Entre el 12 y 15 de febrero de este año, una treintena de personas, representantes de instituciones y organizaciones sociales se reunieron en la ciudad de Asunción, Paraguay, a convocatoria del Programa Latinoamericano y de la Red Latinoamericana y Caribeña de Tierras.
Quedan en el recuerdo cuatro días de intercambio de experiencias, en una sintonía peculiar promovida por una diversidad de iniciativas llevadas adelante en torno al acceso a la tierra y territorio desde los diferentes países. Entre los dinamizadores del Programa tierras están Rosario Tapiero, Susana Nuin del Instituto Universitario Sophia y Juan Luís Hernández de la Universidad Iberoamericana Torreón, México, principalmente; entre las instituciones convocadas figuran Fundapaz (Argentina), la Red Chaco, el Grupo Social FEPP (Ecuador), Acción Campesina (Venezuela), CÁRITAS El Salvador, entre otras; la Universidad de Paraíba y la Universidad Federal de Espírito Santo, consultores y académicos independientes; y organizaciones sociales como la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo – CLOC Vía Campesina y el Comité de Integración del Macizo Colombiano – CIMA; y nuestro aporte desde el Instituto para el Desarrollo Rural de Sudamérica – IPDRS y nuestra iniciativa del Movimiento Regional por la tierra y territorio.
Sin lugar a duda, la pandemia suscitada por el SARS-CoV-2, para muchas vidas y en muchos aspectos implica un “antes y después”, pues se puso a prueba todo el sistema público en salud, educación, abastecimiento alimentario, conectividad, energía, etc.; y, seguramente, también los ámbitos de organización y resiliencia de la sociedad civil. Por ello, uno de los ejercicios propuestos tuvo que ver con analizar el impacto de la pandemia en cada uno de los países. En el balance y destacando la experiencia de países de Centroamérica, los temas comunes aunque en distintos niveles de expresión fueron la violencia y represión aplicada a la población en general, y específicamente a los liderazgos campesinos e indígenas, de parte del Estado y otras fuerzas; y además, la polarización política e ideológica que desata altos índices de violencia, e incluso, persecuciones y asesinato de líderes y defensores territoriales. La contraparte, un gran esfuerzo y eficiencia de parte de las organizaciones rurales en el ejercicio del control territorial, en su autocuidado sanitario y alimentario, y en su búsqueda por sostener y extender sus sistemas alimentarios, saberes y hasta insumos de la medicina tradicional para el resto de la población. En otros temas visibles, se mencionó al narcotráfico y su articulación con las clases políticas y Estados; los impactos de la diversidad de agronegocios cuya intensiva explotación de recursos naturales también impacta en la vida de las poblaciones rurales campesinas e indígenas; las migraciones masivas que, a su vez, masifican la precarización, peculiarmente, el caso de la población venezolana que está llegando a casi todos los países de la región; entre otros temas.
Cada unas de las instituciones y organizaciones presentaron desde ofrendas al ritual instalado para el encuentro hasta iniciativas en curso respecto al tema del acceso a la tierra. Se vivió un intercambio rico en perspectivas, experiencias institucionales de largo plazo e inquietudes personales. El encuentro permitió mostrar que la reivindicación por la tierra, las luchas por la tierra que emprenden campesinos e indígenas están ampliamente respaldadas, pese a que los contextos nacionales no sitúen a la tierra en el centro de los debates político-electorales, son muchas las voces y los esfuerzos que se levantan por la soberanía alimentaria, el fortalecimiento de identidades territoriales, indígenas y campesinas, la propiedad colectiva, la biodiversidad, el ejercicio de derechos territoriales, etc.
Si bien no se llegaron a acuerdos específicos, toda esta sinergia está significando la articulación de una red, la reafirmación de otras alianzas; y, en definitiva, la fraternidad posible entre la indignación colectiva, por la agresión estructural hacia las y los poseedores, trabajadores y defensores de la tierra; y, la esperanza colectiva por todo el aliento y propuesta que tienen las luchas por la tierra, las iniciativas de desarrollo sostenible, la agroecología y los tejidos comunitarios.
Tras una evaluación colectiva, las y los miembros de la red, en el cuarto día del encuentro, visitamos el lago Ypacaraí, allí se entonaron canciones, se tomaron fotografías y se reforzaron los lazos construidos. Muchos lazos de amistad, potenciales alianzas y colaboraciones que nos hacen pensar en un lenguaje común por la tierra y el territorio desde una perspectiva regional.