El Comité de Mujeres de la Asociación Campesina de Inzá Tierradentro ha logrado en 15 años un alto nivel de empoderamiento de la mujer campesina y acceso a la tierra. También es a través de las mujeres que se suavizan las tensiones entre organizaciones campesinas e indígenas y que se presiona para que se implementen las condiciones especiales del acuerdo de paz para la mujer rural.
El 8 de marzo de 2001 un grupo de poco más de diez amas de casa convocaron un encuentro de mujeres en el pequeño pueblo de Inzá, en la región andina de Tierradentro (Cauca). Se proponían empezar a poner en boca y mente de sus vecinas temas tan remotos en muchas regiones rurales como los derechos de las mujeres y la denuncia de la violencia intrafamiliar. Esperaban que llegaran entre 500 y 700 mujeres y para esa cantidad se alistaba el sancocho. La inesperada y abrumadora sorpresa fue que, en un pueblo de 2.300 habitantes, llegaron casi 2.000 mujeres con ganas de escuchar y empezar a alzar la voz. “Indígenas, campesinas, las de acá del pueblo, todas, fue la locura y fue complicado y desgastante pero nos dimos cuenta que teníamos capacidad de convocatoria”. Alix Morales fue una de esas mujeres que emprendió este gran movimiento femenino, hoy una visible lideresa campesina ama de una exitosa iniciativa de panadería artesanal.
Del concejo a las comunidades
A partir de ese gran encuentro cogió fuerza la Asociación de Mujeres por Inzá que un poco después se anexaría a la Asociación Campesina de Inzá Tierradentro (ACIT), como Comité de Mujeres, sin perder su autonomía ni su personería jurídica propia. Previamente, en el 2000, con la iniciativa de Lola Morales, otra lideresa campesina inzaeña, ese colectivo de mujeres con ansias de transformar lo que luego han aprendido a llamar sistema patriarcal, había logrado entrar al concejo de la alcaldía de Inzá. “Yo llegaba a casa llorando a veces, era muy tenso”, recuerda Lola de sus días de concejala. “En la alcaldía era desgastante, no nos daban la palabra, lo que decíamos lo tomaban a chiste”, se lamenta Alix. Rápidamente se dieron cuenta de que “estar en el consejo no era la solución a la realidad que vimos en las veredas: índices de escolaridad supremamente bajos, una violencia intrafamiliar altísima, embarazos a temprana edad, abuso sexual de menores…”, cuenta Alix.
“La mayoría de las que nos metimos a este cuento también éramos maltratadas, pero alrededor de la familia y de la comunidad era ‘defiéndase como pueda’, había ese miedo de separarse porque una no encontraba el respaldo de la familia”, testimonia Lola Morales. Fue gracias a la unión y el trabajo con otras mujeres -que a menudo vivían una situación parecida- y con compañeras del pueblo que habían logrado estudiar psicología o trabajo social, que campesinas como Lola lograron dar el paso que anhelaban y necesitaban. Transformaciones vitales individuales e íntimas que caminaban y caminan junto con transformaciones del entorno comunitario y municipal de Inzá con el trabajo de base del Comité de Mujeres de la ACIT.
Hoy se ha convertido en una experiencia integral de lucha por la tierra, defensa del territorio y de sus semillas nativas, y fortalecimiento de la identidad campesina forjada a través de un grupo de campesinas valientes y emprendedoras organizadas alrededor de la defensa de sus propios derechos como mujeres. Existen grupos consolidados de mujeres en nueve veredas de Inzá, cada cual con sus proyectos comunitarios, cajas solidarias de ahorro, huertas orgánicas y jornadas o juntas de trabajo colectivo. Las pocas afortunadas que han logrado dedicar la mayor parte de sus horas a la organización se reúnen en su alegre y rebelde sede -las abrazan lemas como “autónomas y libres”, “resistimos a la guerra”, “sembremos comunidad, cosechemos soberanía” o “mujeres en junta por la soberanía alimentaria y el buen vivir”- en la que gestionan proyectos con recursos propios, capacitaciones y hermanamientos con organizaciones como Ruta Pacífica o la Universidad del Cauca y sueñan estrategias para expandir la conciencia hacia más familias.
Acceso a tierra para y por la mujer
En Tierradentro, como en tantas regiones rurales de América Latina, hay un grave problema de falta de tierra para las familias campesinas que van creciendo. En este caso no es el latifundio el límite sino la misma naturaleza –los páramos y parques naturales- y los resguardos indígenas coloniales del pueblo Nasa. Sin embargo, en el último año, gracias a las iniciativas conscientes de varios grupos de mujeres desde sus veredas, y gracias también al Espacio Internacional Femenino con el que se ha cofinanciado este emprendimiento, el Comité de Mujeres de Inzá ha logrado comprar colectivamente tres parcelas con objetivos bien ejemplares.
Dos de estos terrenos, en las veredas de Güetaco, Fátima, El Llano y El Socorro, albergan los ojos de agua que abastecen a sus respectivas comunidades y los grupos de mujeres están realizando mingas o juntas de trabajo comunitario para reforestarlas, pues hasta hace poco eran potreros para el ganado. La tercera finca, en la vereda de La Palmera y de cuatro hectáreas de extensión, ya se ha convertido en una inmensa huerta comunitaria totalmente orgánica de la que se alimentan y benefician económicamente 15 mujeres y sus respectivas familias. Con estos tres pasos de gigante se ha logrado comprar también algunos lotes en los caseríos de varias veredas para tiendas comunitarias gestionadas por mujeres y para despensas de semillas nativas.
Armonía a través de las mujeres
Entre impresionantes paisajes y tradiciones ancestrales, Tierradentro ha sido noticia en los últimos tiempos por dos fatídicos episodios. El primero fue a raíz de unos encuentros desafortunados entre comunidades indígenas y campesinas que se disputaban en varias zonas temas como el territorio o el sistema educativo y que terminaron, el año 2013, con la quema de la iglesia de San Andrés de Pisimbalá. Líderes de la ACIT denuncian que existe una desigualdad clara entre estos dos colectivos rurales en cuanto al reconocimiento legal y los derechos propios como sujeto colectivo de los que las organizaciones campesinas aun carecen a diferencia de las indígenas y a pesar de años de reivindicación.