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Agricultores declararon que la separación entre los maíces genéticamente modificados y los convencionales será mínima. La dificultad de diferenciar las cosechas se justifica por la dispersión del polen del maíz, que puede alcanzar tres kilómetros, permitiendo, así, la contaminación de plantas vecinas por los transgénicos. La comisión Técnica Nacional de Bioseguridad – la CTNBio – dice que es un “lujo” el etiquetaje que revela si el alimento es transgénico. 

Responsable por la campaña contra los transgénicos del Greenpeace Brasil, Rafael Cruz, no se sorprende con la posición de la comisión. Él evalúa que el órgano no posee transparencia en sus procesos. 

“Ellos simplemente dicen que saber lo que se come es un lujo, cuando en verdad es un derecho básico, un derecho humano de saberlo. Deja en el aire esa declaración, lo que es peor por venir de un órgano oficial que tiene la responsabilidad por la evaluación de los transgénicos en Brasil.” 

En los estudios sobre la modificación genética de las semillas, según Rafael, no hay control sobre los impactos de los transgénicos en los seres humanos y en el medio ambiente. 

“Hay que garantizar que ningún organismo sea liberado en el ambiente hasta que se tenga la certidumbre de que habrá seguridad, y esa certidumbre no vendrá ahora, no vendrá de aquí a diez años, eso lleva tiempo. Es una tecnología que debe ser mucho más estudiada.” 

En abril de este año, Alemania fue el sexto país de la Unión Europea que impide el plantío del maíz transgénico de la Monsanto. El Ministerio de la Agricultura alemán argumenta que el plantío sería una amenaza a la naturaleza.  

www.radioagencianp.com.br/index.php?option=com_content&task=view&id=6857&Itemid=39

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