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Un jubilado argentino llamado Blas Jaime tiene en su cerebro un tesoro de gran valor antropológico y cultural: el idioma chaná, una lengua indígena que se creía extinguida hace ya más de 100 años. Blas lo aprendió de su madre, porque en la sociedad Chaná, una etnia nativa de tipo matriarcal, eran las mujeres las encargadas de la transmisión oral de la cultura, y de impartir justicia. Cuando los colonizadores comenzaron a los pueblos indígenas, esta transmisión oral pasó a ser clandestina.

Blas Jaime es ahora el protagonista del documental 'Lantec Chaná', dirigido por la argentina Marina Zeising. En él, este ex-predicador mormón de 71 años recuerda los años de represión: "Los nombres aborígenes fueron prohibidos (...) Y a las niñas que hablaban chaná les cortaban la punta de la lengua". Hoy Blas es reconocido por la Unesco como el último chaná parlante. 

 

Tal como se narra en el documental, el lingüista Pedro Viegas Barros fue el encargado de validar que efectivamente el idioma que Blas salvó del olvido es efectivamente la lengua chaná. Al principio, cuando llegó a sus oídos la existencia de una persona que la hablaba, no podía creerlo. "Los chanás no existen", llego a exclamar, confundido. "La única persona que tiene el tesoro lingüistico en su cabeza es don Blas", reconoce ahora, y añade que ese tesoro se "tiene que quedar". 

Por eso Blas ha decidido enseñarle la lengua a su hija Evangelina, y lamenta no haberlo hecho antes. La propia Evangelina se negó hace muchos años, porque no quería que su identidad se viese relacionada con los pueblos indígenas, históricamente denostados y marginados: Argentina no reconoció los derechos de los pueblos originarios hasta 1994. Sin embargo, al ser madre cambió de opinión y comenzó a estudiar el idioma de sus ancestros; hoy en colabora con su padre impartiendo clases a personas que también quieren aprenderlo.