estado y sus gobiernos.
En todos los casos se escucha un murmullo sórdido de quejas y lamentos. Al parecer, la gran mayoría de los dirigentes de organizaciones, pueblos y comunidades han olvidado otras pandemias como la del sarampión, la viruela y la disentería que, ciertamente, han diezmado la vida de muchos pueblos cuyos supervivientes volvimos a repoblar nuestras tierras y estamos aquí y ahora más vivos que nunca.
Imagen aérea de la Selva Húmeda Tropical. Foto: Ramiro Bonilla Vilela
Mientras el Estado sigue siendo el gran ausente y los máximos representantes de los pueblos amazónicos dan gritos de alarma por el crecimiento vertiginoso del número de contagiados, las familias indígenas con enfermos han recurrido ágilmente a la elaboración y consumo de remedios a partir de plantas medicinales.
Pueblos enteros siguen internados en las profundidades de la selva replicando una medida de bioseguridad ancestral para contrarrestar el contagio con cualquier enfermedad. Por otro lado, gran parte de las familias migrantes retornaron a sus pueblos de origen, mientras que muchas de las familias que optaron por quedarse en la ciudad organizaron tiendas de ventas de remedios naturales listos para el consumo.
El Yachak, como llamamos el pueblo kichwa a nuestros chamanes, que ha permanecido en la ciudad sigue atendiendo a pacientes que padecen diversas enfermedades incluido el COVID-19.
De los tres kichwas fallecidos que se han conocido hasta la fecha, dos de ellos no tuvieron acceso a las plantas medicinales por encontrarse en la ciudad, mientras que el tercero se trata de un adulto mayor de más de 80 años que sufría de Parkinson.
El flamante presidente de Sarayacu afirma que las pruebas rápidas realizadas el 12 de junio en 85 personas seleccionadas al azar arrojaron 25 casos positivos de Covid-19, mientras que el 50% de la comunidad presenta sintomatología compatible con el virus.
Al 18 de junio, el presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de la Amazonia Ecuatoriana, Marlon Vargas, informó un total de 599 casos confirmados, 622 sospechosos y 27 personas fallecidas de los pueblos Kichwa, Waorani, Shuar, Seikopai y Achuar.
Pueblos enteros siguen internados en las profundidades de la selva replicando una medida de bioseguridad ancestral para contrarrestar el contagio con cualquier enfermedad.
Pese a estos números, se conocen testimonios de completa recuperación a través del tratamiento con remedios naturales y plantas medicinales. Es asombroso el gran despliegue de todo un sistema fundado en el conocimiento ancestral sobre la salud, el trabajo silencioso de expertos herbolarios, una extensa farmacia natural, terapeutas conocedores del uso de plantas, asistencia y apoyo psicológico familiar.
Todos criterios sanitarios convencionales para la conformación de un Sistema de Salud. No se puede dejar de mencionar la actitud de vida, la resistencia y fortaleza biológica de ancianos que se contagiaron, cayeron gravemente enfermos y se recuperaron al cabo de dos semanas solo con el suministro constante de la medicina ancestral.
Frente a estos resultados alentadores, lejos de sumirnos en un mundo abatido y aterrado, deberíamos sentirnos felices por esta fortaleza milenaria. Muchas son las reflexiones que se vierten al interior de las familias comunitarias y se concluye que no ha habido un momento histórico más crucial y oportuno que este para volver al principio.
Justo cuando esta oscura civilización se desmorona en pedazos, se pudre, apesta y lanza con patadas de ahogado su guerra biológica, los pueblos indígenas contamos con ese gran pensamiento humanista, generador de vida, conocido como Sumak Kausai.
Retrato de la abuelita Clara Santi Simbaña, Kichwa de la Comuna San Jacinto - Pastaza. Foto: Jorge Amador López
No ha existido momento histórico más oportuno para entender que nuestro ideal de nación justa, de paz y armonía fue desvanecido para siempre. Sencillamente porque cualquiera sea el Estado-Nación, este obedece a una civilización cuya estructura está sostenida por el poder económico, religioso, político y militar.
El Estado-Nación fundó un sistema de vida impostor, que es incompatible con la vida contenida en el Sumak Kausai. Y es esta misma civilización agonizante en su propia cloaca, que no tiene respuestas a las necesidades de su humanidad, ¿cómo habría de entenderse la conquista, la colonia y las batallas de excluidos, explotados, sometidos y esclavizados que se libran hasta hoy?
