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A partir de un análisis de las causas y el significado de la reciente marcha indígena, afirma la autora que en el país ha cambiado el discurso sobre el papel que tienen los actores rurales en la construcción del desarrollo, pero no ha cambiado la actitud y el comportamiento estatal hacia ellos.

La marcha convocada y realizada por la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB) durante el mes de julio, puso en la agenda política el conflicto entre algunos intereses y demandas de campesinos indígenas y el Gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), planteando una abierta tensión en una alianza que hasta ese momento no había mostrado públicamente rupturas importantes. ¿Qué ha cambiado al cabo de este período en el discurso y en las acciones de los gobernantes y de las organizaciones?

Dime qué deseas... suele ser la invitación que conlleva implícitamente una promesa por parte de los actores políticos en campaña frente a la población a la que intentan seducir. También se dice "cuidado con lo que deseas", en referencia al lado oscuro que puede tener un anhelo cumplido. En la relación entre las autoridades del gobernante MAS y las organizaciones campesinas indígenas la reflexión posterior a la invitación podría leerse como: "Dime qué te ofrecí para que yo te diga qué no voy a cumplir".

Nada más ejemplificador de ese desencuentro que lo expresado por el Vicepresidente del Estado Plurinacional, mientras se estaba realizando la marcha liderada por la directiva de la CIDOB en la primera quincena del mes de julio, como lo recogió el semanario Pulso: "(...) el Vicepresidente ha señalado con preocupación que la fuerza de la acción colectiva que impulsó el proceso de cambio atraviesa una etapa de disgregación de sus demandas, al extremo que se hacen mutuamente excluyentes y por tanto insostenibles". "De un modo u otro, el mandatario alude a un conflicto crucial para el Estado, que además tiene fuerza constitucional. El Estado otorga derechos especiales a los indígenas originarios campesinos, pero también se impone obligaciones, tales como garantizar el desarrollo, industrializar las materias primas que el país produce y vertebrar un país que permanentemente cuestiona su integridad". "(...) pero la realidad está mostrando que, por una parte, hay aspectos en los que desarrollo al modo moderno y cultura indígena no son compatibles. Por eso es que las autoridades han señalado acremente que los indígenas no pueden ser obstáculo para el desarrollo, luego de haber condenado la misma afirmación en boca del Presidente de Perú (Editorial de Pulso N° 561).

El proyecto de poder del MAS ha originado y mantenido un discurso neo indigenista con tono in crescendo, como se evidencia en ciertas partes de la nueva Constitución Política del Estado (CPE), hasta que llegó el momento de poner en práctica algunas de esas promesas que ahora parecen líricas. Los obstáculos aparecieron repentinamente en áreas previsibles: recursos naturales, autogobierno y representación política.

En el primer caso las tensiones devienen de los niveles de concreción con que deberían aplicarse mecanismos y normas respecto a la propiedad, beneficios y explotación de recursos naturales. En cuanto al autogobierno, los conflictos se refieren a los límites de esta aspiración, hecha discurso por el propio MAS, en la construcción de las autonomías indígenas, ya aprobadas por la nueva Constitución, principalmente -aquí no hay sorpresa- en aspectos relativos a niveles de decisión autónoma sobre los recursos naturales que podrían llegar a suspender proyectos hidroeléctricos y de vinculación carretera de gran envergadura. La representación política fue planteada en términos de cuotas indígenas en la Asamblea Legislativa Plurinacional.

Los temas son tan amplios que pueden verse cada uno por separado, juntos como parte de un paquete unificado de las demandas indígenas o como los principales nudos de la alianza generada entre el MAS y las organizaciones campesinas indígenas. En este caso pueden verse como parte de una cadena virtuosa de construcción de poder indígena en el autodenominado proceso de cambio del Gobierno del MAS, y como cuellos de botella para que ese mismo Gobierno logre algunas de las metas de gestión a las que se ha comprometido con otros interlocutores.

Esta aparente dicotomía entre los intereses de algunas organizaciones y sus líderes campesinos indígenas (campesindios, dice Armando Bartra) es nueva en el ámbito público, ya que en los últimos casi cinco años de presencia continua y casi hegemónica del MAS no habían aparecido tensiones importantes y notorias. ¿Qué ha cambiado al cabo de este período en el discurso y en las acciones de los gobernantes y de las organizaciones? Más que cambios pueden verse consecuencias de ciertas conductas.

En primer lugar, está la ineficacia gubernamental en la gestión de políticas de desarrollo rural, que afecta específicamente a la población campesina. Una muestra de ello es la incapacidad de generar resultados sostenibles con inversiones propias que no sean solamente distribución monetaria rentista; la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (EMAPA) dejó de ser una promesa de potenciamiento de la producción para terminar siendo una especie de comercializadora estatal de productos importados (ejemplo: maíz para avicultores, arroz y aceite para mantener precios bajos a los consumidores urbanos, etc.) en pequeña escala y casi siempre respondiendo a emergencias.

Otra conducta de consecuencias nefastas es la sobre-ideologización de los temas cruciales de representación política y de algunos discursos constitutivos de los sujetos sociales, que dificultan la aplicación práctica de muchas promesas e incluso acuerdos. Por ejemplo, las consignas exaltadas en áreas de la soberanía alimentaria, defensa de la Madre Tierra, lucha contra los efectos del cambio climático, entre otras, ocupan mucha energía gubernamental en foros internacionales, pero son casi inexistentes como prácticas de gestión o sencillamente confrontan dolorosamente, a la hora de la verdad, el tamaño real del país para actuar en complejos ámbitos geopolíticos y económicos. Otro ejemplo, que aplica tanto como ineficacia como sobre-ideologización, es el tratamiento del derecho a la tierra, sobre el cual se han hecho discursos exaltados, reformas legales y un sinfín de promesas, para aterrizar con los mismos obstáculos del pasado: coto excesivo del proceso de saneamiento, dependencia de los fondos de la cooperación internacional para realizarlo, visiones comunitaristas que se niegan a reconocer y no recogen las demandas reales de las poblaciones, e incapacidad para resolver por la vía de la concertación los conflictos entre terceros.

Por último, destaca la pulsión de poder total en el principal círculo directivo del MAS, que lo hace focalizar sus principales acciones en la aniquilación de sus adversarios, reales, sobredimensionados e imaginarios, dejando de lado la atención efectiva a sus aliados y a su propia base política de sustento. Un ejemplo de ello es el comportamiento errático del MAS en el tema de las autonomías. Primero estuvieron en contra, por ser, supuestamente, un caballo de Troya de la derecha enquistada en la "media luna" en general y en Santa Cruz en particular; luego, intentaron perforar la demanda con un diseño constitucional que establece un verdadero carnaval de autonomías, en el que inflaron las expectativas de las autonomías indígenas y crearon la ficción de las regionales; para, finalmente, evacuar una Ley Marco que las deja sin dientes.

Por todo lo anterior, a la pregunta planteada por el semanario Pulso de "¿Qué cambió en el área de los derechos campesinos indígenas y del desarrollo rural en estos casi cinco años del gobierno del MAS?" mi respuesta es que cambió el discurso gubernamental sobre quiénes son los protagonistas del desarrollo rural, pero permanece intacta la acción estatal de dejar que los pequeños productores campesinos se las apañen como puedan.