A pesar de su histórico holocausto, los pueblos originarios han aportado enormemente a la presente civilización eurocéntrica: el conocimiento ancestral de la salud, la herbolaria, la agronomía, el arte, la botánica y la ciencia del espíritu.
Es gracias a ellas que supervivimos a esta civilización inhumana. Hablo de supervivencia como la fuerza de la altura espiritual individual y colectiva, como la llama poderosa que enciende la vida y la fuerza para permanecer en el hoy.
Nos encontramos en los albores de un nuevo amanecer y con él nace la esperanza y la alegría para preparar nuestro espíritu y las condiciones materiales y espirituales del principio original del Sumak Kausai
Los últimos y acelerados acontecimiento mundiales señalan que nos encontramos en los albores de un nuevo amanecer y con él nace la esperanza y la alegría para preparar nuestro espíritu y las condiciones materiales y espirituales del principio original del Sumak Kausai.
No se vislumbra otra manera de supervivir a la debacle y a un sistema opresor, de miseria, hambre y muerte que desde su aparición sigue minando la vida de los pueblos. Esta es una causa poderosa para iniciarnos en la gestación de una nueva humanidad.
Hablamos de una responsabilidad que recae sobre todos los habitantes del planeta, pero sobre todo, recae en todo pueblo originario, de América y el mundo.
Somos pueblos ancianos por sabiduría, defensores de la vida, tributarios del Sumak Kausai. Basta entender y comprender este pensamiento para ir en camino de la libertad, soberanía individual y colectiva. Esto no será posible sin antes recuperar el honor perdido y nuestro verdadero poder, entendido como la auténtica, última y suprema autoridad que yace dentro de cada ser humano.
Es decir, nuestra verdadera identidad. Significa entonces volver a reconectarnos con el corazón humano, con el corazón de la Tierra y el Sol para retornar a la fuente original.
Pamba, mesa Kichwa. Foto: Ramiro Bonilla Vilela
En los albores de una nueva humanidad, el mundo arde y convulsiona desde antes de la bomba biológica del COVID-19. Contrariamente a los intereses de la élite global, este último suceso expuso gran parte de sus oscuros planes contra poblaciones como pueblos indígenas y africanos, las clases populares, los adultos mayores y los discapacitados.
Frente a estas intenciones debemos preguntarnos si los dirigentes responsables de conducir la vida política-social y organizativa de los pueblos amazónicos habrán entendido que la vía política no es la correcta para conseguir nuestro derecho ancestral a la Vida.
¿Hasta cuándo nuestros dirigentes de turno seguirán tomando a las organizaciones como botín político para sus candidaturas y participación en contiendas electorales? ¿Cuándo entenderán nuestros dirigentes que el Sumak Kausai no es una ideología política?
Gestar la nueva humanidad requiere de desaprender lo aprendido y encarnar los elevados principios y valores del Espíritu. No me refiero a la religión, pues el Espíritu nada tienen que ver con el poder de la religión que fue fundado con el fin de disociar la ciencia del Espíritu, para someter y engañar a la humanidad entera, tal como lo vivimos actualmente.
Si los pueblos indígenas somos los llamados a tejer la nueva humanidad no podemos continuar alimentando el sistema que agoniza.
Si los pueblos indígenas somos los llamados a tejer la nueva humanidad por contener las condiciones para supervivir al fin de la civilización, no podemos continuar alimentando el sistema que agoniza.
Es preocupante cómo nuestros dirigentes continúan saboreando las mieles de sus triunfos obtenidos por pactos de fornicación política, prácticas deshonestas y alta traición a los pueblos indígenas como lo sucedido durante el respetado y admirable levantamiento de octubre de 2019.
¿Cuándo comprenderán nuestros dirigentes los hilos de poder de la elite mundial y la imposición de su plan macabro del Nuevo Orden Mundial?
Es hora de despertar y expandir nuestra conciencia para vencer esta batalla final porque ha llegado la hora de escribir la historia de nuestra historia, pues nosotros somos nuestro propio horizonte. Para gestar la nueva humanidad no hay mejor lugar que la selva pues es el hogar donde renace, florece y se regenera la vida de todas las vidas.
En este nuevo amanecer, la verdadera victoria llegará cuando hayamos recuperado nuestro poder y autoridad suprema. Solo así volveremos a la inmortalidad en la eternidad del tiempo y espacio.
---
*Letty Viteri Gualinga es doctora en en Medicina General Integral y Magíster en Salud Intercultural. Es integrante del Centro Ikara "El Conocimiento del Sumak Kawsai”.